La distancia entre lo que SOMOS y lo que queremos SER es lo que HACEMOS.

La distancia entre lo que SOMOS y lo que queremos SER es lo que HACEMOS.

El siglo XXI acaba de cumplir la mayoría de edad. Y el siglo, siendo ya adulto, debe empezar a comportarse como tal. En este siglo los humanos nos estamos preparando para convivir con robots, máquinas, inteligencias artificiales. Un encuentro que provocará problemas, oportunidades y desafíos de tipo ético, social y económico. También linguístico. La RAE ya admite mariposear, acoso escolar, pasada, buenismo, táper, chusmear. Y algunas más de la era digital como clic, clicar, cracker, posverdad, hacker o postureo.

El mundo del 2018 ya es diferente al de 2017, es diferente del de hace una hora. Estas marcas no existían en enero de hace 10 años: Airbnb, Instagram, Siri, Bitcoin, Uber, Lyft, Snapchat, iPad, WhastApp, Alexa, WeChat, Kickstarter, Tinder, Apple Watch, Google Chrome, Slack, App Store, Pinterest y Candy Crush entre muchas más.

Hace años que vengo escuchando dos grandes grupos de opinión. Una corriente de resignación general sobre el futuro que se avecina. Todos, o mejor dicho casi todos los de este grupo, ya han asumido que el futuro será como han elegido que sea unos pocos. Un futuro empantallado, digitalizado, robotizado, inteligente (en el ámbito de las máquinas), frío y deshumanizado. Y me niego a ser parte de la resignación. Tradicionalmente, el progreso de la tecnología deja rezagado a los procesos políticos: ya perdimos la oportunidad de redactar una carta moral para el uso de Internet, y seguimos jugando hasta el día de hoy. No podemos darnos el lujo de permanecer indiferentes ante los próximos avances, ya sea en biotecnología o en IA. Cada vez más, el guión de nuestro futuro está siendo escrito por ingenieros y empresarios, que no necesariamente se tienen en cuenta.

El segundo grupo de opinión es el de los optimistas, los que ven el futuro con esperanza, con ilusión. Los que ven que el progreso no tiene una cara B, más bien es un puente hacia un mundo mejor. De echo la sociedad se adapta a los cambios con facilidad, desde la máquina a vapor hasta el iPhone, hasta el notable aumento de las expectativas de vida. La historia muestra que la humanidad no solo se adapta sino que ademas se beneficia de todos los avances tecnológicos. Ni los ordenadores, ni las máquinas ni internet crearon paro. El paro lo crean los errores de los políticos y los fallos del sistema económico, no el avance tecnológico.

Y si hablamos de grandes creadores, en una entrevista publicada en 1935, el célebre inventor Nikola Tesla vaticinó que en el siglo XXI, "los robots tomarán el lugar de la mano de obra esclava de las civilizaciones antiguas […] liberando a la humanidad para perseguir aspiraciones más elevadas”. ¿Cuál será la primer generación que disfrutará de tiempo libre y de poder disfrutar que los robots que sustituyen a los seres humanos paguen impuestos y coticen a la Seguridad Social? ¿La generación Y? ¿La generación Z?

Mientras, en prácticamente todo el abanico corporativo se oye hablar de comprar bitcoin, incorporar tecnología blockchain, digitalizar la empresa, implementar chatbots, sumar robots, mejorar los algoritmos, enseñar a la inteligencia artificial. Se lee mucho de tecnología y casi nada de personas ¿Dónde cabe el ser humano?

Hablando de nuestro futuro compartido, el ser humano tiene todavía un margen de acción importante. Como así también la herramientas más poderosa jamás creada: nuestro cerebro. La mente humana es maravillosa, y el ser humano es una especie curiosa y creativa lo cuál desmiente aquello de que no es posible cambiar las cosas. Lo cierto es que lo único verdaderamente transformador es la acción. Precisamente la distancia entre lo que somos como sociedad y lo que queremos ser es lo que hacemos.

Las máquinas carecen de conciencia, de emociones, de habilidades sociales. Es nuestra conciencia humana la que debemos sacudir para reflexionar sobre este presente y luego actuar para afectar nuestro futuro. Los seres humanos no somos datos, somos emociones. Los robots no ocuparán tu puesto de trabajo, siempre que tengas: competencias sociales como compartir y negociar. Habilidades sociales como la empatía y la colaboración. En este contexto la inteligencia humana recibe su significado más profundo: el de capacidad para la libertad. Tenemos la habilidad de crear y adoptar nuevos propósitos. El siglo XXI acaba de cumplir la mayoría de edad, ahora le toca a la sociedad hacerse adulta y enfrentar el futuro con madurez.






Emili Ayala Escriba

Ingeniera de Gestión Minera CIP 339780

4 años
David Garrido Moyano

Logro mejorar los procesos a través de la innovación que impulsen la productividad y la rentabilidad en empresas de fabricación de envases. 👉Especialista en el sector alimentario y bebidas🥫

6 años

Gran reflexión. Estamos aconteciendo grandes oportunidades para mejorar nuestro estilo de vida, y sobre todo, para reflexionar e profundizar en que papel queremos tomar en los próximos años. Tomar acción ahora dará grandes ventajas y prósperas en no muy largo plazo.

Reynaldo Alfonzo Liota

Marketing & Sales / Digital Branding

6 años

Excelente reflexión. No existe máquina que pueda sustituir lo que somos en esencia como humanos.

Ana Boccardo

Licenciada en Psicología: Clínica de Adultos & Adolescentes Analista Senior Especialista en Investigación Cualitativa

6 años

"Los robots no ocuparán tu puesto de trabajo, siempre que tengas: competencias sociales como compartir y negociar. Habilidades sociales como la empatía y la colaboración. En este contexto la inteligencia humana recibe su significado más profundo: el de capacidad para la libertad." El problema es que abundan trabajadores commodities, se diseñan cantidad de posiciones donde estas habilidades no son necesarias, no me parece que sea un tema de madurez…

Oscar Morales Lamar

Director de Proyectos, Experto en transformación digital y facilitador del cambio. PMOfficer (PMO-CP), PMP, Business Analyst, Lean Six Sigma Yellow Belt, Licensed Practitioner of NLP, Coach/Mentor, Colegiado CPIIC. nº.6

6 años

Falta el apéndice de y Cómo lo hacemos...je je je

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