Argentina: un matriarcado donde los hombres juegan a ser patriarcas.
La agrupación "Actrices Argentinas" es el foco de militancia feminista con mayor exposición pública.

Argentina: un matriarcado donde los hombres juegan a ser patriarcas.

Situación 1. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Noviembre de 2019. Participo de una fiesta junto a otras 150 personas. Dentro de ese grupo, hay unas 50 mujeres entre los 18 y 50 años. Por lo menos la mitad tienen en sus muñecas, atadas a sus sostenes o en las carteras, el pañuelo verde que las identifica con los grupos de militancia feministas. Algunas son paisanas mías, y en la recepción, antes que llegaran los novios, estuvimos debatiendo sobre un hecho ocurrido en Quilmes. Un importantísimo comerciante, de amplia y reconocida trayectoria, fue acusado de brindar un trato denigrante y humillante a sus empleadas e incluso a algunas clientas. Esto le valió un escrache en la puerta de su local, como así también un amplio repudio en las redes sociales. Los hombres presentes conmigo en la reunión, quienes conocíamos al mencionado empresario o a sus hijos, intentamos de alguna manera defender la idea de esperar los avances de la causa judicial en vez de emitir un veredicto apresurado. Las chicas no opinaban igual. Ya estaban pensando hacer una panfleteada en la peatonal Rivadavia para que todos sepan “la clase de gente” que había en la ciudad. No llegamos a un acuerdo entre los dos bandos contendientes. Como tampoco llegó una definición de los jueces, porque nunca las supuestas damnificadas hicieron una denuncia formal al respecto.

Al rato entró la pareja, y pasamos al recinto donde estaban las mesas. Degustamos el primer plato, y luego todos a la pista de baile. En esta primera tanda hubo reguetón, genero del cual no soy amigo y por lo tanto no presto mucha atención a sus letras. No obstante, se puede observar claramente que tienen una concepción de las relaciones entre hombres y mujeres que, a la vista de nosotros, argentinos piolas, atrasan 30 años.

Se prendieron las luces, a sentarnos, y nos sirvieron unas pechugas de pollo con papas a la crema increíbles. Charla, fotos, y nuevamente a mover el esqueleto. Ahora toco el turno a la cumbia y la música nacional, en las cuales hay que hacerse mucho el distraído para no darse cuenta de las barbaridades que dicen, mientras que nosotros bailamos con nuestras esposas, primas o tías, sin exigir que el disk jockey pare la música. Y lo peor, es que ellas tampoco lo hacen. Danzan felices, muchas tan fervientemente que deben sacarse los zapatos, y hasta corean los estribillos, agitando sus manos hacia arriba y señalando a alguna invitada recordando alguna etapa de su vida, o su vida misma.

“El bombón asesino”, del grupo santafecino Los Palmeras, nos dice que tener una cola bien formada y saber moverla, es el pasaporte de las chicas para llegar al casamiento.

“Raquel”, de Los Auténticos Decadentes, cuenta de unos amigos que esperan agazapados el paso de una joven, para acosarla durante varias cuadras, mientras le piden que tenga con ellos relaciones sexuales no convencionales (no me haga entrar en detalles señora por favor).

“Hace calor”, de Andrés Calamaro, muestra las peripecias de un varón entrado en años para verse con una menor de edad, a la cual desea exclusivamente para mantener relaciones sexuales.

“La dominguera”, interpretada por Los Charros, es un hombre explicándole a su mujer que debe quedarse tranquila, pues si bien él la engaña sistemáticamente con varias chicas a la vez, ella es quien ocupará el lugar de “esposa oficial” ante la sociedad.

Le puedo dar cien ejemplos más, pero seguramente a usted ya le vinieron a la cabeza. Ni hablar de la denominada “cumbia villera”. Elija el conjunto y disco que quiera, y va a ser una vejación al género femenino.

En la mesa dulce, quien estaba a cargo de hacer los panqueques era el encargado del establecimiento. Como suelo comer cuatro o cinco cada vez que puedo, me quedé ahí merodeando, hasta que forzosamente surgió la charla entre nosotros. Aproveché, y le consulté respecto a si en los últimos tiempos alguna de las jóvenes que allí se casaron le impusieron ciertas restricciones respecto a qué música pasar y cual no. Mientras flambeaba mi panqueque de manzana al ron, me contestó que no solo no ocurrió últimamente, sino que nunca en sus 20 años trabajando en salones de fiestas.

Situación 2. Mar del Plata, provincia de Buenos Aires. Febrero de 2020. Dos bailarinas, vedetes, ex actrices, en fin, damas famosas de la televisión y el teatro, las cuales pertenecen al mismo elenco, tienen una pelea. Los motivos no importan ahora señora. Quiero sí hacer notar cómo se atacaban una a otra. Se echaban en cara, como si se tratara de pecados, con los hombres que cada una había estado, de modo tal que, supuestamente, quedaba peor quien más había vivido plenamente su sexualidad. O como dirían los gallegos y tanos de hace cincuenta años, quien más “puta” era. Lo raro, que ninguna de las dos superaba los treinta años de edad. Más raro, que ambas pertenecen al mismo género, y se atacan exactamente con los estereotipos que usamos los varones. Realmente fue grotesco presenciar el “debate”, por llamarlo de una manera. Cuando una deslizó que su ex amiga tenía un lugar allí por haberle practicado sexo oral a quien financiaba la obra, sentí que era demasiado y cambié de canal. En ningún momento, ni el cronista, ni el conductor del programa en Buenos Aires, ni ninguna de las tres mujeres que había en el panel del estudio, les dijeron que su proceder era sexista e iba en contra de su género.

Situación 3. Quilmes, provincia de Buenos Aires. Fines de 2019. En ocasión de un asado en el club al que asisto, entablé charla con la profesora de zumba y pilates, a quien siempre veía dando clases, pero nunca había podido conocer frente a frente. Choripán y fernet de por medio, intercambiamos experiencias, yo de la natación, y ella de gimnasia. Tiene alumnas de todas las edades. Trabaja en cinco instituciones. En todas ellas, reitero, en todas, debe planificar sus entrenamientos en virtud de aquello que más le piden sus asistentes, a saber, el endurecimiento y ascenso de sus glúteos. Aunque Ud. no lo crea señora. Desde chicas que aún no terminan el secundario, hasta quienes ya peinan canas, se obsesionan con sus partes traseras. Las unas, porque dicen es el imán para atraer varones y consecuentemente conseguir marido. Las otras, porque es la forma de mantenerlos contentos, y que no salgan a buscar nada fuera de la casa. Pleno siglo XXI, parece mentira.

Situación 4. República Argentina. Años 2017, 2018 y 2019. Aún no hay estadísticas oficiales del 2020. Pese al endurecimiento de las leyes y las campañas a nivel nacional, provincial y municipal, aumentan los casos de violencia de género, abusos y femicidios. Una mujer muere todos los días a manos de su pareja o ex pareja. Otras tantas, muchas de las cuales no hacen las denuncias correspondientes, quedan con secuelas permanentes en sus cuerpos, mentes y corazones.

Situación 5. Viña del Mar, Chile. Febrero de 2020. Natalia Valdebenito es la mayor militante feminista del país transandino. Literalmente llena estadios. De hecho, yo vi a través de YouTube una charla que dio ante por lo menos 20.000 personas. El 90% de su conferencia se dedicó a hablar pestes de los hombres. Incluso tocó temas que van más allá del buen gusto. Nos tildó de borrachos, sucios, infieles, irresponsables, insensibles. En fin, somos la peor basura que existe. Hasta ahí bueno dije yo, es su forma de ver las cosas, la respeto. Pero hacia el final la embarró. Terminó su charla contando lo mal que la pasa por ser soltera y no tener a un hombre a su lado. No me pida una explicación porque no la tengo.

Klaus Wagn es un filósofo alemán contemporáneo. Para él, y suscribo todas y cada una de sus palabras, todos estamos definidos por el sistema en el cual vivimos y nos desarrollamos. Ese sistema nos impone su escala de valores, a la cual adherimos y nos subyugamos. El papel que cada uno desempeña, es dado por el sistema. Y una sola cosa hace colapsar un sistema de ideas: las contradicciones. Ellas provocan miedo existencial y originan sentimientos de angustia y muerte. Frente a eso, las personas optan muchas veces por no salir del sistema, escapando a la libertad que produce incertidumbre.

Los movimientos feministas de Buenos Aires viven inmersos en contradicciones. Desparraman todo tipo de inmundicia contra el género masculino, acusándolo de todo lo malo que puede albergar la Humanidad. ¿Y sabe qué señora? Puede ser que tengan razón. Pero critican sin desear, sin intentar siquiera, salir del sistema. No plantean otro tipo de familia, de estructura social, en la cual los varones solamente sirvan para engendrar a sus hijos, y nada más. ¿Las razones? De todo tipo. Algunas, cada vez menos, ven en la sumisión a sus maridos, y al matrimonio en general, la forma de poder dedicarse a la crianza de su descendencia sin necesidad de trabajar, es decir manteniendo la antigua figura del “macho proveedor”. Otras, la mayoría a mi entender, tienen terror a romper la familia tradicional, porque en su seno se formaron, y saben que, si optan por otro camino, quedarán solas frente a la mayoría de sus congéneres que sí seguirán vidas ortodoxas.

Las mismas militantes feministas que defecan en las puertas de nuestras iglesias, son las mismas que, a los tres o cuatro años, vienen a pedir turno para bautizar a sus hijos. En la entrevista con el sacerdote, reconocen que no son muy practicantes, pero que quieren “seguir la tradición familiar”.

La coherencia en sus actos y forma de vida define a un ser humano. Se puede decir cualquier barbaridad del Che Guevara, pero murió en la selva boliviana peleando por los ideales que él consideraba eran los correctos. Supongamos que hubiera escapado y vuelto a Cuba, y al tiempo lo descubren llevando a sus hijos a pasear por Disney World. ¿Hubiera sido lo mismo? No, obviamente que no. Sería simplemente uno más de esos socialistas de doble discurso que tan mal hicieron a la política nacional y mundial.

Las feministas deben mirar hacia adentro y hacer una severa autocrítica. Definir sus objetivos en forma clara, y estar dispuestas a afrontar las consecuencias de ser los puntos de quiebre en un sistema que lleva diez mil años. Los hombres no somos sus enemigos, todo lo contrario. Queremos su libertad, porque lleva implícita la nuestra. ¿Pero cómo tomarlas en serio, cuando ustedes mismas no lo hacen? ¿Realmente están tan en contra de esta sociedad? La verdad, no se nota.

Y nosotros, los hombres, no nos creamos tan importantes. No somos quienes definen cómo son las cosas.


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