5 trastornos sobre el aspecto físico más frecuentes en adolescentes y jóvenes

5 trastornos sobre el aspecto físico más frecuentes en adolescentes y jóvenes

La adolescencia y la juventud son etapas de la vida marcadas por importantes cambios físicos, emocionales y sociales. Estos cambios pueden afectar a la forma en que los jóvenes se ven a sí mismos y a su cuerpo, así como a la manera en que se relacionan con los demás. En algunos casos, estos cambios pueden generar problemas de salud mental relacionados con el aspecto físico, que pueden interferir con el bienestar y el desarrollo de los jóvenes.

Los trastornos sobre el aspecto físico son aquellos que se caracterizan por una preocupación excesiva o una insatisfacción con alguna parte o característica del cuerpo, que puede o no estar alterada objetivamente. Estos trastornos pueden provocar malestar, ansiedad, depresión, aislamiento social, baja autoestima y conductas de riesgo, como el abuso de sustancias, los trastornos alimentarios o las autolesiones. Además, pueden afectar al rendimiento académico, laboral y personal de los jóvenes.

En este artículo, se describen los cinco trastornos sobre el aspecto físico más frecuentes en adolescentes y jóvenes, según la evidencia científica disponible. También se ofrecen algunas soluciones terapéuticas que pueden ayudar a los afectados a superar estos problemas y mejorar su calidad de vida.

Acné

El acné es una afección cutánea que se produce por la inflamación de los folículos pilosos y las glándulas sebáceas, que producen sebo, una sustancia grasa que lubrica la piel. El acné suele aparecer en la cara, el pecho, la espalda y los hombros, y se manifiesta por la presencia de comedones (puntos negros o blancos), pápulas (granitos rojos), pústulas (granitos con pus), nódulos (bultos duros y dolorosos) y quistes (bultos grandes y llenos de líquido).

El acné es muy frecuente entre los adolescentes y los jóvenes, debido a los cambios hormonales que se producen en esta etapa de la vida. Se estima que el 85 % de los jóvenes entre 12 y 24 años sufren de acné en algún grado. El acné puede tener un impacto negativo en la autoimagen, la autoestima, el estado de ánimo y las relaciones sociales de los jóvenes. Algunos estudios han encontrado que los jóvenes con acné tienen más riesgo de sufrir ansiedad, depresión, ideas suicidas, aislamiento social y estigmatización.

El tratamiento del acné depende de la gravedad y el tipo de lesiones que presente el joven. En general, se recomienda mantener una buena higiene de la piel, evitar el uso de productos cosméticos que puedan obstruir los poros, no manipular ni exprimir las lesiones, y seguir una dieta equilibrada y saludable. Además, existen diversos medicamentos, tanto tópicos como orales, que pueden ayudar a controlar el acné, como los antibióticos, los retinoides, los antiinflamatorios o (incluso algunos casos) los anticonceptivos. Estos medicamentos deben ser prescritos y supervisados por un médico dermatólogo, que valorará los posibles beneficios y efectos secundarios de cada caso.

Además del tratamiento médico, es importante que los jóvenes con acné reciban apoyo psicológico, que les ayude a afrontar el malestar emocional que les genera su condición. Algunas estrategias que pueden ser útiles son:

  • Fomentar una actitud positiva y realista hacia el acné, evitando compararse con los demás o con estándares de belleza irreales.
  • Reconocer y expresar las emociones que se sienten, como la tristeza, la rabia, la vergüenza o la frustración, sin reprimirlas ni negarlas.
  • Buscar el apoyo de la familia, los amigos, los profesores o los profesionales de la salud, que puedan ofrecer comprensión, afecto y consejo.
  • Participar en actividades que generen satisfacción, placer y diversión, como el deporte, el ocio, el arte o el voluntariado, que ayuden a mejorar el ánimo, la autoestima y la integración social.
  • Practicar técnicas de relajación, respiración o meditación, que ayuden a reducir el estrés, la ansiedad y la tensión muscular.
  • Acudir a un psicólogo o un psiquiatra, si el acné provoca un sufrimiento intenso, un deterioro funcional o síntomas de un trastorno mental, como la depresión o el trastorno dismórfico corporal.

Trastorno dismórfico corporal

El trastorno dismórfico corporal (TDC) es un trastorno mental que se caracteriza por una preocupación excesiva y obsesiva por un defecto percibido en el aspecto físico, que es inapreciable o leve para los demás. El TDC puede afectar a cualquier parte o característica del cuerpo, pero las más frecuentes son la nariz, el cabello, la piel, los ojos, los labios, los dientes, las orejas, el pecho, el abdomen y los genitales.

El TDC suele aparecer en la adolescencia o la juventud temprana, y afecta por igual a hombres y mujeres. Se estima que el 2,4 % de los jóvenes entre 13 y 18 años sufren de TDC. El TDC puede causar un gran malestar, ansiedad, depresión, vergüenza, culpa y aislamiento social en los jóvenes. Además, puede provocar conductas compulsivas, como el chequeo frecuente del defecto en el espejo, el camuflaje con ropa o maquillaje, la comparación con los demás, la búsqueda de reaseguramiento, la evitación de situaciones sociales o la realización de cirugías o tratamientos estéticos.

El tratamiento del TDC se basa en la combinación de la terapia psicológica y la medicación. La terapia psicológica más efectiva es la terapia cognitivo-conductual (TCC), que ayuda al joven a identificar y modificar los pensamientos distorsionados que tiene sobre su aspecto físico, a exponerse gradualmente a las situaciones que le generan ansiedad, y a reducir o eliminar las conductas compulsivas. La medicación más utilizada es la de los antidepresivos inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), que ayudan a regular el estado de ánimo, la ansiedad y las obsesiones. Estos medicamentos deben ser prescritos y supervisados por un médico psiquiatra, que valorará los posibles beneficios y efectos secundarios de cada caso.

Además de la terapia psicológica y la medicación, es importante que los jóvenes con TDC reciban apoyo social, que les ayude a mejorar su autoestima, su confianza y su integración. Algunas estrategias que pueden ser útiles son:

  • Fomentar una actitud crítica y reflexiva hacia los medios de comunicación y las redes sociales, que pueden transmitir imágenes irreales, manipuladas o idealizadas del cuerpo humano.
  • Reconocer y valorar las cualidades y capacidades personales, más allá del aspecto físico, que hacen que cada persona sea única y especial.
  • Buscar el apoyo de la familia, los amigos, los profesores o los profesionales de la salud, que puedan ofrecer comprensión, afecto y consejo.
  • Participar en actividades que generen satisfacción, placer y diversión, como el deporte, el ocio, el arte o el voluntariado, que ayuden a mejorar el ánimo, la autoestima y la integración social.
  • Practicar técnicas de relajación, respiración o meditación, que ayuden a reducir el estrés, la ansiedad y la tensión muscular.
  • Acudir a un grupo de autoayuda o a una asociación de afectados por el TDC, que puedan ofrecer información, orientación y apoyo mutuo.

Trastornos de la conducta alimentaria

Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) son aquellos que se caracterizan por una alteración grave de la relación con la comida, el peso y la imagen corporal. Los TCA más conocidos son la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y el trastorno por atracón. Estos trastornos pueden tener consecuencias graves para la salud física y mental de los jóvenes, como la desnutrición, la deshidratación, la osteoporosis, la diabetes, las caries, los problemas cardíacos, la depresión, la ansiedad, el aislamiento social y el riesgo de suicidio.

Los TCA suelen aparecer en la adolescencia o la juventud temprana, y afectan más a las mujeres que a los hombres. Se estima que el 5 % de los jóvenes entre 12 y 18 años sufren de algún TCA. Los TCA pueden estar influenciados por diversos factores, como la genética, la personalidad, el estrés, los traumas, los conflictos familiares, la presión social o los ideales de belleza.

El tratamiento de los TCA se basa en la combinación de la terapia psicológica, la intervención nutricional y la medicación. La terapia psicológica más efectiva es la terapia cognitivo-conductual (TCC), que ayuda al joven a identificar y modificar los pensamientos y las creencias irracionales que tiene sobre la comida, el peso y el cuerpo, a regular sus emociones, a mejorar sus hábitos alimentarios y a prevenir las recaídas. La intervención nutricional consiste en el seguimiento y la educación de un dietista-nutricionista, que ayuda al joven a recuperar un peso saludable, a establecer un plan de alimentación equilibrado y personalizado, y a corregir los mitos y los errores sobre la nutrición. La medicación más utilizada es la de los antidepresivos inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), que ayudan a regular el estado de ánimo, la ansiedad y el apetito. Estos medicamentos deben ser prescritos y supervisados por un médico psiquiatra, que valorará los posibles beneficios y efectos secundarios de cada caso.

Además de la terapia psicológica, la intervención nutricional y la medicación, es importante que los jóvenes con TCA reciban apoyo familiar y social, que les ayude a mejorar su autoestima, su confianza y su integración. Algunas estrategias que pueden ser útiles son:

  • Fomentar una actitud crítica y reflexiva hacia los medios de comunicación y las redes sociales, que pueden transmitir imágenes irreales, manipuladas o idealizadas del cuerpo humano.
  • Reconocer y valorar las cualidades y capacidades personales, más allá del aspecto físico, que hacen que cada persona sea única y especial.
  • Buscar el apoyo de la familia, los amigos, los profesores o los profesionales de la salud, que puedan ofrecer comprensión, afecto y consejo.
  • Participar en actividades que generen satisfacción, placer y diversión, como el deporte, el ocio, el arte o el voluntariado, que ayuden a mejorar el ánimo, la autoestima y la integración social.
  • Practicar técnicas de relajación, respiración o meditación, que ayuden a reducir el estrés, la ansiedad y la tensión muscular.
  • Acudir a un grupo de autoayuda o a una asociación de afectados por los TCA, que puedan ofrecer información, orientación y apoyo mutuo.

Trastorno de identidad de género

El trastorno de identidad de género (TIG) es un trastorno mental que se caracteriza por una incongruencia entre el género asignado al nacer y el género con el que se identifica la persona. El género es una construcción social y cultural que define las características, los roles y las expectativas que se asocian a cada sexo. El TIG puede manifestarse por una sensación de malestar, confusión, rechazo o disforia con el propio cuerpo, el nombre, la ropa, el lenguaje o las actividades que se consideran propias del género asignado.

El TIG suele aparecer en la infancia o la adolescencia, y afecta por igual a hombres y mujeres. Se estima que el 0,6 % de los jóvenes entre 13 y 18 años sufren de TIG. El TIG puede causar un gran sufrimiento, ansiedad, depresión, vergüenza, culpa y aislamiento social en los jóvenes. Además, puede provocar conductas de riesgo, como el abuso de sustancias, los trastornos alimentarios, las autolesiones o el suicidio. Asimismo, puede generar discriminación, acoso, violencia o rechazo por parte de la familia, los amigos, la escuela o la sociedad.

El tratamiento del TIG se basa en la combinación de la terapia psicológica, la intervención médica y el apoyo social. La terapia psicológica más efectiva es la terapia de aceptación y compromiso (TAC), que ayuda al joven a aceptar su identidad de género, a reducir el malestar y la disforia, a mejorar su autoestima y su confianza, y a establecer sus objetivos y valores personales. La intervención médica consiste en el seguimiento y la asesoría de un médico endocrinólogo, que ayuda al joven a iniciar, si lo desea, un proceso de reasignación de género, que puede incluir el tratamiento hormonal, la cirugía o la modificación de los documentos legales. Estas intervenciones médicas deben ser consensuadas y supervisadas por un equipo multidisciplinar, que valorará los posibles beneficios y efectos secundarios de cada caso.

Además de la terapia psicológica y la intervención médica, es importante que los jóvenes con TIG reciban apoyo familiar y social, que les ayude a mejorar su autoestima, su confianza y su integración. Algunas estrategias que pueden ser útiles son:

  • Fomentar una actitud de respeto y tolerancia hacia la diversidad de género, evitando los prejuicios, los estereotipos y las etiquetas.
  • Reconocer y expresar las emociones que se sienten, como la tristeza, la rabia, la vergüenza o la frustración, sin reprimirlas ni negarlas.
  • Buscar el apoyo de la familia, los amigos, los profesores o los profesionales de la salud, que puedan ofrecer comprensión, afecto y consejo.
  • Participar en actividades que generen satisfacción, placer y diversión, como el deporte, el ocio, el arte o el voluntariado, que ayuden a mejorar el ánimo, la autoestima y la integración social.
  • Practicar técnicas de relajación, respiración o meditación, que ayuden a reducir el estrés, la ansiedad y la tensión muscular.
  • Acudir a un grupo de autoayuda o a una asociación de afectados por el TIG, que puedan ofrecer información, orientación y apoyo mutuo.

Trastorno de adicción a la imagen

El trastorno de adicción a la imagen (TAI) es un trastorno mental que se caracteriza por una dependencia excesiva y compulsiva de la imagen propia, que se refleja en el uso abusivo de las redes sociales, las selfies, los filtros, los retoques o las valoraciones externas. El TAI puede estar relacionado con una baja autoestima, una inseguridad, una insatisfacción o una vulnerabilidad emocional, que se intentan compensar con la búsqueda de aprobación, reconocimiento o admiración a través de la imagen.

El TAI suele aparecer en la adolescencia o la juventud temprana, y afecta más a las mujeres que a los hombres. Se estima que el 10 % de los jóvenes entre 12 y 18 años sufren de TAI. El TAI puede causar un gran malestar, ansiedad, depresión, vergüenza, culpa y aislamiento social en los jóvenes. Además, puede provocar conductas de riesgo, como el abuso de sustancias, los trastornos alimentarios, las autolesiones o el suicidio. Asimismo, puede generar una distorsión de la realidad, una pérdida de la identidad, una falta de autenticidad o una dificultad para establecer relaciones genuinas y profundas.

El tratamiento del TAI se basa en la combinación de la terapia psicológica y la intervención educativa. La terapia psicológica más efectiva es la terapia cognitivo-conductual (TCC), que ayuda al joven a identificar y modificar los pensamientos y las creencias irracionales que tiene sobre la imagen, a regular sus emociones, a mejorar su autoestima y su confianza, y a establecer sus objetivos y valores personales. La intervención educativa consiste en el seguimiento y la orientación de un educador social, que ayuda al joven a reducir o controlar el uso de las redes sociales, las selfies, los filtros, los retoques o las valoraciones externas, y a fomentar un uso responsable, crítico y creativo de las nuevas tecnologías.

Además de la terapia psicológica y la intervención educativa, es importante que los jóvenes con TAI reciban apoyo familiar y social, que les ayude a mejorar su autoestima, su confianza y su integración. Algunas estrategias que pueden ser útiles son:

  • Fomentar una actitud crítica y reflexiva hacia los medios de comunicación y las redes sociales, que pueden transmitir imágenes irreales, manipuladas o idealizadas del cuerpo humano.
  • Reconocer y valorar las cualidades y capacidades personales, más allá del aspecto físico, que hacen que cada persona sea única y especial.
  • Buscar el apoyo de la familia, los amigos, los profesores o los profesionales de la salud, que puedan ofrecer comprensión, afecto y consejo.
  • Participar en actividades que generen satisfacción, placer y diversión, como el deporte, el ocio, el arte o el voluntariado, que ayuden a mejorar el ánimo, la autoestima y la integración social.
  • Practicar técnicas de relajación, respiración o meditación, que ayuden a reducir el estrés, la ansiedad y la tensión muscular.
  • Acudir a un psicólogo o un psiquiatra, si el TAI provoca un sufrimiento intenso, un deterioro funcional o síntomas de un trastorno mental, como la depresión o el trastorno dismórfico corporal.

Soluciones terapéuticas para los trastornos sobre el aspecto físico

Los trastornos sobre el aspecto físico son problemas de salud mental que afectan a un gran número de adolescentes y jóvenes, y que pueden tener un impacto negativo en su bienestar y su desarrollo. Por ello, es importante que los jóvenes que sufren de estos trastornos reciban una atención adecuada, que les ayude a superar sus dificultades y a mejorar su calidad de vida.

Las soluciones terapéuticas para los trastornos sobre el aspecto físico deben ser personalizadas, integrales y multidisciplinares, es decir, que se adapten a las necesidades, los objetivos y las preferencias de cada joven, que aborden tanto los aspectos físicos como los psicológicos y los sociales, y que cuenten con la colaboración de diferentes profesionales, como médicos, psicólogos, nutricionistas, educadores o asesores.

En general, las soluciones terapéuticas para los trastornos sobre el aspecto físico se basan en la combinación de tres tipos de intervenciones: la terapia psicológica, la intervención médica y el apoyo social. Estas intervenciones tienen como finalidad ayudar al joven a: conseguir

  • Aceptar y valorar su aspecto físico, reconociendo sus fortalezas y sus áreas de mejora, y evitando las comparaciones, los juicios o las críticas negativas.
  • Corregir o mejorar las alteraciones o las insatisfacciones que pueda tener con su aspecto físico, mediante el uso de tratamientos, medicamentos, cirugías o cambios de hábitos, siempre bajo la supervisión y el consejo de un profesional cualificado.
  • Desarrollar una autoestima y una confianza saludables, que le permitan sentirse bien consigo mismo, con su cuerpo y con su identidad, y que le faciliten la expresión de sus emociones, sus opiniones y sus deseos.
  • Establecer relaciones sociales positivas, que le aporten apoyo, afecto, comprensión y respeto, y que le ayuden a integrarse, a comunicarse y a cooperar con los demás.
  • Afrontar los problemas, los conflictos o las dificultades que pueda tener en su vida cotidiana, mediante el uso de estrategias de afrontamiento, de solución de problemas, de relajación o de prevención de recaídas.

Estas soluciones terapéuticas pueden ser de gran ayuda para los jóvenes que sufren de trastornos sobre el aspecto físico, pero también es importante que los jóvenes cuenten con el apoyo y la colaboración de su entorno, como la familia, los amigos, la escuela o la sociedad, que pueden contribuir a prevenir, detectar y tratar estos problemas, y a promover una imagen corporal positiva, una salud física y mental óptima, y una convivencia armónica y diversa.

Daniel Castro Santiago

📖 Filósofo | Poeta | Administrador de la página de divulgación cultural Phylosarges | Creador de contenido en Instagram y Tik tok | Máster en Filosofía Contemporánea | Filosofía del deporte | Taekwondo | Socorrista

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