Vivir mejor
Desde mediados del siglo XIX observamos como la esperanza de vida del ser humano ha ido aumentando en el mundo occidental. Ésta, durante la Primera Guerra Mundial y la epidemia de la gripe de 1918 (llamada también “gripe española”), cayó al igual que durante la Segunda Guerra Mundial. Lo mismo experimentaron los ciudadanos de la Alemania oriental cuando se reunificaron con la occidental, una vez caído el Muro de Berlín el nueve de noviembre de 1989. Desde 1950, la esperanza de vida está creciendo.
Este mes de marzo (el día 28), se cumple un año del fallecimiento de James W. Vaupel (1945-2022). Profesor y científico estadounidense, estuvo especializado en la investigación sobre envejecimiento y demografía. Entre otros temas, la desaceleración de las tasas de mortalidad en los grupos de edad más longevos, ha centrado sus estudios. Según Vaupel, la prosperidad y la medicina, son dos motivos para que la esperanza de vida aumente o disminuya. La mortalidad y supervivencia son conceptos muy plásticos, muy elásticos. No están fijados y, por lo tanto, son muy modelables.
Hoy tenemos más esperanza de vida, en general, porque poseemos más dinero disponible que nuestros antepasados, contamos con una educación mejor, tenemos más acceso a la información y sabemos cuidarnos mejor. En un sentido amplio, esto es la prosperidad y se pudo experimentar, en las últimas décadas, gracias a la reunificación alemana. Los estudios de Vaupel nos dicen que es algo que no se podía haber previsto pero que ahora lo sabemos y es una realidad objetiva para entender como funcionamos.
Se prevé que para 2107, en Suecia, uno de los países más longevos del mundo, haya unas 55.000 personas que cumplan los 100 años de edad. El progreso de la medicina y la salud pública tienen mucho que decir en esto aunque se insiste que afecta, de momento, a la prosperidad que puede verse en el mundo occidental. La irrupción de la inteligencia artificial y los enormes miedos que existen con las crisis económicas (guerras incluidas y una gestión política global más que mejorable), nos llevan a cuestionarnos.
Para Vaupel, el siglo XX fue el de la redistribución de la riqueza y este, en el que vivimos, será el de la redistribución del trabajo. Ya está ocurriendo y la sensación es que no estamos prestando atención a ello; no nos estamos preparando. El miedo se antepone. El cambio está siendo “invisible” pero se está desarrollando. Estamos comenzando a comprender que no podemos basar nuestra calidad de vida en la enorme cantidad de horas que dedicamos al día a trabajar, desplazamientos y preocupaciones incluidas.
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Hoy tenemos unos hábitos y conductas muy estancos con respecto al trabajo, la educación y el ocio. La fusión de éstos, será la clave en un futuro no tan lejano. ¿Qué papel juega, en nuestras vidas, lo que entendemos como “tener seguridad”? ¿Trabajaremos más años pero menos horas a lo largo de nuestras vidas? Algo se está gestando y el debate comienza a estar en la sociedad. ¿Qué ocurriría si el 90 % de la población económicamente activa estuviera eso, “activa”? Aunque sean pocas horas.
Lo que plantea Vaupel es que los Estados podrían mantener sus ingresos para seguir aportando calidad en la prestación de los servicios básicos a los ciudadanos más necesitados. Un sistema mixto pero sin la excesiva intromisión del Estado (los políticos y sus intereses cortoplacistas). Siguiendo su razonamiento, ¿cómo veremos, en el medio plazo, que haya afectado la pandemia actual? Las decisiones gubernamentales que se han tomado, ¿jugarán a favor o en contra? ¿Debemos confiar en nuestras propias capacidades o depender de un Estado tutor que nos diga qué y cómo hacer? Las libertades individuales también tienen mucho que decir en todo esto.
La naturaleza tiene sus propias reglas y los humanos estamos todo el tiempo buscando “burlarlas”; prolongar nuestra supervivencia. La técnica y la ciencia están jugando un papel clave en ello. Encontrar lo que nos gusta, lo que nos apasiona; dedicarle muchas horas de esfuerzo, nos llevará a comprender que no tiene sentido la separación del ocio, de la educación y del trabajo. Es una cuestión de aprender a autogestionarnos; de desaprender lo aprendido para adquirir nuevos hábitos. Existen muchas más cosas de las que nos beneficiaremos que del caos que creemos que puede llegar a ser cambiar conductas o hábitos. Quienes hemos adoptado este estilo de vida, desde hace mucho tiempo, podemos dar la razón a James Vaupel. La felicidad es el camino y no un fin.
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1 año¡Abrazo Ricardo y muchas gracias por tu lectura y recomendación!
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1 año¡Cordial saludo José Ignacio! Muchas gracias por tu lectura y recomendación...
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1 año¡Saludo cordial Ana! Muchas gracias por tu lectura y recomendación... ¡Buen fin de semana!
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1 año¡Muchas gracias por tu lectura y recomendación Pedro! Cordial saludo y buen fin de semana...
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1 año¡Abrazo Tíscar! Feliz finde y muchas gracias por tu lectura y recomendación...