Vulnerables
Siempre me he preguntado para qué están las redes sociales en momentos duros. ¿Cuál es la razón de su existencia si quitamos el ego personal que las alimenta? Esas vivencias tristes de compleja comprensión humana en un contexto que no podemos controlar cuando, en ocasiones, es lo que pretendemos (¡Cuánta ingenuidad!): querer controlar nuestro entorno. La mayoría de las veces lo veo en las miradas de las personas; en el mundo comercial, en el mundo de la formación y consultoría. Demasiadas necesidades.
La edad nos va llevando a un punto de maduración y responsabilidad donde se relativiza todo. Mezcla de inteligencia emocional (empatía pero la real, la emocional que cala hasta los huesos) y pensamiento estoico (imposible hacerse cargo de todo en esta vida). Una catástrofe nos recuerda lo vulnerables que somos. Cualquier ego reduce su presencia, la hace insignificante. Y, sin embargo, siempre existen (existieron y existirán) maquiavélicos personajes, nefastos, insensibles a la nada; ni hablar de las personas.
La naturaleza tiene sus propias normas y, esta semana, nos lo ha vuelto a recordar. No, no es cambio climático. No, no es ser negacionista y esos cuentos que nos quieren vender. ¿Acaso una agenda nos va a dictar y aleccionar sobre la megalomanía de demasiados mesías que, a la hora de actuar, están muy preocupados por la imagen que les devuelve su propio espejo? No. Los mismos que nos meten (y han metido) en problemas quieren decirnos cómo salir de esto. Han sabido como anestesiar.
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¿Seguimos en una eterna edad de la inocencia? Sobre todo, lo que estamos viendo en Valencia, debe (no debería) hacernos madurar y superar la «adolescencia social» en la que estamos sumergidos y, mientras se pasa y se supera este karma, exigir (en serio) responsabilidades. Demasiada desconexión existe. Es encomiable que «el pueblo salve al pueblo» pero no nos podemos hacer trampas al solitario. Demasiadas Ventanas de Overton, sencillamente, colapsan ante la realidad más dura. Esta realidad.
Demasiados pocos se aprovechan de millones que trabajan y viven de forma noble, honesta y sin grandes lujos más que la propia necesidad de pertenecer. A sus familias, amigos, a un proyecto, a un trabajo y con la sana intención de vivir; no de existir, tan solo, vivir dignamente. La aceleración digital en la que estamos sumergidos nos está llevando por caminos que nunca hemos pedido y, si bien es verdad que nos aporta en cierta calidad de vida, nos roba la esencia humana. ¿Hacia dónde vamos?
Las dimensiones de esta tragedia deben mostrar la altura de quienes toman decisiones. La eficacia y el poder de acción que tiene un Estado no deben dejar lugar a dudas y actuar. Hablamos de personas. Todo lo que no sea esto es dejadez de funciones, mezquindad, lo más bajo de la mediocridad a nivel gestión. Existe una ética y una moral común en la gestión. Cuando la vulnerabilidad humana golpea la puerta de tu casa, y esta tragedia lo es, la gente no debe olvidar jamás quién está realmente a su vera.
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1 mes¡Abrazo y gracias Javier!
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1 mes¡Gracias y saludos Frida!
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1 mes¡Gracias y un abrazo Iosu!
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1 mes¡Gracias y saludos Alcidio!
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1 mes¡Saludos Pedro! Gracias...