El Rey Jardinero
Liderazgo
Liderazgo es la principal ventaja competitiva de una organización. Liderazgo al mismo tiempo es una de las características más raras y por lo tanto más valiosas entre los seres humanos.
Si intencionalmente desarrollamos liderazgo estaremos agregando un gran valor a nuestras vidas, a nuestras carreras y a nuestras organizaciones (i.e. empresa, familia, comunidad). La forma más segura que tiene un profesional para continuar creciendo en una organización es desarrollar su liderazgo.
Esta historia que deseo compartirte nos servirá para comprender tres cosas:
- La necesidad que tienen las organizaciones de contar con líderes
- Un líder sabe lo que busca en otro futuro líder.
- Todo liderazgo tiene inicio con uno mismo, con el auto-liderazgo.
Esta es una historia verídica.
El Rey Jardinero
Una fascinante historia ocurrida en el año 333 A.C. cuando Alejandro III de Macedonia, conocido posteriormente como Megas Alexandros, o Alejandro Magno, conquistó la ciudad de Sidon, capital de la antigua Fenicia (actual territorio de Líbano).
Alejandro fue el general más influyente y determinante de la Historia, el más heroico de todos los grandes conquistadores, nunca perdió una batalla y desde siempre ha inspirado a los grandes generales de todos los tiempos, desde Julio César, Publio Cornelio Escipión “El Africano”, Aníbal, hasta Napoleón Bonaparte y los generales de la Academia West Point; todos lo consideraron como el standard de excelencia. La fascinación del invencible Macedonio ha conquistado a líderes (y también a tiranos) de todas las épocas: un fenómeno que los estudiosos llaman imitatio Alexandri (imitación de Alejandro). Ademas de los arriba citados contagió también a Pompeyo, a Germánico, a Caligula, a Trajano y a Caracalla y hasta a a Mahoma II. La imitatio Alexandri contagio inclusive a Fidel Castro, que mientras combatía en la Sierra Maestra de Cuba eligió como nombre de guerra “Alejandro".
Alejandro murió en Babilonia el 13 de Junio del año 323 a.C antes de cumplir 33 años (probablemente a causa de una pancreatitis aguda). Su cuerpo, según sus embalsamadores, presentaba un centenar de cicatrices, prácticamente todas en la parte de adelante. No había más de cuatro dedos del mismo sin una cicatriz por heridas en el campo de batalla. En un discurso a sus tropas, cerca del final de su vida, se enorgullecía que ningún soldado a su cargo había sido muerto huyendo.
En todas sus batallas el joven Macedonio iba delante de sus soldados, a lomos de un enorme corcel de guerra llamado Bucéfalo en una época en que todavía no existían los estribos. Desde entonces los generales de la historia han deseado ser inmortalizados con estatuas ecuestres.
Luego de la muerte de su padre Filipo II Alejandro fue hecho rey a los 20 años. Sometió a todas las polis Griegas y cruzó de Europa a Asia con el objetivo de conquistar al mayor Imperio jamas visto, el Imperio Persa Aqueménida. Era una empresa absurda tanto del punto de vista de los Griegos como de los Persas que observaron a este joven que finalizaba sus años adolescentes invadiendo Asia. Sin embargo, en los trece años que le quedaban de vida conquistó un imperio que se extendía desde el Mar Egeo, Egipto, Asia Menor, Babilonia, Persepolis, las planicies de Iran hasta cruzar las montañas del Indu Kush y llegar a los confines del mundo conocido en aquel entonces, India.
Las gigantescas extensiones de sus conquistas exigía aquello que hoy en día la mayoría de los CEOs reconocen como uno de sus principales desafíos: el saber elegir los líderes correctos para gobernar los territorios ya conquistados.
En el caso de Alejandro una equivocación o un mal juicio en la elección de estos líderes podría significar tener a un incompetente o a un traidor en su retaguardia.
Fue así como, por ejemplo, al derrotar en el Punjab al Mahārāja Porus y a sus ejércitos de elefantes lo vuelve a nombrar rey de su propio territorio y de regalo extiende aun más los dominios de Porus. El Mahārāja y los pueblos del Punjab le fueron fieles hasta su muerte.
Alejandro supo ejecutar con sabiduría y agudeza política lo que muchos CEOs desearían hacer en sus organizaciones: Llegar, Conquistar y Unir. Muchos apenas logran “llegar”. No es suficiente llegar a ocupar una posición, es importante saber unir.
Un Jardinero
Es en este contexto de conquistas y con la necesidad de dejar sus dominios bajo líderes capaces, fieles y honestos, cuando conocemos a Abdalónimo. Este pasaje de la vida de Alejandro lo cuentan dos historiadores romanos, Justino (Siglo II y III) y Curtius Rufus.
Quintus Curtius Rufus fue un escritor e historiador que vivió bajo el reinado del emperador Claudio, en el Siglo I. La única obra que se le conoce es 'Historia de Alejandro Magno de Macedonia', una biografía del joven rey en diez libros. Los dos primeros están perdidos, y los ocho restantes incompletos.
La narración del tercer libro comienza en la primavera de 333 a. C., transcurrido ya un año del inicio de la increíble campaña militar de los Macedonios. Alejandro se encuentra en Asia Menor, actual Turquía, donde toma la ciudad de Celenas y entra en Gordio, lugar del famoso Nudo Gordiano.
Tiempo después tiene lugar la gran batalla de Issus donde Alejandro, en significativa inferioridad numérica, derrota por primera vez al Rey Persa Dario III. En secuencia toma la ciudad de Sidon y luego marcha al sur hacia la ciudad fortificada de Tiro.
Es en Sidon donde se menciona a un personaje llamado Abdalónimo y una fascinante historia que deseo compartirte en formato narrativo. Esta historia nos mostrará una vez más que la raíz de todo liderazgo se encuentra en el auto-liderazgo y en seguir el propósito de tu vida desempeñando todas las tareas con excelencia.
Sidon, 333 A.C.
-Los jardines están resplandecientes! - murmuró Abdalónimo con una sonrisa orgullosa.
Desde el balcón principal de la gran casa recorrió sus ojos negros, todavía brillantes pero ya arrugados y caídos por los años de trabajo en esos jardines. A sus aproximadamente cincuenta años de edad ya no tenia las mismas fuerzas pero su agilidad se mantenía intacta gracias al trabajo duro. Se fijo de que las altas murallas de la propiedad no lograban esconder las bugambilias que rebosaban como si fueran olas de colores hacia el exterior. Se preguntó si los que pasaban por enfrente a la casa se podrían imaginar la maravilla que existía en el interior de esas murallas. Es probable que sí - se respondió a si mismo - pues toda la ciudad sabía que ahí florecía el jardín más fabuloso de Sidon.
Abdalónimo miraba con satisfacción el fruto del arduo trabajo de años.
- Para disfrutar de algo parecido tendrían que ir a Babilonia o a Persepolis - pensó mientras inspiraba profundamente el aroma de los jazmines todavía húmedos que se abrían bajo la sombra del balcón. En medio al jardín una fuente con una cascada artificial hecha por medio a un ingenioso invento hidráulico aprendido en las escuelas de jardinería de Babilonia producía un murmullo relajante.
Hacia muchísimos años el mismo Rey Dario I había pasado por Sidon y elogiado al Paraíso al cual ahora ya tantos años de su vida había dedicado. Los reyes Persas, quienes portaban el titulo de Rey de Reyes, consideraban la alta jardinería como un trabajo y privilegio de nobles. Esta tradición se extendía a varios pueblos y culturas del Oriente. Abdalonimo era un jardinero desde siempre, pero uno de sus antepasados había sido un antiguo rey de Sidon destituido y muerto en una de las tantas guerras y conquistas de la antigüedad. Los nobles plantaban y cuidaban sus jardines por generaciones haciendo de estos verdaderas maravillas de ensueño. A estos inmensos jardines los llamaban Paridayda (que traducido quiere decir “jardín amurallado"), o Paraíso como pasaron a ser conocidos en español y en otras lenguas.
Los Jardines Colgantes de Babilonia eran una versión de proporciones gigantescas de estos paridayda y por eso fueron considerados como una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo.
La alta jardinería era una tradición desde antes que Nabucodonozor se sentara en el trono de Babilonia. El paradayda simbolizaba aquella tierra bendita y perdida que Dios, Ahura Mazda, había dado al hombre para que la cuide y administre.
El cultivar un paradayda era símbolo de la relación del hombre con su creador divino. Por medio a su trabajo el noble estaba cuidando simbólicamente de aquel mítico Paraíso dado al hombre ancestral y luego perdido.
Mientras miraba las altas y fuertes palmeras Abdalómino se fijo en el cielo por detrás de las hojas. A esa hora el firmamento era de un azul resplandeciente. La luminosidad le obligó a apretar levemente sus ojos y atrajo los mismos recuerdos de siempre.
Por algunos instantes puso la mirada en el azul como si estuviera hipnotizado por las imágenes que pasaban por su memoria, como escenas de un sueño. La leve sonrisa con la cual había iniciado el día desapareció completamente.
El chillido de uno de los pavos reales lo trajo de vuelta al jardín. Se sacudió los recuerdos y una vez más miro satisfecho la obra de sus manos. Su sonrisa retornó y se dispuso a iniciar la liberación de las aves exóticas que habitaban el jardín y que de noche dormían en magnificas jaulas de bronce.
Cuando terminaba de abrir la segunda jaula a dos faisanes escuchó fuertes golpes en las puertas de la muralla norte.
Abdalómino dejo el balcón y bajando las blancas escaleras en caracol se apresuró ansioso por el camino principal. Un paseo de baldosas de piedra en medio al pasto tupido, muy fino, y bien cortado llevaba hacia las puertas. Al llegar retiró rápidamente la tranca de hierro y estiró una pesada argolla de bronce bruñido. El portón se abrió y al mirar hacia el exterior vio una escena que lo dejo paralizado de sorpresa.
Los Heitaroi
Un grupo de cincuenta macedonios, evidentemente oficiales por como vestían, montados a caballo, armados con largas lanzas, portando protecciones en las piernas y antebrazos y con corazas en pecho y abdomen lo miraban. Portaban cascos de hierro. Algunos lo llevaban al estilo corintio y otros en forma cónica con punta redondeada e inclinada hacia el frente. Los protectores de mejillas no dejaban ver sus rostros.
Eran los nuevos señores de la ciudad. Los caballos parecían todos corceles de guerra, la mayoría tenían cicatrices y venían con las frentes cubiertas con protectores de metal, los lomos cubiertos por pieles. Uno de ellos, un enorme corcel castaño claro, traía sobre el lomo una piel de leopardo pero nadie lo montaba. Las enormes bestias golpeaban inquietas sus pezuñas contra la tierra, tal vez ya psicóticos a causa de la reciente batalla en el río Issus. Luego de recuperarse de la sorpresa percibió que adelante suyo estaban parados dos oficiales.
Uno de ellos cargaba un casco corintio con un gran penacho blanco, portaba una coraza de placas de hierro y cargaba todos los pertrechos de batalla ademas de una capa escarlata a la usanza espartana. Era un hombre joven, de unos viente y pocos años, tenia dos grandes cicatrices en sus fuertes brazos de guerrero y evidentemente era el de rango más alto en el grupo. El segundo oficial estaba atrás a modo de escolta, con un casco del mismo estilo corintio que le cubría el rostro. Abdalónimo apenas alcanzo a discernir los ojos claros y parte de sus mejillas. Llevaba en la mano derecha una lanza de falangista que apuntaba en reposo hacia arriba, mientras que con el brazo izquierdo cargaba un escudo plateado, el aspis griego, con una gran estrella argeáda, símbolo de la dinastía Macedonica.
En ese momento el terror cayó como un rayo al corazón de Abdalómino. Sintió un estremecimiento que logró controlar con mucha presencia de espíritu. Eran los Heitaroi Macedonios! O por lo menos parte de ellos…
Los Heitaroi eran la elite del ejercito Macedonio, los “Compañeros Reales”, nobles, la mayoría jóvenes de poco mas de viente años, que cabalgaban al lado de Alejandro en las batallas!
Abdalómino no se había dando cuenta que permanecía con la boca abierta desde que abrió el portón. Se recuperó de su sorpresa sacudiendo levemente la cabeza como despertando de un sueño transformado en pesadilla. En una fracción de segundos se dio cuenta que ese joven con el casco corintio y penacho blanco no podría ser otro que… Alejandro.
En la ciudad de Sidon todos sabían que Alejandro había dejado a muchos persas y aliados muertos en los campos de batalla de Asia Menor. Ultimamente era el único tema del cual se hablaba y Abdalonimo había escuchado cosas terribles sobre este joven rey. Al mismo tiempo se decía que era clemente, pues en la ultima batalla en el río Issus, había capturado a toda la familia real Persa, incluyendo la Reina Madre Sisigambis y la misma esposa de Dario, Estatira, y las trataba con todo respeto como si fueran parte de su propia familia.
Luego de las batallas del Granicus y del Issus, muchas ciudades, entre ellas Sidon, se habían entregado sin resistir.
Sin embargo, Abdalónimo había creído que para entonces Alejandro ya había partido de la ciudad rumbo a Tiro como le habían confirmado los vecinos algunos días antes.
El temor y la sorpresa inclinaron la espalda y la cabeza de Abdalónimo en un gesto de sometimiento y respeto. Apenas logró pronunciar palabras que no se imaginó jamas tener que articular:
-Majestad, Majestad… ¿Como puedo servirlo señor?
-¿Sabes quién soy? - Preguntó el joven en lengua griega por medio a un traductor que venia con ellos.
-Todos han escuchado de la valentía y de la clemencia de Alejandro - respondió Abdalónimo bajando aun más la cabeza.
El traductor tradujo la respuesta al griego y el joven del casco con penacho blanco explotó en una carcajada y atrás de él los otros macedonios.
El oficial con el escudo plateado se dirigió al de penacho blanco y con sarcasmo le dijo:
- Hasta los nobles de Sidon creen que eres Alejandro! Ya puedes declararte rey Hefestión! Al final de cuentas parece que Asia si soportaría tener dos reyes! - todos rieron nuevamente aunque Abdalónimo no entendía de que hablaban.
-Que no te sorprenda Peucestas, después que la Reina Sisigambis y las Princesas Aqueménidas me hayan confundido con Alejandro ya me deberían dar el trono de Persepolis! - continuó Hefestión sonriendo.
Volviendo a mirar a Abdalónimo le corrigió:
-No soy Alejandro. Soy Hefestión, general de los Heitairoi y enviado plenipotenciario del Rey de Macedonia, líder de la Liga de Corinto y ahora rey de toda Asia. Que dicho sea de paso… - y haciendo una pausa y mirando a sus compañeros, completó - es un poco más bajo que yo… - todos volvieron a reír.
-Deseo ver al señor de esta casa - continuo diciendo Hefestión, ahora más serio.
Abdalonimo habiendo visto la sonrisa en Hefestión y percibiendo que los macedonios estaban de buen humor, se tranquilizó.
-Disculpe por confundirlo señor - dijo Abdalónimo.
- Al que tienes que pedir disculpas por confundirlo con Hefestión es a Alejandro! - dijo uno de los compañeros reales y volvieron a reír a carcajadas.
-Basta! - ordenó el joven general y todos quedaron en silencio y serios al descifrar el tono del oficial.
-Necesito ver al señor de la casa - continuó Hefestión - Alejandro fue hacia el sur y me ha dejado el encargo de buscar un rey para Sidon. Por siete días he entrevistado a los nobles de la ciudad sin mucho éxito. No encuentro uno que reúna las condiciones para representar a Alejandro como el nuevo Rey de Sidon. Pasábamos por aquí y vimos estas bugambilias y estas palmeras… Luego rodeando la valla me llamó la atención todos estos árboles frutales… Me sorprende ver todo este arbolado verde y frondoso en medio de un territorio tan árido… El traductor nos dijo que aquí crece el Jardín más hermoso de Sidon. Me pareció apropiado conocer al señor de la casa ya que solamente un buen hombre puede tener tanta dedicación para cultivar este Paradeisos en medio a tantas piedras y aridez.
- Es un Paridayda señor, quiere decir Jardin amurallado en Persa mi señor.
-No es necesario que me enseñes la lengua Persa amigo mío, para eso traigo un traductor. Nosotros lo llamamos Paradeisos, y para tu información quiere decir “parque para animales”. Tienes animales aquí adentro?
- Si, señor. Aves exóticas provenientes de todas las Satrapias del Imperio. Y una pantera que todavía es un cachorro de año y medio. Fue un regalo del rey Dario.
-Ex-rey! No pueden existir dos reyes en Asia así como no pueden existir dos soles en el cielo. Alejandro es el nuevo y único rey de Asia. Y si le caes bien recibirás mucho más que una pantera o un león africano. Quien sabe te invita a una cacería con Ptolomeo o conmigo.
-No soy nadie para recibir un regalo del rey de Asia mi señor. - respondió Abdalómino con sincera humildad.
-Necesito hablar con el señor de la casa. Acaso eres tu?
-No mi señor, soy Abdalómino, el jardinero de la casa de mi señor. Mi señor ha partido ya hace más de dos años para las guerras y todavía no ha vuelto. No he sabido nada de el o de su estado de salud.
En ese momento la preocupación y la tristeza volvieron a ensombrecer los pensamientos de Abdalómino. La nostalgia le recordó que era la tercera primavera que el señor de la casa no podría deleitarse con el jardín. Seria un año más que no podría disfrutar del espectáculo de las rosas blancas. Rosas que le habían costado varios días de trabajo construyendo una inmensa estructura que luego cubrió con hojas de palmeras secas para protegerlas del sol. Pero valió la pena pues ahora eran tan hermosas que ya rivalizaban con las rojas y las amarillas. Tampoco vería las bugambilias que explotaban en rojos y fucsias en una frondosidad digna de los jardines de Babilonia. Recordó que ese mes las orquídeas habían florecido por primera vez desde que su amo había partido a las guerras Persas.
Hefestión percibió un cambio en el semblante del jardinero.
-Y como se mantiene la casa y el jardín en este estado tan resplandeciente y hermoso? — preguntó el macedonio trayéndolo de vuelta de sus nostalgias.
- Antes de partir mi señor me ha encargado con mucha preocupación de que cuidara el jardín hasta su vuelta. Me ha pagado los salarios de seis meses adelantados. De eso ya hace más de dos años… Inicio a preocuparme por la salud de mi amo.
-Déjame apreciar el jardín, enséñamelo. - solicitó Hefestión curioso de admirar tan renombrado paradeisos.
Abdalómino lo hizo entrar. Hefestión llamó a su guardia de cuerpo Peucestas y al traductor y luego ordenó a los demás que permanezcan afuera.
El jardinero abrió las dos puertas, se apartó e inclinó el tronco haciendo un largo gesto con el brazo abierto siguiendo la formalidad persa. Los tres hombres pasaron y el jardinero los guió hacia el interior de las murallas.
Era el jardín más exótico y más fascinante que jamas habían visto estos macedonios. Peucestas asentía cada tanto al ver algún ave nueva o alguna flor o planta desconocida.
-Aristoteles quedaría entretenido aquí… Te imaginas al viejo maestro caminando por estos jardines mientras nos enseñaba en aquellos tiempos? - comentó Hefestión.
-Si, pero a Aristoteles no agradaban los bárbaros… - recordó Peucestas.
-Estos hombres no son Persas… son Fenicios.
- Sí, pero son todos bárbaros, no?
El anfitrión les continuó enseñando cada detalle mientas Hefestión solicitaba información y hacia preguntas sobre los detalles del trabajo arquitectónico y la botánica. El jardín poseía ejemplares de varios ecosistemas del Imperio Persa, pájaros exóticos y todos los detalles y formas estaban cuidados hasta en los más mínimo.
Luego de ser guiados por toda la propiedad, el general de los Hetairoi se detiene al lado de la fuente que dominaba el centro del jardín, y pregunta una vez más:
-Tu has cuidado este jardín desde hace dos años, sin paga y bajo las ordenes de tu señor que fue a la guerra y que no ha vuelto desde entonces?
-Sí, mi señor. Este Paridayda es muy importante para mi señor y también para mi. Entendemos que es la forma de agradecer a Dios, Ahura Mazda, por el don de la vida. Y yo nada más lo ayudo con mi trabajo y conocimiento, en servicio a él y a nuestro buen Creador.
- ¿Cómo dices que te llamas jardinero? - indagó nuevamente Hefestión.
- Abdalómino, mi señor. Para servirlo y también al Rey de Asia, Alejandro.
El general Macedonio se sentó al borde de la fuente, apoyó el casco con el penacho blanco sobre el borde y con una leve sonrisa observó esa maravilla de colores y formas
Después de la rendición pacifica de Sidon Alejandro había encargado a su general y amigo que buscara entre los nobles de la ciudad a uno recto a quien confiar el trono de Sidon.
Ya hacia días que Hefestión había indagado y hablado con muchas personas pero ninguna le satisfacía. El día anterior había vuelto a reunirse con Alejandro mientras este organizaba al ejercito al sur de la ciudad para ir hacia Tiro. Luego de explicarle la dificultad en encontrar a alguien digno entre los nobles, llegaron a la conclusión de que había que buscar a una persona que sobretodo sea recta, trabajadora y leal, sin necesidad de que sea noble.
Esta mansión y sus jardines amurallados contaban con todo tipo de flores, plantas, fuentes, aves exóticas y árboles frutales de toda especie. Todo esto en medio a la aridez de Sidon. La casa presentaba externamente un aspecto inmejorable. Y había un sólo hombre cuidando este lugar desde hacia dos años, sin recibir paga: el jardinero fiel.
Hefestión por medio del traductor le preguntó: ¿Crees que tu amo volverá?
El jardinero le contestó que no sabia nada de su señor desde el día de la partida. No sabía cuando volvería, no consideraba si estaba vivo o muerto, pues de todas maneras el debía cumplir su trabajo aunque ya lo hacia sin recibir pago alguno. Vivía bien de los frutos del jardín y de los almacenes que continuaban abastecidos de trigo. Una de las familias nobles de Sidon le enviaba cabras para la pantera a modo de reconocimiento al señor de la casa. Seguía custodiando y cultivando el jardín para que su señor lo encuentre impecable cuando el destino dictase su retorno.
- ¿Conoces a Diogenes, el sabio? - preguntó Hefestión.
- No mi señor. Debo conocerlo?
-Tal vez, o él debería conocerte a ti - dijo el joven oficial. Nuestros filósofos nos enseñaron una gran verdad. Y tu me recuerdas esa verdad.
Abdalónimo lo miraba mientras el traductor le hacia saber en su idioma las palabras griegas del general.
-No importa cual es el rol que hayas recibido en esta tierra. Todos somos actores en un gran teatro. Un teatro cuyo director de obra es el propio Creador. Sea cual fuera el rol que te asignaron, debes desempeñarlo de forma excelente. Trabaja para llegar a la excelencia en tu rol, en lo que te toco hacer. No importa cuan humilde sea este a tus ojos o en la opinión de la gente. Es el rol que te fue dado y es importante. No importa si eres un esclavo, un guerrero, un rey o un jardinero… Sea cual fuera tu papel asignado por los dioses, hazlo bien, como sirviendo al Creador. Como hace un buen actor convocado para contribuir en una gran y maravillosa obra teatral. De acuerdo a tu esfuerzo y dedicación al personaje que te toco vivir serás reconocido y recompensado por el Creador al final de la obra.
Eso dicen los filósofos y personalmente creo que es una forma muy buena de pensar. - continuó diciendo Hefestión. Y también así piensa Alejandro y los Macedonios que venimos con él. Todos hacemos nuestro trabajo de forma excelente, pues ese es el propósito de nuestras vidas aquí. Del desempeño de cada uno depende la victoria de todos.
Yo soy Hefestión Amíntoros, general de los Heitairoi, fui educado por Aristoteles y combatí en la caballería desde los quince años. Busco la gloria que se extrae de la valentía y del honor, lo hago sin escatimar esfuerzos o dolor. Todo lo hago buscando la excelencia, ese es el rol que me fue asignado.
Alejandro es rey, invencible como bien profetizó el Oráculo de Apolo en Delfos. Todo lo hace de forma excelente. Es una gran mente y un gran espíritu, lleno de lo que llamamos “entousiasmos" (ἐνθουσιασμός); el estar poseído por la esencia de Dios. Alejandro está poseído por el espíritu de Dios, nos inspira siempre con su excelencia de pensamiento, de devoción y de coraje.
Y tu… Tu eres Abdalónimo, el jardinero fiel que hace su trabajo de forma excelente! Estoy seguro Diogenes estaría contento de conocerte.
Hefestión terminó su breve discurso y se retiró agradeciendo a su humilde anfitrión con respeto y reverencia.
Ese mismo día cabalgó hacia el sur para hablar con Alejandro. Le contó todo lo ocurrido y llegaron a la conclusión de que ese jardinero, que con tanta honestidad y fidelidad había cumplido con su deber, sabría dirigir la ciudad del mismo modo como había cuidado el jardín.
Al día siguiente a la mañana Abdalómino corrió nuevamente para atender el llamado de la puerta norte. Escuchó gritos de jubilo que venían de afuera y se apresuró con la esperanza que fuera su señor que por fin volvía de la guerra…
Y esta vez no se equivocó… Al abrir las puertas adelante suyo estaba el mismo Alejandro acompañado de Hefestión y trescientos Hetairoi de la Guardia Real, todos los nobles de Sidon y mujeres y niños que los seguían.
En una bonita ceremonia, Alejandro proclamó a Abdalónimo Rey de Sidón. Al principio hubo suspicacias entre los nobles de Sidón pero pronto Abdalómino se mostró como un gran rey, logró cultivar confianza por medio al respaldo y la amistad de Alejandro y Hefestión. Fue querido por todo su pueblo, quizás haya sido el mejor rey de Sidon, pasando a la historia como Abdalónimo el Rey Jardinero. Así como ocurriría con el Mahārāja Porus en el Punjab y con muchos otros reyes, sátrapas y nobles de toda Asia, Abdalónimo fue fiel a Alejandro hasta su muerte.
* * *
La historia del Rey Abdalómino es inspiradora. Para los estoicos el honor de un ser humano está en ser excelente en lo que hace y ser fiel a su Llamado Personal, a su rol que le toca vivir en esta vida.
Hace algunos años tuve la oportunidad de conocer a Tal Ben Shahar, profesor en la Universidad de Harvard y autoridad mundial en temas de Liderazgo y Psicología Positiva.
En una conferencia en la Ciudad de Mexico presentó una investigación que fue llevada a cabo con trabajadores en hospitales. Fueron entrevistados desde los cirujanos jefes hasta los limpiadores de los baños. El estudio demostró que existían tres tipos de personas con relación a la percepción que tenían de sus roles. El primer grupo de personas decía que su trabajo era nada más eso, un trabajo. El segundo grupo estaba compuesto por aquellas personas que veían sus tareas diarias en el trabajo como parte de un proceso por el cual estaban construyendo una carrera. Y finalmente estaban aquellos que veían lo que hacían no como un trabajo y tampoco como una carrera sino como un verdadero Llamado Personal.
Lo curioso es que estas actitudes y visiones de vida no dependían del hecho de ser un cirujano jefe o un limpiador de sanitarios en el hospital. Tal Ben Shahar continuó el estudio entrevistando a los mejores líderes del mundo con estas mismas preguntas y concluyó que los mejores líderes estaban representados, de forma desproporcional, por este tercer grupo. Los mejores líderes, en cualquier campo de acción, eran aquellos que habían descubierto su camino y se habían entregado a su Llamado Personal.
Abdalómino ciertamente estaría entre los que veían su trabajo como un Llamado y por eso lo hacia de forma fiel, constante y con excelencia.
La excelencia y el liderazgo dependen de primeramente conocerse a si mismo, descubrir aquello que amo hacer y reconocer mis habilidades que pueden ser desarrolladas por medio a la práctica, perseverancia, humildad y resiliencia.
Salomón, en el libro de Proverbios 22:29, decía “¿Has visto un hombre diligente en su trabajo? Estará delante de los reyes; no estará delante de hombres sin importancia.”
La vida tiene su forma de encaminar a aquellos que siguen sus Llamados Personales con fidelidad, humildad y diligencia. Fue exactamente lo que ocurrió con Abdalónimo y también gracias a Hefestión que supo reconocer una joya pues sabia lo que buscaba.
Hefestión había buscado por días y sin encontrar entre los nobles los valores del liderazgo. Los nobles de Sidon probablemente estaban enfocados en conseguir poder y riquezas (enfocados en el Ego). No muy diferente a lo que vemos hoy en el mundo empresarial y político. Se buscan posiciones altas por obtener los beneficios económicos y sociales que vienen con los cargos. No nos debería sorprender si vivimos con conflictos y divisiones en una sociedad que constantemente busca satisfacer “mis necesidades”, “mis gustos”, “mis derechos”, “mis objetivos”.
La Gran Crisis de Liderazgo que sufrimos a nivel planetario se basa, como bien indica un estudio del MIT, en un sistema egocentrico de pensamiento donde nuestros egos están constantemente buscando ser alimentados y satisfechos. Por otro lado, el verdadero liderazgo es un camino de vida basado en seguir el Llamado Personal, caminar tu propio camino y saber quien eres y porque haces lo que haces.
Así como dijo Hefestión en el relato, los filósofos (estoicos) enseñaban que el camino de la felicidad de un ser humano consiste en desarrollar el auto-liderazgo y la resiliencia. Esta forma de pensar era la más común entre las elites del mundo Helénico y del Imperio Romano, al punto en que en las palabras del profesor Gilbert Murray, autoridad mundial en Grecia Antigua, “casi todos los sucesores de Alejandro profesaban el pensamiento Estoico”.
Según Epictetus, filosofo griego que vivió parte de su vida como esclavo, la resiliencia desarrollada de forma consciente y completa hace con que una persona pueda estar “enferma e igual feliz, “en peligro e igual feliz”, “muriendo e igual feliz”, “en exilio e igual feliz”, “en desgracia e igual feliz” desarrollando así una vida completamente autónoma y libre.
La historia de Abdalónimo podría haber terminado aquí, pero el mundo de la arqueología tuvo una gran sorpresa cuando en el año 1887 a las afueras de la antigua ciudad de Sidon, un aficionado en arqueología y artista turco llamado Osman Hamdi realizó un sorprendente y fabuloso hallazgo.
Al inicio de este relato habíamos dicho que este tenia un inicio humilde, un encuentro transformador y terminaria con un objeto desenterrado en Líbano.
Pues bien, uno de los misterios de la historia es la desaparición de la tumba de Alejandro. Algunos arqueólogos dicen que estaba en Alejandría (probablemente), otros en el oasis de Siwa, o que volvió a Macedonia. La realidad es que nadie sabe donde está la tumba de Alejandro. Nuevas teorías incluso dieron pie a documentales de TV que defienden la teoría de que la tumba está abajo de la Plaza de San Marcos, en Venecia. Sea como sea, la tumba de Alejandro es uno de los objetos arqueológicos más buscados y más enigmáticos de la historia.
En 1887 excavaciones a las afueras de Sidon revelan una serie de asombrosos sarcófagos milagrosamente intactos. Algunos eran de estilo egipcio y otros claramente esculpidos según los cánones del arte griego. El más espectacular de estas tumbas era el que representaba en una serie de altorrelieves escenas de batalla entre griegos y persas y la caza a un león. Alejandro Magno, perfectamente reconocible por la forma del yelmo imitando una cabeza de león y las facciones, es el protagonista absoluto de cada una de las franjas esculpidas en los cuatro lados del sarcófago.
El sepulcro es de precioso mármol pantélico, el mismo del que está hecho el Partenón; tiene la forma de un arca y la tapa reproduce el tejado de un templo. La ejecución es de altísima calidad; la eficacia de las representaciones, impresionantes.
Los arqueólogos quedaron fascinados y deslumbrados. Algunos no tuvieron duda de decir que habían encontrado la tumba de Alejandro!
Hoy sabemos que esa tumba no es la de Alejandro. La tumba fue construida cerca del año 310 A.C. (trece años después de la muerte de Alejandro en el 323 A.C.)…
En una de las escenas se ve a Alejandro cazando un león con dos amigos. Y esto nos recuerda lo que dijo Hefestión a Abdalonimo en nuestro relato:
“- ... Y si le caes bien recibirás mucho más que una pantera o un león africano. Quién sabe te invita a una cacería con Ptolomeo o conmigo."
La tumba descubierta a las afueras de Sidon está hoy en el Museo Arqueológico de Istanbul. Es la principal atracción del museo y es conocida como el “Sarcófago de Alejandro”, pero según los arqueólogos pertenece a un ex-rey de Sidon llamado Abdalonimo. El jardinero que fue hecho rey por ser fiel y diligente en su llamado personal.
“Su señor le dijo: ´Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré;” (Mateo 25:21)
Manuel Bogado
SIWA - Strategy Oracle
www.strategyoracle.com
Gerente Desarrollador en EL DORADO Inversiones Inmobiliarias
2yRelato liberador, clarificante y entusiasta. Enamora.
IT Director at Abastecedora Lumen S.A de C.V.
7yLo leí poco a poco (en varios días), porque independiente de la historia relatada, es una reflexión profunda sobre nuestro rol en la vida y la aceptación de nuestras habilidades al colocarlas al servicio de otros, sin buscar una recompensa más allá de la espiritualidad. Como bien comentas, hoy vivimos (mundialmente) en una sociedad interesada en el Yo y en la búsqueda de satisfactores inmediatos, ya sea monetarios, fama, sexo, etc. Olvidando la importancia de ser feliz y "consagrar" cada actividad que realizamos, porque las obras que realizamos llevan un pedazo de nuestras personas, por ello es importante tener el cuidado en cada pequeña actividad que realicemos. A lo cual me pregunto ¿Cuántas personas están orgullosas del trabajo que realizan hoy? ¿Cuántas pueden decir con orgullo a sus seres queridos "a esto me dedico yo"? Creo que es importante la entrega total en nuestra labor diaria, teniendo la satisfacción de que en cada detalle se verá nuestra persona reflejada, ya sea en una presentación, un archivo de datos, un proyecto, un reporte, una clase que impartamos, etc. Gracias Manuel, es nuevamente una lectura muy interesante y relevante en el ámbito personal, más allá del profesional (a mi humilde parecer).
Agile Project Manager/Facilitador Management 3.0®/Scrum Master SMPC®/Agente de Cambio
7ymuy bueno.. mi estimado Manuel... una reflexión profunda....
Program / Project Launching Engineer. | Project Coordinator. | Process Engineer. | Client & Supplier Quality Engineer /APQP/PPAP. |In course for PMP certification.
7yEstá genial es artículo Manuel, sin duda una buena lección para reflexionar y aprender sobre el auto-liderazgo .