Mozart Momentum - 1785
Cuando un Mozart de 25 años llegó a Viena en 1781, quedó maravillado por las posibilidades de la capital, que era el centro del mundo musical occidental y reunía a los mejores intérpretes y compositores de Europa. En apenas cuatro años, el joven Mozart ya se contaba entre ellos. Solamente en 1785, escribió algunas de sus obras de cámara y conciertos para piano más asombrosos e imaginativos. Esa es la música que el pianista noruego Leif Ove Andsnes y la Mahler Chamber Orchestra exploran en este álbum fascinante. “Al dar al piano un papel solista más heroico, Mozart plantó la semilla de lo que se convertiría en el concierto para piano romántico”, dice Andsnes a Apple Music sobre las influyentes obras que reúne su grabación. “Algunas de las cosas que hizo fueron totalmente novedosas, incluso revolucionarias”. Se refiere a innovaciones como la introducción del entonces exótico clarinete en sus orquestaciones o los emocionante desafíos técnicos que escribió para el piano. “El Concierto en mi bemol (n.º 22) (The E-Flat Concerto [No. 22]), el tercero del álbum, tiene pasajes de octava muy exigentes en los que ambas manos recorren todo el teclado”, explica. “El virtuosismo se convirtió en parte importante de su expresión y en un sello de la calidad de su música”. A Andsnes le intrigan las razones por las que la música de Mozart alcanzó repentinamente la mayoría de edad en 1785. Quizás la competencia feroz a la que se enfrentaba en Viena fuera una de ellas. “Mozart escribió los conciertos en re menor (n.º 20) y en do mayor (n.º 21) con sólo un mes de diferencia, pero no podrían ser más distintos entre sí”, dice Andsnes. “El primero es crudo y oscuro, mientras que el segundo suena travieso a la vez que majestuoso”. Este álbum reúne al pianista con la Mahler Chamber Orchestra tras el éxito formidable de Beethoven Journey, la integral de conciertos para piano de Beethoven que grabaron en 2015. El sentido de la aventura de sus músicos es lo que atrae a Andsnes de la agrupación. “Tenía muchas ideas en mente para la orquesta”, explica, “pero al final me dieron un sonido ligeramente distinto. Fue muy inspirador escuchar cómo cambiaban el color de la música de algo muy abierto a un tono íntimo y solitario en una décima de segundo”. Aquí, Andsnes nos lleva por la música de una grabación tan extraordinaria como reveladora. Concierto para piano n.º 20 en re menor, K. 466 (Piano Concerto No. 20 in D Minor, K. 466) “Es una obra muy dramática y uno de los dos únicos conciertos para piano que Mozart escribió en tono menor. Está llena de agitación y tiene cosas en común con obras como Don Giovanni o el Réquiem. Por primera vez, vemos cómo Mozart separa al solista de la orquesta. El piano entra con una música solitaria que suena muy diferente. El segundo movimiento está en tono mayor, y tiene una de esas melodías tan encantadoras que no puedes evitar tararear al salir del concierto. En la parte central hay un diálogo entre los instrumentos de viento y el piano, algo que entonces era nuevo y que Mozart desarrollaría más adelante. Aunque el ‘Rondo’ vuelve al tono menor, no es tan oscuro como el primer movimiento. Termina alegre y enérgico, como si Mozart quisiera que olvidáramos lo sucedido”. Concierto para piano n.º 21 en do mayor, K. 467 (Piano Concerto No. 21 in C Major, K. 467) “Mozart nos presenta aquí un mundo muy diferente. Es como un cuento de hadas con un punto de travesura y un segundo movimiento balsámico. ¿Cómo pudo componer algo tan hermoso? En medio de esa belleza, suenan de repente unos compases de armonías dolientes antes de regresar a la misma atmósfera despreocupada. Así es Mozart. Tiene esas dos caras, la de las lágrimas y la de la sonrisa”. Fantasía en do menor, K. 475 (Fantasia in C Minor, K. 475) “Esta pieza para piano solo es inusual en Mozart. Pasa de un episodio a otro sin seguir ninguna forma específica, lo cual probablemente nos da una buena idea de cómo eran sus sesiones de improvisación al piano, cuando simplemente se sentaba a tocar. Es sorprendente cómo las octavas oscuras y enigmáticas que abren la pieza vuelven al final. Nos hacen sentir que todo está unido, pero en realidad no parece haber ninguna conexión entre los distintos pasajes”. Cuarteto para piano en sol menor, K. 478 (Piano Quartet in G Minor, K. 478) “Mozart prácticamente inventó el cuarteto para piano, y este es el primero de los dos que escribió. La conexión con Beethoven es evidente. El tema del primer movimiento es bastante elemental y menos cromático que otras partituras de Mozart en tonos menores. Sin embargo, hay un diálogo realmente interesante entre el piano y las cuerdas, y las texturas son bastante sinfónicas en algunos momentos. Después del primer movimiento, hay un ‘Andante’ maravilloso, muy sereno, y un último movimiento en sol mayor que desborda alegría y virtuosismo”. Maurerische Trauermusik en do menor, K. 477/479a (Maurerische Trauermusik in C Minor, K. 477/479a) “Una pieza para orquesta muy interesante. Viene del mundo de la masonería, y Mozart construye una especie de columnas sonoras. La música no se centra tanto en la melodía como en la atmósfera y los rituales. Escribió música parecida en su ópera La flauta mágica. Tiene una orquestación maravillosa y mística, con colores fantásticos”. Concierto para piano n.º 22 en mi bemol mayor, K. 482 (Piano Concerto No. 22 in E-Flat Major, K. 482) “Es el concierto para piano más largo de Mozart. Es monumental y todo un desafío técnico. El primer movimiento es muy sinfónico y tiene distintas capas. El segundo, sin embargo, es probablemente su mejor partitura de variaciones. Es algo increíble. Está en do menor y comienza con unas cuerdas apagadas que presentan el tema antes de llevarte por un montón de variaciones maravillosas. Luego llega el final. Es tan doloroso que sientes que tiene que haber algún tipo de liberación. Finalmente, llega con un atisbo de do mayor que, para mí, es una especie de despedida de la vida y uno de los momentos más conmovedores de Mozart. En el último movimiento, nos da una melodía que se puede silbar por la calle, una especie de tema de caza. Es una cosa encantadora, pero también una composición adelantada a su tiempo que exige virtuosismo. Mozart interrumpe la alegría del movimiento con una sección lenta de íntima belleza que pone los clarinetes en primer plano. Después, volvemos por fin al tema de caza. Este me parece el más generoso de todos los conciertos de Mozart”.