Publicación de Sebastián Ayala

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✳️ Corredor de Seguros colegiado, siempre buscando el mejor seguro de salud, vida y ahorro para que tú y tu familia os sintáis protegidos.

Soñé que lanzaba espadazos, pero no surtían efecto, el rival tenía una poderosa armadura, era 20 centímetros más alto que yo, y en sus ojos había un odio monstruoso. Pero justo en ese momento, durante ese sueño, la idea de no lanzar espadazos, sino una estocada certera entre las placas de la armadura era la solución. Estocadas certeras: precisión sobre fuerza bruta sin sentido. Me desperté y pensé en la gran enfermedad que nos tiene dominados a todos: hacer cosas por la obligación de hacerlas, la moda de la productividad que se justifica por ella misma: por ser aún más productivos, hacer aún más cosas. Si la solución es "hacer", habrá que estar a cada momento decidiendo qué es lo que se va a hacer. ¿Es esto una sana existencia? ¿Son los valores de la actividad superiores a los intelectuales? ¿Es mejor jugador de ajedrez quien come peones envenenados al toque que quien piensa en una defensa o un ataque bien planificados? Si nos autoimponemos el hacer cosas como carnet de los buenos que somos, ¿no estamos olvidando la sustancia y motivos de por qué hacemos cosas? ¿Por qué empezamos lo que hacemos ahora? La productividad por la productividad conduce al desequilibrio entre hacer y el sentido de la cosa, incluso el sentido de la propia existencia. ¿Acaso naciste para producir? ¿No es eso algo reservado a una máquina? ¿No hay algo mejor reservado para una persona? Dos prototipos de personas pueden ser ejemplo y resumen de lo planteado: El ejecutivo agresivo: cuya vida gira en actuar para conseguir constantemente más éxito económico, una escalada de tareas y obligaciones cuyo final es el agotamiento y la crisis nerviosa. El activista político: cuya vida gira constantemente en conseguir el éxito de la conversión política de otros cuyo final es la frustración y el resentimiento. La persona pierde el control y actúa sin pensar, y este actuar cada vez pierde más sustancia, cae en más errores y desvirtúa totalmente el sentido de "por qué empezaste". ¿Cuando tenías 20 años querías ser un ejecutivo agresivo sin tiempo o un inquisidor de la política? Lo dudo. Has llegado a lo que has llegado por dejarte llevar. Detenernos y pensar. ¿Qué sentido tiene? Es mejor vender 20 seguros bien hechos. ¿O acaso es mejor vender 200 seguros mal hechos? ¿Quién ha decidido que esto sea así? Para buscar el sano equilibrio se necesita tiempo, debemos pensar, debemos autoconocernos, debemos aprender, debemos estudiar, debemos observar, pero si solo actuamos y actuamos y actuamos... ¿cuando vamos a observar? Si ya no duermes: detente. Date un paseo por un parque y medita.

Sebastián Ayala Bonita reflexión compañero, ojalá pudiera ayudarte. La decisión que cada uno tome será sin duda la que marque el día a día de tu negocio (ya no sólo hablo de seguros). Yo particularmente cuando estaba en activo, intentaba llegar a casa y poder descansar con la conciencia tranquila.

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