Vivíamos en el futuro y no lo sabíamos
Fotograma de "2001: Odisea en el espacio" (1968), de Stanley Kubrick

Vivíamos en el futuro y no lo sabíamos

Todos los días, por todos lados, leemos y escuchamos sobre la pandemia, sus efectos y como enfrentrarlos. Y también como nuestros hábitos y nuestras prioridades pueden cambiar en el mañana que nos espera bajo el rótulo de nuevo normal. Se manifiestan los gurús de la economía y del mercado, filósofos de todos los linajes. E igualmente se apresuran quienes entonan la cantaleta, con ideas rudimentarias y a menudo engañosas de "que toda crisis trae oportunidades”, mientras preparan estrategias y recursos que no siempre son compasivos o éticos. Desde luego que también existen los voluntariosos y sus propuestas bienintencionadas, y los científicos y tecnócratas con sus cálculos y especulaciones algorítmicas. No nos faltan futurólogos.

Aquí aspiro poder ilustrar un poco de mi historia, relacionándola a lo que estamos viviendo, trayendo a flote cuestionamientos y anotaciones pertinentes a este tiempo, y esperando que sea una contribución. 

Mirando hacia atrás y situando un punto de origen en 1990, nuestro estudio de diseño pasó por procesos que podría descibrir como “dislocaciones, mutaciones y encarnaciones”. Muy poco después de un comienzo 100% analógico, la llegada de los ordenadores Macintosh Classic y Quadra, y de los PCs 486, enriqueció nuestros bártulos tecnológicos. Hoy, tan sólo un ejemplar de primer Mac ocupa un lugar simbólico en un estante de nuestro museo particular. Después de la eclosión de internet, todavía en un estudio minúsculo, a finales de 1996, ya conseguíamos reunirnos a distancia, armados de webcams y softwares de los que ya no recuerdo el nombre. En 1997, al ampliar nuestra biblioteca, compramos online los primeiros libros en Amazon.

Poco antes del cambio de siglo, nuestra red interna dialogaba algo mejor, sin la ayuda de parches como DAVE, éste sí de heroica memoria, entre Macs, Pc’s y la “cajaza” Linux que almacenaba nuestros proyectos. Ya no éramos tan pequeños, ni tan jovencitos, y aún todos estábamos bajo los mismos techos, haciendo presentaciones, brainstormsbriefs y consultorías presenciales. Cerrábamos contratos, entregábamos los proyectos exitosamente y los clientes daban valor a los resultados que obtenían con nuestro trabajo. Y disfrutábamos igualmente de aquel contacto físico, directo y constante entre nuestros clientes y colaboradores, fueses estos de los sectores de gerencia, creación o producción. Fueron largas jornadas, con rarísimas horas extras, puesto que éramos adeptos intransigentes de la semana laboral de cinco días, ocho horas al día, y nos obligábamos a ser totalmente productivos dentro de tal ciclo.

Alrededor de 2005 hubo una natural flexibilización y algunos de nosotros trabajaban in situ de tres a cuatro días por semana, participando de los procesos remotamente. Hubo aun los viajes a trabajo y unas "semi-vacaciones", nuestro extravagante y breve experimento fracasado de aquel entonces. Skype - en una versión beta que parecía eterna - fue de mucha ayuda.

En 2010 llegamos a los 20 anos de producción, con cerca de 21 terabytes de portafolio acumulado. Para un estudio que en dado momento contó, en dos ciudades, con 15 diseñadores que abarcaban demasiado en los discos duros a la hora de desarrollar digitalmente sus creaciones, sería actualmente una nimiedad... Hasta que um incidente catastrófico en la red eléctrica echó a perder parte de ese material, originales y también backups, afectando los jobs en desarrollo y los que ya estaban archivados. Conseguimos salvar bastante cosa, gracias a otras copias de seguridad y a algún material que ya estaba en la nube, cuando ésta era incipiente, restrictiva y dolorosamente cara. 

Después de 2014 nos dispersamos: Alemania, Estados Unidos, Israel, Italia, Japón, Perú, Estonia, y por el Brasil. El mundo había disminuido, todo estaba más cercano, a un call de distancia o al alcance del Dropbox. Nuestra estructura se hizo aún más minimalista, ya no estábamos enyesados en una configuración convencional de empresa.

Para algunos de nosotros, simples diseñadores mortales, todo lo que estamos viendo y vivendo ahora, es un anticipo de lo imaginado, haciéndose más palpable. Un anticipo en el que, como Peltier DSGÑ, operábamos insospechada y parcialmente hacía ya algún rato. Comprobamos ahora que gran parte de ello tampoco llegó de sopetón. Evaluamos que la crisis Covid-19 tan sólo precipitó la antiutopía laboral hacia otras áreas de actuación. La realidad de las reuniones virtuales, de trabajo con equipos conectados en lugares físicamente distantes, la peculiar disciplina del home office, las tecnologías convergentes necesarias para hacer disponibles los proyectos y el control operativo totalmente en nube (state-of-the-art y super-redundante, por supuesto), fueron transformaciones digitales paulatinas, a diversas escalas. 

Tres décadas atrás ya nutríamos - incluyendo muchos amigos y profesionales entre los más de 100 que pasaron por la oficina a lo largo de los años - la reflexión crítica sobre nuestro real papel en las cadenas productivas, sobre la cultura del consumo y la obsesión por modos de vida insostenibles. Esa percepción nuestra, que por entonces sonaba dislocada o contradictoria en medio de un sistema turbo capitalista y narcísico, finalmente es compartida en este momento, incluso por los más voraces agentes del viejo mercado. Las marcas, que ya venían cambiando sus pieles y puliendo sus discursos, tendrán que esforzarse mucho más: transformarse por dentro.

De allí surge otro ponderamiento: continuará el nuevo contexto generando valor a partir de especulación, posicionando y ayudando a vender latas y botellas de agua edulcorada colorida, brands de lujo, promesas financieras, servicios artificialmente inflacionados, tecnologías hiperadictivas, combustibles fósiles, dulces veganos gourmet, prácticas de diseño disimuladamente elitizadoras y excluyentes, marcas tóxicas con informes de impacto social de adorno? Y, si así fuese, será más o menos del mismo modo? Definitivamente, no.

El distanciamiento social y físico despertará en los individuos la necesidad de aproximarse apenas de aquellos y de aquello que tengan sentido. La era de los excesos, obsolescencias programadas y recursos innecesarios puede haber llegado a un fin, irónicamente, de forma abrupta durante su auge. Habrá muchas "descalificaciones" justificables y discretas. Mas allá de las incontables jergas de mercado – como propósito de marca, touchless design, jornada de compra, captación, mindsets disruptivos y tantas otras – la retracción global significará una larga tarea de reeducación civilizadora, de concientización en todos los campo, de nuevos parámetros de confianza. Los mercados pasarán por un detox trascendental y necesariamente restaurador.

La empresa que pueda estirar sus recursos disponibles permanecerá en el trabajo remoto, aguardando el fin o el enfriamiento de la pandemia. Muchos lloraremos nuestros muertos. Otros conseguirán mantener sus empleos, no se sabe a costa de qué sacrificios. Pero es innegable que la base de la pirámide socioeconómica mundial se encontrará dramáticamente empobrecida y desamparada. Y sólo serán relevantes las personas, organizaciones y estados que estén muy dispuestos a contribuir – de verdad – con medidas de apoyo a la ciencia, salud, educación, y que nutran un profundo respeto por el planeta y que actúen en ese sentido. Saldrán vencedoras las sociedades y marcas igualitarias, que trabajen de hecho para reducir los abismos sociales y los prejuicios, incluyendo a los excluidos, abrazando a los parias, sin arrogantes pulsiones depredadoras o narrativas mercadológicas fraudulentas. 

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Un evento previsible nos impuso un cambio de raciocinio como sociedad. Extrañamente, ya sabíamos cómo proceder, cómo deberían se hechas las cosas y que el cambio era necesario. ¿Vivíamos en un futuro y no lo sabíamos? ¿O sabíamos como debería ser el futuro, pero no lo vivíamos? Puede ser un poco de ambas afirmaciones. 

Pasaremos a trabajar, en el vértice al que llegamos, para que el futuro, que está aquí, sea lo menos traumático posible; para que podamos impedir la victoria de la distopía y evolucionar, librando nuestra especie y nuestro hogar de una extinción anunciada. 

Leo Flores

Freelance Illustrator.

4 años

muy bueno

Me encantó. Muchas gracias por compartirlo. Creo que yo también he vivido en el futuro sin saberlo. Y no tanto por los avances tecnológicos como por la soledad y el confinamiento. Por eso la cuarentena no me ha causado mayor trauma, por el contrario: la disfruto mucho. Dicen que la pandemia NO afecta a todos por igual, que unos van en yate, otros no tienen ni salvavidas y no saben nadar. Esto es cierto. Mi ubicación en esta metáfora es que voy (sola) en una chalana vieja de madera avanzando a duras penas, remando, deteniéndome, respirando. Pero la chalana es hermosa: está tallada, pintada, con clavos oxidados he colgado recuerdos divertidos y tristes pero todos lindos, tomo sol, como pescado, caracoles, raíces y hierbas. Es río? Es mar? Quién sabe, pero estoy ahí firme, determinada. Por ahora. Me encantaría compartir tu entusiasmo por los cambios positivos post-pandemia al interior de las personas y de las empresas...ojalá se den! Pero soy escéptica, para mi mal! De hecho habrán avances INCREÍBLES, vendrá la quinta revolución, etc., pero las brechas creo que se mantendrán y/o aumentarán. Y tal vez haya que seguir conviviendo con eso de alguna manera. Parte de las nuevas generaciones imaginan un mundo distinto a lo "antiguo normal" y confío en que su energía logre dirigirnos hacia otro rumbo, más equitativo, bondadoso, inclusivo y alegre. Un abrazo!

Marta Castañeda Landazuri

Gerente Cumpi Camayoc y Pais Textil

4 años

Mauricio, me encantó saber de ti. Siempre. Recordé Arequipa y mi vieja pasión por la Ciencia Ficcion. Y quí estamos, en el futuro. Uno distinto al imaginado, claro. Pero no tan distinto, si uno elimina la carcaza interestelar. Me gustó tu articulo, por supuesto. Creo que cuando la ola de asco y contagio pase, van/vamos a salir disparados a buscar la vida que dejamos. Pero este 2020 es el inicio de un gran cambio que no se si veremos con tanta nitidez todos. Recomiendo leer El jinete pliádo de Laura Spiney; la gripe española del 1918. Revelador a la distancia! Abrazos mil.

Renato Lazo Bezold

Abogado - Hidrocarburos, Gas y Energía ǁ Managment ǁ Negociación ǁ Business development ǁ relacionamiento institucional ǁ Networking y Sinergias (B2B)

4 años

Gracias Mauricio por compartir. Yo cada vez tengo más dudas sobre lo que pueda venir, será realmente mayor igualdad?, o será más bien que ahora las diferencias se harán notar de manera más evidente? No sólo me refiero a las diferencias entre ricos y pobres, sino también a las diferencias entre estados ricos y estados pobres; entre naciones mejor constituidas y otras que se quedaron en el proceso. Será realmente posible que el COVID-19 nos obligue a ser más ordenados y disciplinados?, a ser más solidarios y empáticos?..., habrá bastado el primer brote?, llegará un segundo brote más devastador?; resultará que en un futuro, nuestro planeta (o quizás nuestro hemisferio), reciba otro virus aun más extraño, contagioso y mortal? Pienso que América Latina se verá muy afectada (como, en efecto ya empieza a verse), pero no sólo por que se aproxima el invierno o por la falta de hospitales y camas UCI, o por la cantidad de trabajadores independientes e informales (que requieren ganarse el pan día a día), sino especialmente, porque nuestras sociedades son naciones con procesos de formación trunca donde el orden, la identidad, la honestidad y la autoridad de las naciones del primer mundo, son vistos con algo de envidia y admiración, pero por sobre todo, con evidente falta de compromiso y auto exigencia.

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