Compromiso de calidad
¿Qué se te viene a la cabeza cuando piensas en gestión de la calidad?
En muchos casos se piensa en burocracia, ISO, protocolos, cumplimiento de normas... pero no siempre es así. Según la AEC (www.aec.es) «el 70% de los empleados de las empresas no están suficientemente comprometidos con su trabajo». Los miembros involucrados del equipo tienen mayor productividad, más motivación, menos rotación y menor absentismo. ¿En qué momento se considera al equipo para el cumplimiento de la calidad?
Te voy a comentar 4 de los factores a considerar para mejorar el compromiso con la calidad del servicio o del producto:
- Valor: conocer qué es lo que realmente aportas y en qué condicionan tus actuaciones a tu entorno u organización son claves para incrementar el compromiso. Hay varias herramientas para conocer el valor de tus acciones: proporcionar una solución a una necesidad de la sociedad, colaborar con terceros, compartir el progreso, aprender de o enseñar a otros miembros, influenciar... «Es importante que aprendan a ser eficientes, a desarrollarse de forma sostenible y a aportar su granito de arena para mejorar el entorno en el que están presentes». Vilaseca, Borja. El Principito se pone la corbata.
- Personas: muchas veces nos centramos en agradar al público, dando solución a sus problemas, y son las mismas veces las que nos olvidamos de nosotros mismos. Esto mismo sucede en las empresas, nos centramos en los clientes olvidándonos de nuestro equipo. No digo que descentres tus recursos de los clientes, pero hacer participes al equipo de decisiones, cubrir sus necesidades, escucharlos y conocerlos, acentuará su nivel de satisfacción laboral, y por ende la productividad y compromiso con la organización, la calidad de la misma. Otras personas que también intervienen en la calidad del servicio o del producto son los colaboradores o proveedores. En numerosas ocasiones, un porcentaje elevado de la producción corresponde a terceras empresas. Cada empresa tiene su visión en el tipo de relación que desea tener. Dejar los puntos claros al principio dará completa tranquilidad a todas las partes, y fijará su nivel de compromiso y expectativas de tal manera que no haya malos entendidos (o al menos, los mínimos posibles) mientras dure la relación. Esto permitirá que cada uno se centre en lo verdaderamente importante, la calidad en su aportación a la cadena de valor.
- Procesos: Hay una variedad de tipos de intervención que puedes realizar, desde interacciones puntuales, rutinarios hasta proyectos estratégicos a largo plazo. Fundamentalmente, los procesos tienen que tener en cuenta el contexto en el que se llevan a cabo, ser lo más simplificados posibles, eficaces, claros, marcar la relación entre ellos e identificar las herramientas necesarias para llevar a cabo. Si estas características se cumplen y se documenta el proceso, su ejecutores serán plenamente conscientes de cómo llevarlo a cabo sin necesidad de perder tiempo ni recursos, serán mucho más independientes y resolutivos.
- Evaluación: Si has pensado en el propósito y comprometido con las diferentes personas involucradas, la pregunta "ahora qué" debería ser relativamente fácil de responder. Sin embargo, ¿cómo sabemos si ha funcionado? Existen técnicas que puedes utilizar para maximizar el valor potencial del proyecto. La evaluación es esencial. Evaluar sirve para recopilar la información del modo en qué se lleva a cabo, para desafiar nuevos métodos, explorar su funcionalidad, y sobretodo, para ser consciente de si se consiguió el propósito o no. Evaluar no es tachar, no tiene una connotación negativa, o al menos, debemos eliminarla. Tiene que servir para progresar y avanzar, trabajar en las debilidades y potenciar las fortalezas.
¿Y ahora? ¿Te apuntas a la revolución de la calidad?
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4yMuy interesante