Cuando la guerra es (in)justa
En la actualidad podemos ver como la vía armada para la “resolución” de conflictos ha vuelto, y lo ha hecho con fuerza. Algunos de los conflictos más conocidos son la invasión rusa de Ucrania (2022-actualidad), la toma de Nagorno Karabaj y posterior limpieza étnica por parte de Azerbaiyán (2023) o la invasión de Gaza y Líbano por parte de Israel (2023-actualidad). Así como otros conflictos que obtienen menor cobertura mediática como el resurgir del M23 en la región oriental de Kivu Norte en RD del Congo (2022-actualidad), la devastadora guerra en Tigray (2020-2022) o como la inestabilidad cronificada en el Sahel donde nunca antes hubo tantos golpes de estado exitosos en tan poco tiempo y donde los grupos yihadistas están teniendo mayores éxitos. La lista sigue y por desgracia va a más. Ya que el que se pensaba distante concepto de la guerra ha vuelto también debe de volver la visión crítica fundamentada en la ética. Para ello, la tradición de la guerra justa permite ocupar esa necesidad.
La tradición de la teoría de la guerra justa nace de la necesidad de establecer unos principios básicos por los cuales el uso de vía armada es legítimo. Esta tradición cuenta con varios siglos de producción teórica, lo que demuestra que la preocupación por los efectos nocivos de los conflictos bélicos no es nueva. Sin embargo no es hasta después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se desarrolla una legislación internacional sobre el tema; pese a que no estamos viviendo los mejores momentos de la misma. Atendiendo a que la guerra ha sido una constante en la historia de la humanidad, también lo ha sido el buscar la forma de justificarlas y la de omitir la rendición de cuentas.
Los teóricos de la Guerra Justa no ven la guerra como un acto deseable ni buscan apoyar de alguna forma los esfuerzos bélicos. De hecho, autores contemporáneos como Kenneth Waltz comienza su libro “El Hombre, el Estado y la Guerra” de 1959 señalando que: “preguntar quién ganó una guerra es como preguntar quién ganó en el terremoto de San Francisco”. Esto es relevante para entender que esta teoría no es pro-guerra como a priori puede parecer sino que entiende la guerra no como una posible victoria si no como una segura derrota, diferenciada solo por distintos grados. Como veremos más adelante, la posesión de una causa justa no es un cheque en blanco para poder realizar la guerra sin mayores contemplaciones. Si no que esta teoría desarrolla también una serie de principios diacrónicos que como se ha demostrado a lo largo del tiempo acaba alejando a la mayoría de los conflictos que se iniciaron por una justa causa pero que sin embargo por los medios usados acabaron perdiendo ese “paraguas” legitimador.
Para analizar un conflicto se basa en dos fases del mismo, el ius ad bellum y el ius in bello. El ius ad bellum que se basa en las motivaciones para ir a la guerra, en la legitimidad para recurrir a la fuerza. Por otro lado el ius in bello se traduce como “leyes de la guerra” y compone de los elementos que hacen que la contienda se realice dentro de unos parámetros moralmente aceptables. Esta segunda parte es de especial importancia pues es en su incumplimiento donde se deslegitiman la mayoría de las guerras que se iniciaron como justas. Se regulan las normas de conducta de las partes en conflicto y esta cuenta con el respaldo legal bajo el Derecho Internacional Humanitario.
Para que una guerra sea justa se tienen que cumplir con los siguientes indicadores:
1. Autoridad Legítima: Tomás de Aquino señala que la autoridad es quien “está al cuidado de la república” y ostenta la responsabilidad de “defender el interés público” contra los “enemigos externos”. En el mundo actual podemos identificarlo vagamente con el disfuncional Consejo de Seguridad de la ONU, como máximo órgano mundial legitimador de intervenciones.
2. Intención Correcta: Corregir una injusticia manifiesta, salvar la propia vida, capacidad de ganar y de restaurar la paz. Jamás quedará amparado el derecho a la venganza. Este indicador es uno de los más difíciles de demostrar ya que esto apela a las motivaciones para guerrear. Sin embargo se puede constatar por las acciones tomadas durante la guerra. Si se toma el control de un pozo petrolífero o una mina para explotarla, o se busca el desplazamiento forzoso para colonizarlo, demuestran intenciones ocultas o deshonestas.
3. Justa Causa:
4. Necesidad: Tiene que ser la última opción, una vía inevitable. Aquí se pone en valor la capacidad de la diplomacia recorrer todos los caminos posibles para evitar que el conflicto escale a su versión más destructiva posible.
5. Proporcionalidad: Se define como el ejercer sólo el daño necesario para corregir la injusticia, ausencia de crueldad y sadismo. Ejemplos de esto pueden ser retomar un territorio arrebatado o ejercer solo el daño necesario como para hacer que las tropas enemigas se retiren y paren las hostilidades y por supuesto el cumplimiento estricto del Derecho Internacional Humanitario.
6. Discriminación: Diferenciar entre civiles y combatientes. Dañar solo al al segundo y proteger al primero. Este indicador está bien desarrollado en las Convenciones de Ginebra (1977). A su vez este presenta polémica también ya que hay contextos donde no existe diferenciación entre un civil y un combatientes. Por ejemplo, los grupos terroristas cuando atentan rara vez llevan un uniforme distintivo y las propias tácticas de guerrillas buscan crear tal pánico al contrincante para que no sepa cuándo será golpeado. Por esa razón se entiende que cuando no existe diferencia entre un civil y un combatiente se deben reducir al máximo las bajas civiles, elemento que difícilmente queda libre de polémica.
7. Rendición de cuentas: Persecución de los delitos cometidos durante el conflicto tanto de los propios como de los ajenos. Total colaboración con los tribunales internacionales y nacionales que persigan los crímenes cometidos.
8. Responsabilidad: Teoría de la agencia. Reparto de culpas entre quien ordena y quien ejecuta (general→soldado). Foco en el individuo más que en el estado al completo.
9. Declaración Pública: Explicar las razones por la que se va a la guerra, exponer las rectas intenciones e implicar a la comunidad internacional en la observación del conflicto
Estos nueve indicadores permiten hacer de plantilla para analizar la mayoría de conflictos en el mundo. Algunos de estos indicadores han tenido mayor importancia en otros momentos históricos pero la suma de todos son necesarios para hacer que la actividad humana más destructiva jamás creada entre dentro de unos parámetros éticos. Una vez establecidos estos principios podemos comprobar que lejos de legitimar la guerra, esta teoría coloca a la mayoría de guerras en el bando de la injusticia.