¿Ya todos dieron like?

"¿Ya todos dieron like"? La frase es real y la escuché más de una vez en diversas oficinas mientras lideraba equipos de redes sociales. Existe una rara y extraña creencia, y puedo decir que también tendencia, en la cabeza de ciertos jefes, asesores y funcionarios del sector público, de que los "likes" o Me Gusta ayudarán a obtener mejores resultados, en términos de imagen o reputación, para la persona que lidera una institución. Nada más falso, estos reconocimientos virtuales solo contribuyen a reforzar la formación de identidad de una persona, más no de una organización que lucha por proyectar una buena imagen corporativa..

El ‘like’ funciona muy bien para las cuentas personales, otorga el don de la popularidad a quien lo recibe y de eso se alimentan (o viven) los llamados influencers. Quizás suene algo exagerado para los que crecimos en la era analógica, pero para las nuevas generaciones determinan un éxito social dentro de sus círculos de pertenencia.

En el caso de las empresas u organizaciones públicas, el like no determina exactamente lo mismo. No vas a vender más como empresa ni vas ganar al premio a las buenas prácticas en gestión pública por obtener centenares de dedos hacia arriba. En realidad, los indicadores más importantes van por el grado de alcance, la interacción a través de los comentarios o la conversión. Por ejemplo, compartir información, realizar una compra, compartir datos o atender una consulta pueden entenderse como acciones de conversión. La clave está en la conexión con la audiencia.

En una entidad pública no puedes buscar likes bajo la creencia de que así mejorarás la reputación de la organización, alicaída en medio de las críticas que recibe a diario. Así presiones a todo tu personal para que generen likes, esa distorsión comunicacional no contribuirá en nada a mejorar la reputación si tus servicios son deficientes o si no se cumple. lo que pregonan. Algunos administradores de estas redes incluso han ido más allá (y los han descubierto porque en la era digital todo deja huellas) al crear cuentas falsas para generar esa sensación de que su autoridad va por el buen camino con sus actividades públicas. Lo estás engañando al pobre hombre (o mujer).

No vendes nada, solo ofreces servicios y estos, se supone, deben de satisfacer las expectativas de la ciudadanía. Al ciudadano de a pie no le interesa que una autoridad oficial inaugure un servicio, se reúna con un desconocido, participe en una ceremonia o inspeccione un local con un grupo de fotos en Twitter, Facebook o Instagram. Y menos si le haces un video autobombo donde el protagonista es él y no el ciudadano satisfecho.

Al ciudadano le interesa el servicio eficiente, la información que oriente, eduque, facilite un trámite, advierta o en cierta forma entretenga dentro de la variedad de productos que ofrece la organización. Y esto no lo digo yo, las métricas de cada red social permiten conocer al detalle el interés de la audiencia. Lamentablemente, estos indicadores casi siempre son dejados de lado por los directivos que buscan y presionan por los likes.

No es necesario revisar los indicadores de las redes sociales para concluir que los servicios, los trámites y la información de valor agregado (sean textos, podcasts, gráficos animaciones 2D o videos) son los que más atraen a las personas y ayudan a generar la conversión deseada a través del alcance y las interacciones. El culto a la autoridad no contribuye en nada dentro de una organización que pugna por posicionar sus servicios y productos en las redes sociales. Espero lo lean aquellos despistados que presionan a sus equipos para generar esa. sensación de éxito en una publicación, no engañes a tu jefe con los likes.

Si estás de acuerdo con este texto, comenta y si no, también. Los leo.