ApatIA. La tierra de los sueños androides

Hoy entraba en clase, y probé como siempre a mirarles directo a los ojos a cada uno de ellos. Cada alumno es muy distinto, pero mi objetivo con todos es motivarles a prepararse para su futuro profesional. ¿Pero cómo puedes llevar la mente hacia el futuro a alguien a quien le hemos atrofiado la capacidad de soñar?

Con frecuencia les digo que no se puede construir algo sin haberlo imaginado y planeado primero. Levanto la silla super moderna de nuestras aulas de última generación y la señalo con la otra mano mirándolos a todos.

– Éste es vuestro futuro. Tenéis más herramientas para crearlo, de las que jamás tuvieron vuestros antepasados en toda la historia de la humanidad. Pero primero tenéis que imaginar en vuestra cabeza lo que queréis, y el problema es que muchos de vosotros ya no recuerdan lo que es soñar. – Dejo en el suelo la silla con mucho cuidado, como si fuera la frágil esperanza de alguien, en alguna parte.

A medida que avanzo entre las filas, observo rostros que reflejan desde desinterés hasta una leve curiosidad. No es la falta de sueño lo que veo en sus ojos, sino la ausencia de un brillo, ese que sugiere un deseo de aprender, de explorar. La pregunta que me hago es inevitable: ¿Cómo hemos llegado a este punto? La respuesta es compleja y multifacética, pero si tuviera que apuntar a un factor predominante, señalaría la desconexión entre la educación y la realidad percibida por estos estudiantes, legalmente adultos, jóvenes de espíritu, niños, en términos de análisis de consecuencias de su crónica apatía. No todos, insisto, pero por lo que veo, aquí son mayoría.

La tecnología y las redes sociales han transformado la forma en que se comunican, se informan y, lo que es más importante, cómo ven el mundo. La inmediatez de la información y la gratificación instantánea han moldeado expectativas que el aula tradicional lucha por satisfacer. Estamos preparando a nuestros estudiantes con herramientas del siglo XXI, pero ¿estamos abordando sus necesidades, inquietudes y motivaciones actuales?¿Hay motivaciones hacia su futuro, o están desbordados por el presente?

Es aquí donde nuestro papel como educadores se vuelve crítico. Debemos ser más que transmisores de conocimiento; necesitamos ser facilitadores de sueños, constructores de puentes estratégicos entre sus aspiraciones y las habilidades necesarias para alcanzarlas. Esto significa adaptar nuestros métodos, ser más flexibles en nuestros enfoques y, sobre todo, escuchar. Escuchar no solo para responder, sino para entender.

La apatía que observamos es, en parte, un reflejo de nuestra incapacidad para conectar con ellos en un nivel más profundo. No se trata de una generación perdida, sino de una generación que busca su lugar en un mundo que cambia a un ritmo sin precedentes. Nuestro desafío es demostrarles que, aunque el futuro puede parecer incierto, tienen en sus manos la capacidad de moldearlo. Pero primero, debemos reavivar en ellos la capacidad de soñar.

Como formadores, profesores, educadores ¿Qué es lo que estamos viendo en esas sillas? Son personas, representan el futuro. Y tenemos la oportunidad de ayudar. Siempre hay varios alumnos con curiosidad y anhelo de aprender. ¿Cómo les empoderamos para que no se desmotiven por la apatía de sus compañeros?¿Cómo hacemos que dejen de pensar que el aula es un lugar donde obtener un diploma, y re-conectamos al estudiante con su oportunidad de prepararse para su futuro profesional.

Sin esperanza, sin objetivos. No hay innovación educativa que pueda lograr resultados. Quizás, en estos tiempos tan distintos, toca des-industrializar los procesos educativos, y ayudar a los alumnos, con estudios más personalizados que nunca, gracias a la Inteligencia Artificial, a que sientan en el aula, que realmente se están preparando para su futuro, y que es su responsabilidad, imaginar cómo quieren que sea, y sentir cada esfuerzo como un paso lógico a sus objetivos.