Vaya por delante para entender esta crítica que pagamos la friolera 1800 euros por tres noches en una “habitación clásica doble con vistas”; vistas que uno piensa que serán al mar cuando se trata de un hotel de costa y, sobre todo, del tamaño y la disposición de éste,pero que en realidad lo eran a la parte delantera del hotel, es decir, al aparcamiento; eso sí, con unas colinas de fondo (mea culpa por no haber leído la letra pequeña pecando de ingenuidad… vista, mientras hay ventana, siempre la hay a algún sitio…). El hotel, ciertamente, no es terrible pero a estos precios, no sirve cualquier cosa y hay detalles que no son admisibles. Es el clásico edificio monstruosamente grande construido a modo de “teatro griego” aprovechando lo escarpado de la costa (de esos que ya no se permite construir en muchos países para evitar destrozar en litoral). Está ubicado a unos 40 minutos andando de la entrada al centro histórico de la ciudad. El emplazamiento no es perfecto para visitar la ciudad pero a cambio ofrece la posibilidad de bañ**** en el mar en su “playa-espigón”… razón por la que escogimos el hotel; eso sí, te tienes que levantar a las 8 de la mañana para poner tu toalla en una de las docenas, aunque absolutamente insuficientes hamacas para el tamaño del hotel, que están apiñadas como sardinas en lata (muy adecuado en tiempos de Covid) en la zona de playa. Llegamos al hotel después de nuestro vuelo sobre las once de la mañana, conscientes de que la hora de entrada era a las tres. Por supuesto nos dijeron que la habitación no estaba limpia todavía, cosa comprensible, pero que lo señalaban como prioritario puesto que ya habíamos llegado y que nos avisarían en cuanto estuviera lista para hacernos esperar lo menos posible… lo agradecimos aunque es una atención lógica a 600 euros por noche. Nos dijeron podíamos esperar en el hotel. Nos sentamos en la terraza a tomar un refresco, paseamos por el hotel, tiempo después preguntamos varias veces cuándo pensaban que estaría lista la habitación (obviamente sin respuesta clara), comimos en su restaurante y, por fin, casi 4 horas después, a las tres menos diez, nos avisaron de que la habitación estaba preparada… todo un detalle al nivel de un hotel de presunto servicio de lujo. Inverosímil que en 4 horas no tuvieran tiempo de preparar la habitación… Subimos a la habitación, que es de esas que lo tienen todo junto, la cama separada de la bañera por un tabique de cristal con estampado tropical de dudoso gusto y sin puerta de separación-intimidad. Moda que nunca entenderé y menos en los hoteles de lujo…debe ser un lujo que se te vea mientras te duchas si alguien abre la puerta de la habitación o despertar a tu acompañante con la luz del baño a media noche o por el ruido del grifo del lavabo. El mobiliario, justito, de hotel playero de 4 estrellas… pero la cama comodísima, para ser honestos. El desayuno… rememora el conflicto armado que lamentable vivió la extinta Yugoslavia. Si vas entre 9 y 10 es la gue
Fantástico
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