El síndrome de Francisco II
El síndrome de Francisco II hace referencia a la serie de HBO creada por Paolo Sorrentino, The New Pope (2020). En ella el personaje que en la precuela (The Young Pope, 2016) hacía del confesor del Papa ficticio Pío XIII es elegido como nuevo Papa ante la vacancia en el trono del San Pedro. Su elección lejos de estar motivada por el carisma o las cualidades de liderazgo del personaje, nulas hasta ese momento, está más fundamentada por la aparente simpleza y maleabilidad que había mostrado el personaje. En un momento donde había un vacío de poder y las opciones más viables para ocupar el papado alteraban el equilibrio de poder, acabaron acordando una tercera opción más gris que el resto. Una vez ungido bajo el nombre de Francisco II y pese a verse abrumado por el nuevo cargo que nunca quiso, no tarda en darse cuenta del poder real que tiene. Siendo el Vaticano la teocracia absolutista más antigua y estable de la historia sin contrapesos reales al poder papal, este se lo toma como tal. Francisco II pasa del tímido y simple confesor papal a ser un líder carismático con gran inteligencia política y una capacidad reformista sin precedentes. En la obra de Sorrentino se muestra un fenómeno bastante común en la política.
La selección del "hombre gris" para la finalidad concreta de ser un líder de transición, temporal, que no tiene grandes dotes de liderazgo y está en el puesto para servir como medio para que otros alcancen sus fines. Pero que sin embargo acaba demostrando grandes capacidades políticas. En definitiva, consiste en que el hábito sí que acaba haciendo al monje. Ejemplo de esto es Pedro Sánchez, quien llegó a la Secretaría General del PSOE en 2014 como la forma que tenía Susana Díaz de desgastar a su rival en el partido, Eduardo Madina. En aquellos días resonaba la frase adjudicada a Díaz de "este chico no vale pero nos vale". La victoria de Sánchez y su duración en el más alto cargo del partido estuvo vinculado a los intereses políticos de Susana Díaz y la élite del partido. Cuando Sánchez empezó a dar señales de agotamiento tras el fracaso de su primer intento de investidura en 2015 y su negativa a apoyar al Partido Popular de Rajoy, se acabó su vida útil. La misma gente que le apoyó en 2014, se coordinó para echarle del poder con la intención de facilitar la llegada de Díaz al poder. La jugada les salió mal y actualmente Pedro Sánchez, el chico que no valía, ha sobrevivido a más rivales políticos (Rajoy, Rivera, Casado, Arrimadas, Artur Mas, Iglesias, Junqueras o Yolanda Díaz son algunos ejemplos) que nadie en la historia política reciente.
Otro de los afectados por este peculiar síndrome es Nicolás Maduro. Sucesor explícito de Hugo Chávez que fue seleccionado de entre su guardia pretoriana y, en parte, por no tener más carisma que la prestada en herencia. En su primera prueba electoral en 2013 se enfrentó a Henrique Capriles y le ganó por la mínima; suerte que se rompería cuando perdió la Asamblea Nacional en 2015. Si bien su mantenimiento en el poder no podemos achacarlo a un proceso democrático limpio o a una ética de gobernanza modélica, si podemos ver como se ha sostenido por más de una década en el Palacio de Miraflores. Ha sabido jugar sus cartas, mantener la unidad dentro del movimiento bolivariano, evitar un golpe de estado y dividir y enfrentar a la oposición. Todo eso pese a gestionar de forma muy deficitaria el país.
Por último queda mencionar a Volodymir Zelensky, el cómico que llegó a presidente de Ucrania. Durante el periodo como presidente antes de la invasión rusa, Zelensky iba camino de ser uno de los líderes peor valorados del mundo. Con más de un 60% de rechazo en los momentos previos a la guerra, pasó rápidamente a un 91% de aprobación. El secreto reside en que pasó de ser visto como un comediante que actuaba en el papel de presidente, a liderar la defensa del país ante el segundo ejército más poderoso del globo. Además de tomar la decisión durante el principio de la invasión de quedarse en Kiev y organizar la defensa del país, conseguir un apoyo internacional sin precedentes e inspirar a miles de ucranianos para que fueran al frente a expulsar al invasor. Ese rol sorprendió especialmente porque en aquel momento en la memoria colectiva seguía el recuerdo de la huída de Ashraf Ghani en el verano de 2021 (a menos de 6 meses de la invasión rusa). El expresidente de la extinta República Islámica de Afganistán, ante el avance de los talibanes, decidió abandonar su puesto y salir huyendo en coches llenos de dinero (con cerca de 170 millones de dólares estima la BBC) hacia Emiratos Árabes Unidos. Esta salida se le fue ofrecida a Zelensky por las autoridades norteamericanas cuando la toma de Kiev parecía inminente; pero sin embargo decidió quedarse. Cambió el traje de seda por el verde militar y se convirtió en ese líder improbable de la resistencia. Siendo afectado así por el Síndrome de Francisco II.