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Black Mirror y Succession tienen una conexión que no conoces, y sucede en el mejor capítulo de la serie hasta la fecha

El debate sobre cuál es el mejor capítulo de la distopía de Charlie Brooker ha vuelto con la sexta temporada, pero el episodio que tocó techo lo escribió otro guionista.
Black Mirror y Succession tienen una conexión que no conoces y sucede en el mejor capítulo de la serie hasta la fecha

“¿Cuál es el mejor capítulo de Black Mirror?”. Es una conversación divertida y a veces reveladora. Los criterios de la gente van desde cuál es el más cómico, cuál es el más oscuro, cuál el más terroríficamente verosímil o cuál el más mordazmente satírico. Algunos prefieren los primeros tiempos, más ásperos y de idiosincrasia británica; otros la era estadounidense, avalada por Netflix, más espectacular. El mayor consenso podría ser San Junipero, el cuarto episodio de la tercera temporada, que comienza de forma incierta en los años 80 y acaba derivando en la agradable simulación mental de unos ancianos desde una residencia futurista. Es interesante que este capítulo encabece tantas listas de los mejores, ya que es una de las entregas más edificantes de Black Mirror, uno de los pocos que parece decir: “Oye, en la tecnología no todo es malo”.

El erratismo de la serie es parte de su encanto, un sello distintivo de lo dispuesta que está a asumir riesgos. Algunos episodios decepcionan, otros dan momentos brillantes, pero todos, más o menos, apuntan muy alto. Por eso Black Mirror es una ficción respetada, aunque no guste siempre. Por si sirve de algo, el criterio que utilizo yo es algo así: en algunos episodios, la tecnología usa a los personajes como accesorios. En los mejores ejemplos, es al revés. Viéndolo así, hay un claro ganador: un capítulo que ni siquiera escribió Charlie Brooker.

Tu historia completa fue el tercer y último episodio de la primera temporada, estrenado allá por 2011. Lo ideal es que se hubiera quedado horriblemente anticuado. Escrito por Jesse Armstrong, creador de Succession, en pleno apogeo de la serie británica Peep Show (que también creó él mismo mucho antes de la historia de la familia Roy), su premisa se sitúa en el punto amable entre la ciencia ficción desconcertante y la verosimilitud de un futuro cercano. Todo el mundo tiene un microchip implantado detrás de la oreja que graba todo lo que ven los ojos y permite reproducir recuerdos en tiempo real como si fueran vídeos de YouTube.

Salió a la luz en una época en la que la gente todavía colgaba (no irónicamente) fotos de sus cafés con espuma de leche en Instagram (que era totalmente nuevo), y en la que Facebook estaba de moda. Nada que ver con el desastre que es hoy. Documentar cada uno de nuestros pasos en las redes sociales aún nos parecía relativamente espontáneo y auténtico; aún no nos habíamos convertido en astutos profesionales del automarketing. Tu historia completa llegó en ese momento relativamente inocente para transmitirnos, como todas las buenas distopías, una ansiedad de la que aún no nos habíamos percatado acerca de cómo nuestros recuerdos estaban siendo empaquetados y retroalimentados.

Pero Tu historia completa no habla de tecnología. No realmente. Habla del amor, de los celos y del eterno dilema de si es mejor conocer el pasado de una pareja o permanecer en la oscuridad (en una época obsesionada con el currículum sexual, esto parece extrañamente más oportuno que nunca). En una perfecta cena de clase media, el personaje de Ffion (Jodie Whittaker) lleva a su reciente marido, Liam (Toby Kebbell), a conocer a sus antiguos amigos de la universidad, incluido un viejo amor llamado Jonas (Tom Cullen). Los dos hombres se odian al instante, y la serie nos permite observar cada detalle de esa rivalidad. Cuando una asistente a la reunión desvela que ella ha optado por no llevar chip, los invitados reaccionan con una mezcla de envidia, perplejidad y rechazo condescendiente que seguro que les suena a los veganos, a los poliamorosos y a cualquier persona que alguna vez haya tenido que compartir su estilo de vida alternativo en la compañía equivocada. Esa atemporalidad es inteligente y reconfortante: la tecnología cambiará, pero no nuestra forma de interactuar a su alrededor.

Pero el alma del episodio es la interpretación de Kebbell, la de un hombre consumido por los celos, un conflicto que ser remonta a la prehistoria. Cuando Liam descubre que su esposa y Jonas estuvieron juntos, repite su recuerdo de la noche en bucle, examinándolo de forma exhaustiva en busca de signos de una relación entre ellos: una mirada por aquí, una risa exagerada por allá… El tono de superioridad y los arrebatos aleatorios de malicia de él mientras se debate en su inseguridad son dolorosamente reales, al igual que la respuesta doliente y de preocupación de ella. En resumidas cuentas, es un drama humano en toda regla.

¿Hay algún indicio en Tu historia completa de que Armstrong acabará creando Succession? El cómo un guionista de Shropshire, en Inglaterra, pasó de producir una sitcom que sólo podría hacerse en Reino Unido a construir un drama de prestigio que parece que sólo podría hacerse en Estados Unidos es un misterio, así que es tentador buscar pistas. El episodio comienza en una especie de sala de juntas —se trata de una reunión de evaluación de rendimiento laboral—, aunque no se percibe un gran esfuerzo por diseccionar la cultura corporativa. Irónicamente, es la escena más floja del episodio, algo caricaturesca y mero contexto para el retrato de la relación.

Podríamos decir que la discusión entre Liam y Ffion en Black Mirror es la que Shiv y Tom, de Succession, habrían tenido de estar menos embriagados por el dinero y el poder, y de haber sido más honestos. Me atrevería a apuntar que Succession podría haberse beneficiado de la crudeza emocional de Tu historia completa, y de menos golpes de efecto a la hora de construir su arco argumental. Pero seguramente sea más interesante comparar Succession con Peep Show.

En el epílogo de Tu historia completa, vemos a Liam tumbado en una casa ahora vacía, reproduciendo sin cesar fragmentos de momentos más felices con Ffion. Cuando no había ningún problema: el plano de una pequeña sonrisa subiendo las escaleras, o de ella pensando en sus cosas en el sofá. Desarrolla perfectamente lo que el episodio quiere contar sobre la memoria y las diferentes formas en que puede torturarnos. Liam lo ha perdido todo, pero ¿es culpa de la tecnología o de la naturaleza humana? La escena final, algo innecesaria, en la que Liam se clava una cuchilla de afeitar en el chip frente al espejo del cuarto de baño parece sugerir lo primero, pero hay suficiente ambigüedad para que destaque entre los desenlaces más contundentes de Black Mirror. De todas las temporadas, es el capítulo que más se preocupa por el personaje por encima del concepto. Parafraseando a un gran escritor: al final, recordarás Tu historia completa no por lo que te ha contado, sino por cómo te hace sentir.

Este artículo se ha publicado originalmente en la edición británica de GQ.