BUENAS INTENCIONES y sus pequeñas trampas
A veces, bajo el paraguas de las buenas intenciones, se decide aprovechar un tipo de actividad para deslizar acciones que nutren otro tipo de propuestas, esas que no se manifiestan abiertamente.
En esta ocasión, hablo de una actividad necesaria, hasta legitimada, para desarrollar un proceso lleno precisamente de buenas intenciones (como es el caso de uno de los programas sociales insignia de la nueva administración en México), detrás del que se inserta un cuestionario claramente destinado a validar otro tipo de iniciativas.
El cuestionario
Además de los datos de identificación regulares (nombre completo, CURP, domicilio, años cumplidos), hay varios bloques temáticos de preguntas, al estilo de las encuestas nacionales encabezadas por el INEGI, que pueden revelar patrones económico-sociales de las involucradas en el trámite, quienes conforman un segmento (target) muy puntual de la población.
Me refiero al trámite de solicitud para inscribirse en el padrón de mujeres en México, con 63 y 64 años, que presuntamente estarán recibiendo un “apoyo” gubernamental de tres mil pesos bimestrales a partir de 2025.
Entre los bloques temáticos se encuentran preguntas acerca de los materiales de los que está hecha la vivienda, si es propia o rentada, con cuantas personas se vive y si se requiere de “apoyos técnicos” (así expresados) para la movilidad, entendiendo que se refieren a bastones, andaderas o sillas de ruedas.
Se pregunta acerca del nivel educativo (hasta dónde se llegó, si es que se cuenta con educación formal); si se hablan lenguas indígenas y cuáles.
Luego hay un segmento largo dedicado a la alimentación: qué cuantos vasos de agua se ingieren cada día, que si se consumen lácteos a) en el desayuno, b) en la comida, c) en la cena, repitiendo el ciclo de cuestionamientos con las carnes, los vegetales, las frutas, las legumbres y la comida chatarra (al parecer los azúcares y los postres no cuentan, aunque se trate de indicadores relevantes en caso de enfermedades).
Qué cómo se considera el propio estado de salud, que si en el último año se ha visitado a un médico general, a un especialista o a un dentista. Qué si se toma medicación y de ser así, en qué consiste.
Por supuesto, también están las preguntas acerca de ser o no derechohabiente del IMSS, ISSSTE, IMSS Bienestar (no se mencionan los seguros de gastos médicos, ni menores ni mayores).
El tema laboral viene cubierto por preguntas acerca de como cuánto se gana al mes y si se tienen dependientes económicos o bien, si se depende económicamente de alguien.
Que si eres pensionado o jubilado del IMSS o del ISSSTE. Claro que no aparecen cuestionamientos relacionados con la discriminación laboral o el edadismo, por mencionar solo dos.
El cierre glorioso
Viene la cereza del pastel, el último bloque de preguntas que es una verdadera joya (por las implicaciones que tiene o puede tener).
Se trata de una serie de preguntas que tratan de identificar situaciones de maltrato y/o violencia ¿de género? O sea, violencia de hombres hacia mujeres. Es tan evidente la intención (no manifiesta) al mismo tiempo que burda, que incomoda.
El track de preguntas se nota tendencioso, diseñado desde esa que suele llamarse en años recientes ideología de género (a saber qué quiere decir tan sofisticada expresión).
Incluye preguntas tales como:
¿Ha sido humillada, ha sido ignorada, ha sido maltratada, la han aislado?
¿Le han negado/escondido sus medicamentos?
¿La han empujado?
¿La han besado a la fuerza? ¿La han agredido sexualmente?
Ante la posible duda o sorpresa, resulta que sí, todas estas preguntas forman parte del cuestionario impreso.
¡¡¡UFFFF!!!
Claro que el personal asignado al apoyo de estas jornadas de registro, no se percata de las acciones incómodas, descalificadoras y hasta humillantes que desarrollan durante el proceso, durante el cual las interesadas transitan desde la fila de espera, hasta el último bloque de sillas, previo al registro como tal, en el que, por cierto, no es cada interesada quien llena el cuestionario, sino que va siendo interrogada por alguien del personal asignado.
De regreso a las acciones incómodas, sucede, por ejemplo, dirigirse al grupo de interesadas en términos de: “oiga, oiga, en fila, por favor, no se me salga de la fila; párense derechitas y con distancia…”
O ¿ya saben por qué están aquí, verdad?
O “a ver, a ver amiguita, cheque bien, ¿si tiene la edad establecida, verdad?
O “a ver, déjeme revisar sus documentos a ver si ya puso lo que le dijimos”.
O “¿si puso su teléfono? No vaya a ser el de la comadre con la que ya no se habla”.
¡Ouch!
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Ciudad de México - octubre 22 de 2024
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