El ambicioso primer capítulo de su fascinante ascenso al trono del pop. Beyoncé Knowles no arriesgaba gran cosa comercialmente cuando debutó como solista en 2003 con Dangerously in Love. Su estrella ya había eclipsado a la de sus compañeras de Destiny’s Child, en parte gracias a varios papeles cinematográficos y a “03’ Bonnie & Clyde”, en la que colaboró con su famosísimo novio JAY-Z. El grupo aún sobreviviría un par de años más, pero este es el primer álbum en el que Beyoncé grabó canciones a la altura de su ambición. “Crazy in Love”, un single que sampleaba a Chi-Lites junto a JAY-Z, redefinió el R&B del nuevo milenio con un sonido más desatado, desafiante y perdurable que cualquiera de sus éxitos con Destiny’s Child. Es una declaración de intenciones que Beyoncé nunca ha traicionado. Su mayor éxito global hasta entonces apareció rodeado de otras muchas canciones a su altura. “Baby Boy”, una colaboración con la estrella del dancehall Sean Paul, se hizo casi igual de omnipresente. Con sus guiños a “Love To Love You Baby” de Donna Summer, “Naughty Girl” reconstruye a su manera el legado de soul más bailable y la música dance. Dangerously in Love se mueve por estilos diversos y, a diferencia de otras divas de la época, Beyoncé dejó amplio espacio para las baladas. Entre las mejores, “Dangerously in Love 2”, escrita originalmente para Destiny’s Child, y “The Closer I Get to You”, un dueto con el coloso del R&B Luther Vandross. El hecho de que su debut haya quedado como un álbum secundario en la discografía de la artista es la prueba concluyente de hasta qué punto utilizó su poder mediático para ampliar los límites y subvertir las convenciones del mainstream. Sus proyectos posteriores la llevaron en distintas direcciones hasta que el término “estrella del pop” se le empezó a quedar pequeño. Pero, desde luego, nada hubiese sido lo mismo sin un primer capítulo tan rotundo y ambicioso como este.
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