La cultura de lo fácil.
Intentar relacionar al Branding con un cambio de actitud de las marcas hacia la persona que consume y hacia el mundo pueda quizás sonar ingenuo o por el contrario demasiado ambicioso. Pero en Branding, no sólo se analiza y estudia un producto o servicio antes de generar una identidad y una marca sino también a la persona que va a tener contacto con ella, que va a consumirla, necesitarla o incluso amarla.
Es en este trabajo de crear una identidad de marca donde la persona es, sin duda, y aunque suene obvio, lo más importante. Persona a la cual solemos llamar consumidor en un afán de reducirlo simplemente a un fin comercial.
Esta batalla contra la deshumanización de nuestra cultura, en donde se intenta convertir al hombre en un autómata del consumo, ha hecho ya reaccionar a muchos y enfermar a otros. Por sobre todas las cosas, es imperioso comprender que en esta nueva era, los nuevos productos que no contribuyan a simplificar, mejorar la vida de las personas tendrán poco o ningún recorrido. Por esto, en ocasiones, tenemos que volver a los orígenes, parar ante la vorágine que supone el mundo online.
¿Qué sentido tiene ser muy cool en la web, si no eres capaz de atender el teléfono con eficacia? ¿De qué sirve contar con los mejores sistemas de pago online si en tus establecimientos físicos la clientela no es recibida y atendida con una sonrisa?
Volvamos a fijarnos en los detalles menores que, en medio de tanto social media, market place, digitalizaciones, nubes, dispositivos…, están en peligro de quedar relegados a un segundo plano, a ser olvidados. Aprovechemos, claro está, las ventajas que ofrecen los nuevos canales, como la cercanía, la inmediatez, el conocimiento de nuestro público, la data, la personalización… pero siempre en combinación de aquello que contribuyó, cuando todavía Internet no es lo que era y la conectividad sin límites y sin cables no existía, a que nuestra marca adquiriera un mensaje definido, memorable y diferencial. No es una cuestión de revivir el pasado, es no perder de vista la obviedad de la importancia de las personas para la existencia de las marcas.
Esta deshumanización del hombre, considerándolo a veces sólo un consumidor, parte de la tecnología, es quizás el error del que muchas empresas jamás logran regresar.
¿Por que fracasan entre siete y ocho de cada diez nuevos productos que se lanzan al mercado? Porque esencialmente no contemplan este matiz tan relevante. Porque no simplifican lo complejo, ni hacen mejor lo bueno, ni se ponen en la piel de la Persona.
¿La mayoría de marcas ha olvidado que el producto, sea cual fuera, tiene como fin lograr un bienestar, una mejora o un progreso para la Persona?
Persona.
La Persona en la era digital, no es más inteligente, pero si está más informada y documentada, ya no concibe toparse con marcas y productos que dicen lo que no son, y hacen lo que no dicen. Otro de los grandes defectos de las marcas en este siglo XXI es que con falsedades anuncian que pueden lograrse grandes resultados y progresos sin esfuerzo. Los métodos de sugestión de masas que pocas veces son compatibles con la independencia y felicidad real del hombre irán paulatinamente desapareciendo siempre que la sociedad, conocida actualmente como “el mercado” se harte de estas practicas.
Esta nueva cultura de vender el "sin esfuerzo" que está envenenando despachos, universidades y escuelas, casi toda nuestra cultura y progreso futuro, no hace más que ahondar en las carencias de un sistema que sigue más cerca culturalmente de la revolución industrial que de la revolución digital. Estos mercaderes de lo fácil por supuesto, responden a una gran demanda.
Una gran mayoría está confusa e insegura y busca productos que le proporcionen alegría, tranquilidad, y salvación. Pero todo esto lo necesita de inmediato con cosas que requieran poco o ningún esfuerzo y que den rápidos resultados.
La promesa de que las cosas pueden conseguirse sin esfuerzo es una de las grandes falacias que nos intentan contagiar hoy las nuevas voces postmodernas. Muchas marcas depredadoras intentan posicionarse en la inmediatez construyendo un imaginario de éxito irreal sobre lo efímero del hoy. Afortunadamente las marcas agricultoras siguen sembrando, cosechando y recogiendo, año a año, día a día, sobre la base del esfuerzo, la constancia y la dedicación.
Recientemente tuve la fortuna de coincidir con Leopoldo Abadía. Durante su exposición nos recordó Leopoldo que la frase más conocida de Churchill se utiliza de manera incompleta. El "No tengo nada que ofrecer sino sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor", incluía esfuerzo.
Con la revolución industrial el hombre comprobó que las cosas podían hacerse con menor esfuerzo y a gran escala. Y toda esa energía que antes ponía el hombre en su trabajo físico quedo liberada. Esto fue una bendición, el resultado del progreso y la oportunidad de disponer de esa energía ahorrada para tareas más creativas. Tareas que "no sin esfuerzo" ayudarían a progresar en más ámbitos.
Lograr erradicar de nuestras aulas, empresas, sociedad, la idea de lo fácil, la enfermedad de lo fácil es quizás la tarea más imperativa de estos tiempos. En dónde los progresos y las nuevas tecnologías sean vistas como herramientas hacia nuevos retos y desafíos, llenos de dificultades, fracasos, esfuerzos y sacrificios, oportunidades como han demandado siempre todas las grandes obras de la humanidad.
De acuerdo con el análisis de la cultura engañosa de lo fácil y rápido.
People & Organisation Shaker | Operational Innovation | Professor @ IE
7 añosTotalmente de acuerdo, Andy Stalman! Las nuevas tecnologías (si es que todavía las podemos llamar "nuevas") son el "nuevo" canal. Pero el esfuerzo y la intensidad para concebir, desarrollar e impulsar la obra/proyecto/producto en este nuevo canal tienen ADN humano.