Amenazas y oportunidades para Asia Central.

Amenazas y oportunidades para Asia Central.

30 años después de que las cinco repúblicas centroasiáticas -Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán- se independizaran, tras el colapso de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), y de que, inmediatamente después, comenzaran a fortalecer la cooperación entre ellas, el entorno geopolítico actual, tanto regional como internacionalmente, no está haciendo otra cosa que empujarlas a incrementar dicha colaboración.

Esos países tienen perfectamente identificadas cuáles son las amenazas más críticas para su estabilidad política.

1.- La más inmediata es el tráfico de drogas, ya que una de las primeras decisiones que tomó el Talibán, al hacerse con el control del gobierno de Afganistán, en septiembre de 2021, tras la huida vergonzosa de aquel país que Biden forzó a que Estados Unidos (EE. UU.) y, por extensión, sus aliados occidentales ejecutaran, fue la de entrar en contacto con los cárteles de la droga mexicanos para reorganizar las cadenas de suministro globales del opio producido en Afganistán.

2.- Por otra parte, además del hecho de que el terrorismo yihadista esté en el gobierno en Kabul, multitud de grupos, incluidos Al-Qaeda, el Estado Islámico (EI), sus grupos regionales franquiciados y otros muchos de carácter regional o local, con vínculos con terroristas islámicos en Pakistán, en China, en Uzbekistán o en Tayikistán, han regresado al territorio afgano, dónde han reestablecido sus bases de entrenamiento, de aprovisionamiento, de recluta y de proyección de fuerza hacia los países vecinos de Afganistán.

Pareciera que Occidente haya perdido la atención de lo que está ocurriendo en Afganistán en relación con la fuerza que los grupos terroristas islámicos, además de su propio gobierno, están adquiriendo en aquel territorio.

3.- Por último, la situación interna, de dimensiones dramáticas, que se vive en Afganistán es, en sí misma, una fuente de inestabilidad para toda Asia Central, más allá del tráfico de drogas y de la expansión del terrorismo yihadista, ya que esa catástrofe económica y social genera otras amenazas para su estabilidad como son el tráfico de seres humanos o el tráfico de armas, entre éstas, los sistemas de armamentos que EE. UU. dejó atrás, tan generosamente, al retirarse del país de forma precipitada.

El conflicto en Ucrania está transformando el mundo como lo conocíamos, desde el colapso de la URSS, y, de éste podría surgir uno nuevo que se configurara en torno a tres grandes poderes globales -EE. UU., China y la Federación Rusa, estos dos últimos con una estrecha alianza estratégicasin límites”, como le gusta repetir al gobierno de Pekín-, que daría por terminada la época de lo tomas o lo dejas o del te haré una oferta que no podrás rechazar y que ampliaría el abanico de opciones para la mayoría de los países del mundo a la hora de elegir, entre esos tres, a su socio o a sus socios preferentes.

Por ello, EE. UU., China y Rusia tendrán que ser mucho más listos que sus rivales o que sus adversarios globales para poner por delante propuestas de valor muy atractivas, al menos, más que las de los otros dos actores internacionales, en lo militar, en lo económico y en lo cultural.

Sería lógico esperar que se avecinen tiempos de ofensivas de encanto para Asia Central o, quizás, no tanto.

La campaña de seducción de EE. UU. hacia los países de Asia Central no parece haber comenzado muy bien, ya que sus objetivos, en esa región, son los de dificultar las relaciones de las cinco repúblicas centroasiáticas con Rusia, desmantelar la nueva ruta de la seda de China -Belt Road Initiative (BRI), en inglés-, someter las economías centroasiáticas a sus intereses e, incluso, abrirle a Rusia, en mitad del conflicto bélico en Ucrania, un segundo frente de desestabilización.

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Para todo ello, EE. UU. sigue utilizando su libreto, ya conocido, de revoluciones de colores para provocar cambios de régimen políticos -regime change, en inglés- o, si hiciera falta, de apoyo a grupos violentos dudosos, como ya se hizo, en Afganistán, en los años 70 del pasado siglo, al financiar y al armar a los muyahidines para que combatieran al ejército soviético.

Por el momento, EE. UU. ha fracasado en sus tentativas, aunque no conviene hacerse ilusiones por ello porque los estadounidenses lo seguirán intentando.

De hecho, empiezan ya a atisbarse empeños nuevos de EE. UU. de volver, poco a poco, discretamente, por el momento, a Afganistán con las mismas recetas del pasado.

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Para Rusia, Asia Central tiene una importancia de carácter estratégico.

Por ello, Rusia ha invertido 30 millardos de dólares en esa región entre 2010 y 2020 y, a finales de 2021, esa cifra llegó a los 37 millardos.

Asimismo, Rusia y las cinco repúblicas centroasiáticas tienen una larga historia en común a sus espaldas y, por tanto, no sorprende que 4 millones de ciudadanos de esos países residan, en la actualidad, en Rusia por razones profesionales, ya que la Federación Rusa es un mercado laboral muy atractivo para todos ellos, y que esa población esté generando el 8% del Producto Interior Bruto (PIB) ruso.

La Federación Rusa es no sólo un socio inversor, comercial y laboral de las repúblicas de Asia Central, sino que, además, es un gran donante para todas ellas -Moscú distribuye 6,2 millardos de dólares al año en esa región en todo tipo de causas y de iniciativas- y pone un énfasis especial en actuar como un mecenas educativo -60 mil estudiantes de Asia Central estudian en Rusia, cada año, becados por el gobierno ruso y la Federación Rusa ha abierto decenas de sucursales de sus principales instituciones académicas en aquella zona- para las nuevas generaciones de centroasiáticos.

Desde el punto de vista de la seguridad, Rusia está muy preocupada por lo que está ocurriendo en Afganistán tras la toma del poder por el Talibán, especialmente, en las provincias septentrionales de aquel país, es decir, las colindantes con Tayikistán, Turkmenistán y Uzbekistán, en las que ya se están produciendo incidentes con terroristas yihadistas, cuya ambición declarada es la de introducirse en las repúblicas de Asia Central con el objetivo de voltearlas y de convertirlas en regímenes islámicos sin ley para, desde éstas, poder abordar las repúblicas meridionales de la Federación Rusa.

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En realidad, este nuevo mundo tripolar en ciernes sólo puede ser un entorno de oportunidades para las repúblicas de Asia Central porque Rusia, al comenzar su desenganche, que parece irreparable, de Europa, tras el estallido de la crisis en Ucrania, se está moviendo a gran velocidad hacia el este, especialmente, en su cooperación con China, pero no, sólo.

Simultáneamente, para el éxito del proyecto chino del BRI, el vasto territorio de Asia Central es estratégico.

Todos estos movimientos geopolíticos de carácter tectónico no pueden sino que abrir grandes oportunidades futuras para las repúblicas de Asia Central, que exigirán a quienes quieran ser influyentes en ellas de visión de largo plazo, de sabiduría y de diplomacia altamente sofisticada para involucrarlas en proyectos beneficiosos para todas las partes concernidas, de ayuda -de seguridad, económica y cultural-, dónde y cuándo sea pertinente, y de facilitación de una mayor conexión de la región centroasiática con el crecimiento económico vertiginoso que se está produciendo en Asia.

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