Yo escribí la muerte de mi madre. El milagro de la narrativa autobiográfica.

Yo escribí la muerte de mi madre. El milagro de la narrativa autobiográfica.

Amanecido el trece de Junio del año mil novecientos sesenta y siete, mamá Amelia dejó una caterva de imágenes radiográficas, análisis clínicos y turnos médicos que aquel día perdieron toda su importancia. Apenas unos días antes había salido urgida por el horario, casi de madrugada y olvidándose prendida la luz de su dormitorio. (...) Nosotras dos dormíamos(...) mientras mi padre esperaba a mi madre en el interior de un taxi estacionado en la misma puerta de la casa, ese coche había mordido el cordón de la vereda Para colmo de males, ese once de Junio de mil novecientos sesenta y siete hizo un frio que no veas.  Tanto que el agua se escarchaba sobre los esqueletos de chapa de los conventillos del barrio y los hacía parecer de plata hasta que el sol calentara y desnudara la pobreza.

 Mi padre la observó mientras ella cerraba la puerta del portón de verja negra que daba sobre la calle. Mi madre llevaba, como siempre, su collar de doble vuelta de perlas cultivadas blancas, una falda de paño escocesa en tonos de verdes con la chaqueta en juego por debajo de la cual asomaba tímidamente un jersey color crema de leche. Ella se acomodó en el coche, atrás y al lado de mi padre que ya se había deslizado con esa tabla de madera lustrada marrón que siempre utilizaba para deslizarse desde la silla de ruedas hasta el asiento de los vehículos, inclusive el suyo propio. Con un viaje corto, de menos de veinte fichas, estuvieron en pleno centro de Avellaneda. (...)

 El taxista subió el coche a la acera y prácticamente se estacionó junto al portal del Sanatorio Central, el hombre quiso evitar que José tuviera que recorrer demasiado trecho pero Pedro, su secretario, que ya estaba esperándolos hacía más de media hora (...) Sacó del maletero del auto la silla ortopédica y acomodó a José,mi padre. Los tres avanzaron por un hall embaldosado con mármol blanco. Amelia caminó en silencio y haciendo caso omiso de un chiste inoportuno de Pedro.  Mucho tiempo después mi padre siguió atormentado por su palidez extrema y esa mirada de resignación fatalista . El rayo de un sol débil se coló sin que llegara a iluminarle el rostro.

 José la había sentido temblar cuando ocuparon el asiento trasero del taxi. Dijo que le tomó las manos y le pidió un beso. Parece que mi madre estaba como ausente, quizás buscando la forma de no traicionarse y revelarle su lucha interna.

  -No seamos sentimentales- había susurrado.

Por un momento tuve la debilidad de creer que ella era más fuerte que Dios, más que la muerte- comentó tiempo después mi padre. Contó también que mientras se dirigían hacia el sanatorio el chofer le hablaba y le hablaba -no sé de qué cosas. ¿De qué me hablaba? Pensé que no tenía derecho (...)

-Cuida mucho a las niñas-Cuida mucho a las niñas- le repitió mi madre- Es lo que interesa. Pase lo que pase. Deberás hacerte duro. Eres un hombre. El infortunio no consiguió vencerte antes. No debe hacerlo ahora.- Mi padre permanecía en silencio.

 - Recuerda, las niñas siempre contigo. Así lo espero. Los hijos no se regalan. Tienes que luchar como un león para verlas un día universitarias. (...)

 Cuando el taxi se detuvo, mi padre miró hacia arriba buscando en la sucesión de ventanitas rodeadas de ladrillo oscuro de la fachada del sanatorio. Trató de imaginarse cuál habitación les tocaría en suerte. (...) El ascensor los llevó hasta el piso tercero. Caminaron unos pocos pasos hasta una puerta gris con el número doscientos cinco. (...) No funcionaba la calefacción y mi madre se alzó un poco más el cuello de su chaqueta tratando de protegerse. Frías lucían también las dos sillas de hierro tubular. Frío aparecía también en su grotesca dimensión de soledad el Jesucristo colgado como al descuido sobre la pared. Hasta el sol que pretendía por instantes penetrar tímido por la ventana se moría de frío.

 Al día siguiente, José esperaba en un hall de dos por cuatro, escuchando sin querer la música disonante de los ascensores subiendo y bajando sin sucesión de continuidad. Eran varios quienes lo acompañaron pero nunca supo decir cuántos. (...)

 Había un interminable ruido de voces (...) Voces que iban y venían en los elevadores, acercándose y alejándose, siempre iguales, con la dispar interrupción de alguna más aguda o más grave que las otras. También el rodar apresurado de las camillas por un pasillo inmediato. Todo parecía irreal, inexplicable. Plantas y ceniceros inexpresivos, humo de tabaco saturando el ambiente. José tuvo la impresión de que su hermano Juan caminaba y caminaba (...)

 Mi padre apenas había alcanzado a rozar la mejilla de mi madre cuando se la llevaron. Pero ella vió sus lágrimas y le dijo- ¡No seas flojo! Los camilleros comentaron al salir- ¡Qué valiente, ella es la que alienta!

  A mi padre sólo le interesaba la puerta que acababa de cerrarse y aquella luz roja que se encendió arriba. Contra los cristales opacos veía cuerpos, figuras indefinidas que aparecían y desaparecían como en una pantalla de zombis, sombras en movimiento que se proyectaban para esfumarse. De tanto en tanto, una enfermera salía sin pronunciar palabra.

 Estoy segura de que mi padre trató de alejarse de esa espera que lo destruía. Buscó en su memoria otra tarde mejor, (...). La tarde que en aquel registro civil de Wilde, el oficial de justicia les preguntó:- ¿Quiere usted por esposa? (...)

 Mi padre miró su reloj de pulsera, ¿acaso no funcionaba? Sí, lo hacía, pero el tiempo signado por la angustia siempre es largo. El anestesista salió impávido. Tanto mi padre como los demás se lanzaron sobre él. -¿Doctor?- Estamos haciendo todo lo posible- les dijo alejándose, dejando que la duda les demoliera el espíritu.El dolo humano es insondable, desgarra(...)

Finalmente la puerta se abrió para que salga un cirujano vacilante a balbucear (...)

Fragmento de manuscrito registrado como novela inédita de Gabriela Fernández Rosman

Guionista audiovisual-Periodista

                                                         Talleres online de narrativa autobiográfica

@fernandezrosman





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