Y… ¿ya sabes qué es?
Hace un tiempo escuché una frase que me resonó y me dejó pensado en un concepto del cual no me había percatado. La presión social sobre el sexo de la persona por nacer.
Hasta entonces no había reparado en esa situación. Yo soy madre y recuerdo que, en mis dos embarazos, una de las primeras cosas que me preguntaban (y que también he preguntado) era: “Y… ¿ya sabes qué es?”. A esa pregunta inicial, le seguían otras como: ¿nena o nene? ¿a vos qué te gustaría que sea?, ¿qué nombre le vas a poner?
Existe una costumbre culturalmente arraigada que se inicia desde el momento en que nos enteramos del embarazo, de una manera natural iniciamos el proceso de construcción de identidad de esa persona por nacer. Elegimos un nombre, le compramos ropa, armamos un espacio físico eligiendo colores, imágenes o juegos que creemos que le van a gustar.
Creemos y sentimos saber lo que esa persona que se está gestando va a querer, trasladamos nuestras preferencias y gustos hacia el espacio físico y social que le recibirá y acogerá. Probablemente esto no suceda de forma tan deliberada y consciente, sino que forma parte de la cultura, de que lo que se hace cuando un nuevo ser está por nacer.
Al nacer, la genitalidad de un individuo define el género que se le asigna. Esa definición comienza a crear una identidad que, desde lo social e histórico, presionará para una elección binaria.
Desde lugares muy sencillos, hasta lugares muy complejos, la cultura construye de formar binaria. Entras a una tienda a comprar un regalo a un infante y la primera pregunta de quién atiende es: “¿Para nena o para varón?”. Los ejemplos siguen; juguetes, uniformes escolares, deportes, formas de expresarse. Todo se enmarca en esa elección binaria.
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Esa decisión parte desde el amor, parte desde engendrar un ser, de soñarlo con un nombre y verlo crecer lo más parecido a aquello que, no solo madres y padres, sino también nuestra tribu y entorno familiar han soñado.
Este recorrido, que vivimos desde la naturalidad de una cultura, me llevó a pensar desde mi lugar de madre y mujer hetero, reflexioné que pasa en el cuerpo, la mente, el corazón y el alma de una persona que siente que esa identidad no la representa. Que no se relaciona con su deseo. Que no se acerca a lo que sueña para su futuro. También, me detuve a pensar en aquellos que soñaron y moldearon a esa identidad desde el amor.
No me ha tocado vivir en primera persona una identidad de género que no me representa, he sido espectadora de primera o segunda línea, pero igual he aprendido mucho.
Lo primero que aprendí, es que es la identidad de género no es algo que se elige como quien elige un club de fútbol. Así como yo no puedo explicar cuándo o cómo elegí ser mujer hetero, tampoco puedo asociar dicha elección a enamorarme de un varón hetero, abarca mucho más. Siento que la identidad de género conforma algo que te representa, que se te parece, con lo que te sentís identificado en cuerpo, mente y alma.
También aprendí que no identificarse con la identidad de género asignada no es un camino fácil, pero seguro se vuelve más llevadero, si hay una familia que contiene y sostiene, porque es en casa donde siempre buscamos refugio.
En el mes del orgullo, seguramente estemos muy lejos de sabernos lo suficientemente diversos para que no nos llame la atención dos varones besándose o una maestra trans. Pero ya es un enorme paso ganado que cada vez menos personas que no se identifican con la identidad de género asignada al nacer no necesiten esconderse en un armario.
People Analytics | Data Scientist | Analytics Translator | Hago preguntas y dibujitos, y de vez en cuando codeo en R y hago tableros en Visier, Qlik Sense y PowerBI| HR NeRd
2 añosMe encantó el artículo Analia. Cuando mi hija empezó el jardín empezó a ser más evidente el tema de los roles, y de los mandatos. Dado que estoy tan cerca de tema de las carreras, sueldos, etc., una de mis principales preocupaciones es que ella tenga la mayor cantidad de opciones posibles, y lo que veía con el correr del tiempo es que el entorno empieza a encasillar. Hacer frente a esos roles y tratar de expadir los límites de ella y los míos es un trabajo enorme, y a veces pienso si esto es difícil, lo duro que debe ser salir del clóset y enfrentarte a las expectativas de la sociedad y de tu familia. Por suerte leo con más frecuencia familias que aceptan la identidad y orientación de sus hijas e hijos y lo que significa para las personas el alivio de contar con la contención de sus seres queridos. Para mi es importante respaldar las luchas de la comunidad LGBTIQ+, porque pueden no representarme hoy, pero mañana puede pasar que tenga que apoyar a un ser querido. Y así como yo pude vivir mi sexualidad y mis relaciones con la misma libertad y tranquilidad que vos, todas las personas deben tener el mismo derecho independientemente de su identidad u orientación sexual.