Yo no me fío

Yo no sé ustedes, pero yo, como 'gato escaldado que del agua fría huye', no dejo ni un segundo de monitorizar a nuestra flamante presidenta europea, @Ursula von der Leyen, para ver si su nueva Comisión vuelve a las andadas y olvida sus manifestaciones de comprensión de hace unos meses hacia los agricultores y ganaderos que llenaban las vías de comunicación de toda la Unión Europea, cuando afirmaba que se debería tener en cuenta “la capacidad de absorción” de la regulación comunitaria en marcha -en buena medida de carácter medioambiental- por parte de los sectores sociales y económicos. Una capacidad de absorción cuyo ritmo, intensidad, presión, calendario y costes, con el horizonte 2030 y 2050 por delante, lleva tiempo forzando hasta el límite a los sectores agroalimentarios.

Y si Von der Leyen necesitó que un lobo matara a dentelladas a su querido poni Dolly para que la ya jefa del gobierno comunitario cambiase su posición política sobre el estatus de protección del lobo dentro de la UE, la conservadora alemana ha tejido ahora una nueva 'mayoría Ursula', formada por cuatro grupos, populares, socialistas, liberales… y verdes, que ha girado así hacia la izquierda, y cuyo arranque genera desconfianza porque su discurso de reelección incluyó el compromiso de nuevo con los objetivos del Pacto Verde -que, curiosamente, su propio grupo político ha ido cuestionando cada vez más-, y varias referencias a la acción por el clima.

Y ya sabemos cómo acaba eso, pese a que manifestó que quiere seguir colaborando con los agricultores, los responsables políticos, la sociedad civil, las partes interesadas y los ciudadanos para que “podamos construir una agricultura y un sistema alimentario competitivos y resistentes. Por eso he convocado un Diálogo Estratégico sobre Agricultura que presentará en breve su informe”.

Pero una cosa es predicar, y otra dar trigo o, dicho de otra forma, una cosa son las palabras bonitas sonriendo en campaña electoral, a la caza del voto, y otra cosa es marcar la línea política a desarrollar, ya con el bastón de mando de nuevo en las manos, para los cinco años de la nueva legislatura europea. En español tenemos muchos dichos populares para definir esa forma de actuar, nada inhabitual por otra parte entre los responsables de las políticas públicas: 'donde dije digo, digo diego...', 'si te he visto, no me acuerdo...', 'las palabras se las lleva el viento'... Y además, ahora, tienen que aterrizar en las respectivas vicepresidencias, comisarías y grupos del Colegio de Comisarios quienes van a implementar las normativas y su intensidad para desarrollar las estrategias previstas. Y alguno de los nombres cercanos previstos no genera especial tranquilidad.

Queremos ser el primer continente climáticamente neutro en 2050, lo cual es un objetivo loable y necesario, a defender y desarrollar por todos. Pero la agricultura y la ganadería se ven como un blanco fácil. Parece que es mucho más fácil deshacerse de las vacas que de los combustibles fósiles, los coches o las industrias pesadamente contaminantes. Nos cargamos la ganadería y luego ya veremos.

Europa representa 'solo' el 7,7% de las emisiones totales anuales del mundo (y España únicamente el 0,6%), pero tenemos que ser los adalides de las políticas climáticas a costa de nuestros ganaderos y agricultores, esos mismos que siempre se dice que son imprescindibles, que alimentan al mundo, que en la pandemia lo dieron todo… Y yo intuyo -llámenme malpensado- que detrás de eso tiene que haber determinados intereses, del tipo que ustedes quieran -geoestratégicos, ideológicos, políticos, financiero-económicos-.

Las dinámicas políticas en Bruselas y Estrasburgo son difícilmente entendibles desde una óptica 'no eurocéntrica'. Por ejemplo, el proceso de elaboración del Reglamento de restauración de la naturaleza (pilotado por el socialista español César Luena) fue blanco de una fuerte campaña de oposición por parte del Partido Popular Europeo (PPE), la formación a la que pertenece Von der Leyen, que ahora tendrá que implementarlo con una Comisión apoyada por socialistas y verdes. Y ello junto al resto de normativas de base (Pacto Verde, estrategia De la granja a la mesa, directivas medioambientales…) que acabaron sacando los tractores a las calles hace unos meses y que mantienen en vilo a agricultores, ganaderos, pescadores, industrias y a toda la cadena de producción de alimentos.

Que no me fío, que no.