Alineándonos con Dios
Siendo consultor de Empresas, Dios me ha dado la visión de colaborar con ellas para ayudarles a generar la mayor riqueza posible al menor costo. Donde las palabras riqueza y costo son conceptos amplios que no solamente se refieren al dinero; riqueza en calidad de vida, en calidad humana, en calidad de productos y servicios, y, por supuesto, riqueza económica. Costo en términos de pérdida de vida familiar, desgaste en las relaciones interpersonales, conflictos, y por supuesto, costo económico. Todo esto tiene que ver con el concepto de Productividad Empresarial que manejo. Productividad significa hacer más con menos, y depende del objetivo del sistema del que estamos hablando. Si el objetivo de una empresa es generar riqueza; entonces productividad empresarial significa cómo generar la mayor riqueza posible, al menor costo.
Para lograr estos objetivos en las empresas, el énfasis principal consiste en buscar alinear los esfuerzos de todos los integrantes de la organización hacia el objetivo de generar la mayor riqueza posible al menor costo. Normalmente, cuando llego a una empresa, me encuentro con un esquema de este tipo; donde los esfuerzos de todos los integrantes de la organización van en diferente dirección (ver Figura A).
Cuando los esfuerzos de todos los integrantes van cada uno por su lado, sin tomar en cuenta el beneficio común, se anulan mutuamente en sus esfuerzos y generan muy poca riqueza con mucho desgaste físico, económico y emocional. Y lo que busco cuando me retiro de una organización, es dejar un esquema de este otro tipo (Ver Figura B).
Donde los esfuerzos de todos los integrantes de la organización están alineados y no se anulan entre sí, lo cual les permite generar mayor riqueza con menos desgaste físico, económico y emocional.
Meditando y reflexionando en estas ideas, al observar los grandes beneficios que es posible obtener en una organización humana, me he puesto a considerar ¿Cómo podría ser el mundo si todos los seres humanos estuviésemos alineados con Dios y sus objetivos para la humanidad?
Siguiendo a mis meditaciones en esa dirección, me pregunté: Bueno ¿Y qué quiere Dios con el ser humano? Y me encontré en la 2ª epístola de Pedro lo siguiente: “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas lleguemos a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia” 2ª P 1.3-4. ¡Dios quiere hacernos participantes de su naturaleza divina!
Luego vino a mi mente otro par de preguntas: ¿Por qué quiere Dios hacer eso? ¿Cuál es su motivo? Entonces, Dios me llevó al libro de Romanos, donde encontré: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos” Ro 8.28-29. ¡El motivo de Dios, es su familia¡ El motivo y propósito eterno de Dios es: Engendrar hijos e hijas a través de la adopción operada por el Espíritu Santo, tomar a criaturas mortales y corruptas, y hacerlas nacer de nuevo en su naturaleza; en la naturaleza de Dios mismo, para llegar a ser semejantes a su Hijo amado. “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” Ef 4.13.
Recomendado por LinkedIn
En Dios no hay tinieblas ni nada oscuro, él es transparente, él es luz: “Este es el mensaje que hemos oído de él y les anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él” 1 Jn 1.5. La esencia del carácter de Dios es el amor: “Dios es amor” 1 Jn 4.8. Él nos ama. Te ama a ti, y me ama a mí. Así como somos; y quiere pasar la eternidad con nosotros. Es por ello que dio lo más valioso que tenía para rescatarnos, dio a su Hijo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” Jn 3.16. Tú eres ese tesoro escondido y esa perla de gran precio por la que Dios vendió todo lo que tenía. Si tú eres capaz de creer esto y experimentar el amor de Dios, tú puedes ser lleno de él: “Para que habite Cristo por la fe en sus corazones, a fin de que arraigados y cimentados en amor, sean plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo que excede a todo conocimiento, para que sean ustedes llenos de toda la plenitud de Dios” Ef 3.17-19.
Bueno, no se a ti; pero a mí el tema me interesa sobremanera. Una de las cosas que he aprendido con mis clientes en las sesiones de Planeación Estratégica, es a identificar dónde estamos y a dónde queremos ir. Veamos esto.
El apóstol Pablo nos hace un relato muy interesante acerca del dialogo que tuvo con Jesucristo cuando se convirtió a Dios: “Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba, y me decía en lengua hebrea: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti, librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios, para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados” Hch 26.14-18.
Bueno, el panorama es a la vez desolador y alentador. Para Dios, los seres humanos vivimos en un mundo espiritual dominado por las tinieblas y bajo la potestad (el poder) de Satanás. Y él quiere “abrir nuestros ojos”, para que nos convirtamos “de las tinieblas, a la luz”; y dejemos de estar bajo el poder de Satanás y pasemos a estar bajo la cobertura de Dios. Y nos provee del medio, por el cual él quiere hacer esto: “la fe en Jesús”, por medio de la cual nos quiere dar “el perdón de todos nuestros pecados” y “una herencia entre los santos”.
En este sentido es revelador el pasaje que nos describe Pablo en Efesios 2: “Y él nos dio vida a nosotros, cuando estábamos muertos en nuestros delitos y pecados, en los cuales anduvimos en otro tiempo siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad de este aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos; y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su mucho amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en nuestros delitos y pecados, nos dio vida juntamente con Cristo; por cuya gracia somos salvos; y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia somos salvos por medio de la fe; y esto no de nosotros mismos, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” Ef 2.1-10.
De modo que el único Dios verdadero, Santo y puro, que por su santidad, no puede estar en la presencia de lo inmundo; desea relacionarse a nivel íntimo con seres humanos corruptos y pecadores, a los que ama entrañablemente, y para poder lograr esto, el Juez del universo, justo e intachable, decide llevar sobre sus hombros el peso de nuestros pecados y muere en la cruz, por amor, para satisfacer los criterios de justicia y misericordia que forman parte de su carácter. El trabajo principal ya está hecho. El camino para llegar a ser parte de la familia de Dios ya está construido. Ahora solamente falta que nosotros, los seres humanos, aceptemos ser adoptados por él y someternos a un proceso de transformación esencial, que nos permita tener una relación santa con él. Él está dispuesto a hacer todo el trabajo ¿y nosotros?, ¿seremos capaces de alinearnos con él?
Si tú lo quieres, recíbelo. “Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad (poder, derecho) de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” Jn 1.11-12. Dile que aceptas ser su hijo y que aceptas ser transformado por él.
Mi pasión es acompañar procesos de cambio personal y profesional, que le permitan a mis clientes cuidar lo que es importante y obtener resultados extraordinarios.
1 semanaFelicidades Marco!! Me parece una bendición.