Graduado con las máximas distinciones académicas del Conservatorio de Moscú y alumno de leyendas como Shostakovich, el virtuoso violonchelista llevó su talento hacia occidente en los años 70. Dirigió la Orquesta Sinfónica Nacional en Washington durante 17 años, donde su refinada técnica y potencia despuntaron, revitalizando exquisitas obras de Dvořák, Haydn y Bach, entre otros. Con una particular destreza emocional, timbres inusuales y auténtica pasión interpretativa, sus piezas son de los más valiosos tesoros del siglo XX.