¿Y si el norte fuera el sur?

¿Y si el norte fuera el sur?

Alguna vez te has preguntado: ¿Y si el norte fuera el sur? No, no estoy parafraseando a Ricardo Arjona ni filosofando en el sentido figurativo de la frase. Me refiero al sentido literal: ¡Santa viviendo en el Sur!

Pues, déjame informarte que eso ya ha sucedido en nuestro planeta, y no una, sino cientos de veces ¿Cómo es eso posible?

Seguramente cuando escuchas la palabra norte magnético lo primero que se te viene a la mente es la popular brújula y cómo ha sido usada por los navegantes para orientarse en sus travesías a lo largo de los siglos. Pero el campo magnético juega un rol un poco más discreto pero aún más importante: ¡nos mantiene vivos!

El campo magnético terrestre, aunque sea invisible al ojo humano, crea una barrera que nos protege de la radiación espacial


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Ilustración del campo magnético terrestre, enfrentándose a una tormenta solar (fuente:gaceta.unam.mx)

El campo magnético terrestre, aunque sea invisible al ojo humano, crea una barrera que nos protege de la radiación espacial, especialmente la que proviene del Sol. Este choque entre invisibles genera un espectáculo que sí que se puede ver: las auroras.

Ahora bien, las auroras sólo son visibles en los polos de La Tierra. Por lo tanto, una inversión polar puede hacer que se observen auroras en lugares nunca antes vistos por el hombre, ¿qué tal sería vacacionar en una playa del Caribe mientras admiras un espectáculo de luces en el cielo nocturno?

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Aurora boreal en Noruega (fuente: telemundo.com)

No resulta del todo descabellado, la historia de La Tierra está repleta de fenómenos cíclicos, eventos que ocurren cada cierto intervalo de tiempo (como las glaciaciones, terremotos, entre otros). Pero también se tiene evidencia sólida de que La Tierra ha invertido sus polos al menos, unas cientos de veces desde su existencia.

Se descubrió que este fenómeno ocurre aproximadamente cada 300.000 años

Y para hallar evidencias, debemos retroceder hasta la creación de Pangea y la expansión de los continentes hasta la imagen actual de hoy día. La primera observación la ofrece el alemán Alfred Wegener en 1912 en el que afirma que los continentes de África y Sudamérica se encontraban “juntos”, señalando evidencias obvias como el hecho de que la forma de ambos continentes hacen que puedan encajarse como pieza de rompecabezas, hasta unas más elaboradas como la aparición de fósiles de la misma especie en ambos continentes.

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Evidencias mostradas por Wegener en su Teoría de Deriva Continental (fuente: wikipedia.org)

Finalmente esta teoría dio paso a lo que hoy llamamos Tectónica de Placas, que en lenguaje poco técnico (para que todos entiendan) explica que los continentes se mueven a través de enormes cintas transportadoras llamadas placas tectónicas.

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Animación de la Teoría de Tectónica de Placas (fuente: wikipedia.org)

Un motor de esas “cintas transportadoras” es la Dorsal Mesoatlántica, la verdadera responsable de que América y África se estén separando. Este motor no es más que un sistema de corrientes de convección de magma proveniente del interior de La Tierra, generando nueva corteza a cada lado conforme se abre espacio entre continentes.

Cada cierto intervalo, los minerales magnéticos invertían su orientación

Conforme este motor hace mover muy lentamente (apenas unos centímetros por año) nuestra enorme cinta transportadora, va dejando cada cierto tiempo rocas muy calientes (casi fundidas), que poseen en su interior minerales magnéticos, como “pequeñas brújulas que flotan” libremente en su interior. Y que al enfriarse, se quedan totalmente sólidos, paralizados y orientados hacia el norte, dejando una huella magnética rastreable. Resulta que al evaluarse el suelo marino de esta enorme cinta transportadora se descubrió que cada cierto intervalo, los minerales magnéticos invertían su orientación.

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Diagrama ilustrativo simplificando la tectónica de placas y la polaridad del suelo oceánico

Además, midiendo la distancia entre orientación de las rocas y teniendo en cuenta la velocidad de esa cinta transportadora (que no es más que la velocidad a la que los continentes se han estado separando), se descubrió que este fenómeno ocurre aproximadamente cada 300.000 años. Lo cual es literalmente un chasquido de Thanos en tiempo geológico, pero que en nuestro sentido del tiempo, es una verdadera eternidad.

¡Así que, puedes agendar tu próximo viaje de verano a Noruega con la total certeza de que las auroras estarán esperándote por un buen tiempo!

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