Éxodos e intercambios
Los movimientos migratorios han sido parte de la historia de la humanidad. Las comunidades se configuran como una mezcla de procedencias que aportan una identidad compartida en espacios creados desde lo común. casos como el éxodo venezolano que estamos contemplando hace algunos años. O si echamos la vista atrás, el largo conflicto sirio que ya dura casi diez años y que ha generado una diáspora en miles de familias que se han visto obligadas a disgregarse de manera repentina e inesperada. No cabe duda de que estos fenómenos afectan a individuos y familias de forma directa en sus trayectorias vitales.
El trabajo en la relación de ayuda al migrante comprende códigos y sensibilidades específicas. Considero que se hace un uso abusivo del término “colectivo”. Parece estar escrito que, si aglutinamos bajo este epígrafe a un grupo de personas que aparentemente poseen una cultura diferente a la nuestra, está todo dicho. Lo colectivo no nos debería despistar sobre lo íntimo, lo que es inherente a las personas. ése es el trabajo real con familias migrantes: considerarlas únicas y no a pesar de ese componente cultural. Hablamos de un mero elemento más de la identidad personal. Por ejemplo, el mito de “lo latino”. En el caso de la población hispanoparlante, conforma un prejuicio, una forma de etiqueta que establece una categoría que no debiera existir en tanto conglomera una generalidad vasta e inconcreta.
Como sociedad receptora, resulta tan sencillo generalizar que asusta leer declaraciones, escuchar algunas voces públicas o testimonios en prensa que alientan al rechazo como respuesta. Ni siquiera es preciso el hecho de hablar de resistencias hacia lo desconocido: si bien la integración pasa necesariamente por la interacción, todos estamos muy expuestos a dichos discursos. Resulta aterrador cómo identificamos la ilegalidad con personas, la búsqueda de la prosperidad con la idea de apropiación de espacios que siempre han sido comunes pero ajenos.
Siempre se dice que la integración es un proceso de dos direcciones: del que llega en juego con la sociedad que recibe, la cual a su vez es emisora. Si lo entendemos como un continuum, lo lineal se convierte en circular. Ahora más que nunca, debe ser así. A la tan traída y llevada memoria histórica bien podríamos devolverle su semántica original: hagamos ejercicio de memoria a largo plazo y reflexionemos en términos de patrimonio cultural, tanto en lo que recibimos hace lustros como los jóvenes que se abren camino a día de hoy fuera de nuestras fronteras. Me viene a la mente el término intercambio, que poco tiene que ver con aquel colectivo que apuntalaba todavía más el etnocentrismo más trasnochado.
Éxodo e intercambio maridan gracias a la solidaridad y a un ejercicio voluntario y consciente de legitimar al otro, que, de un modo u otro, nos puede resultar extraño. Desde ese prisma, el encuentro nos legitima a nosotros desde los parámetros que decidamos: lo cultural, lo familiar, ritos, espacios, gastronomía, etc. Aunque el dicho popular se escriba en otros términos, “resetear es de sabios”. En tiempos de globalización, brexits y redes sociales, más nos vale actualizar el software de nuestras creencias.
Pizarro M. J., diciembre 2018