Ciudad de Buenos Aires: la Ucrania criolla.
El mundo entero, o por lo menos las personas de bien, nos preguntamos por qué Rusia invadió Ucrania, provocando un genocidio en pleno siglo XXI. La respuesta es simple. Porque pudo. Como buen zorro, Vladimir Pútin esperó agazapado entre los matorrales, hasta que su rival mostró debilidad, y en ese momento atacó. Pero su enemigo no es Ucrania, sino todo Occidente.
El gran ayatolá Jomeini, líder musulmán de origen iraní, sostenía que, por naturaleza, las democracias tienden a la decadencia, por su poca resistencia a los grandes sacrificios. En la Guerra de la Triple Alianza (1865-1870), entre la Argentina y Brasil masacraron al 70% de la población paraguaya. Así y todo, solo se rindieron cuando su presidente, el dictador Francisco Solano López, murió heroicamente en combate. Un escenario así es hoy impensado. Luego de diez años, cincuenta y cinco mil caídos y billones de dólares gastados, los americanos huyeron de Vietnam en 1975. No porque estuvieran perdiendo en el campo de batalla, sino porque los ciudadanos votaron a dirigentes que se oponían a continuar el esfuerzo. Los norvietnamitas, un régimen comunista, no tenían ese problema. Al que pensaba distinto lo degollaban y tiraban a los chanchos para que sirva de alimento (literal, ni siquiera gastaban balas en fusilarlo).
El 20 de enero de 2021 una nube negra cubrió la faz de la tierra. Luego de ganar unas elecciones dudosas, el Partido Demócrata se hizo con la presidencia de los Estados Unidos, de la mano de Joseph Biden. Al poco tiempo de asumir, cumpliendo una promesa hecha a Madonna, ordenó el retiro de las tropas de Afganistán, lo cual fue aprovechado de inmediato por el extremismo islámico. Las conquistas en materia de Derechos Humanos logradas en 20 años se hicieron polvo al despegar de Kabul el último avión yanqui. Mientras esto pasaba, Vladimir Pútin observaba en silencio. Luego envió una misión diplomática para saludar a los talibanes. Y esperó pacientemente. Llegaron los primeros reportes de masacres de opositores y violaciones masivas de mujeres. Biden no hizo nada. Entonces el ruso se dio cuenta que el mundo había cambiado, y ya nadie se le opondría, más allá de lo discursivo, en sus planes expansionistas.
Ucrania aprovechó, como otras naciones incorporadas por la fuerza a la Unión Soviética, a declarar su independencia cuando se materializó la caída del comunismo. Sus primeros presidentes, desde 1991, eran todos pro rusos, por lo cual estaba todo en orden. Hasta que, nuevos líderes como Volodomir Zelensky, empezaron a mirar a Occidente. Aprendieron que el capitalismo con reglas claras es el mejor camino al desarrollo. Fue así que suscribieron peticiones de adhesión, tanto a la Unión Europea como a la OTAN, lo cual a Moscú no le cayó bien. De acá en adelante señora no le voy a contar nada, ya sabe qué vino después.
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Muchos analistas dan por sentado que la cuestión del ingreso a la Organización del Tratado del Atlántico Norte fue la causa de la reciente invasión. Porque, según dicen, es para ellos un peligro tener tropas de los Estados Unidos pegadas a sus fronteras. Con ver el mapa se darían cuenta que Estonia y Letonia, vecinos de Pútin también, ya hace rato son parte del tratado. El tema es que Ucrania, por la cantidad de recursos naturales que posee (ninguno que Rusia no tenga), está llamada a ser una potencia mundial si ingresa a la Unión Europea. Aunque no solo por eso. Su población es culturalmente muy desarrollada, al contrario que los rusos, que son medios básicos, para usar un término que no lastime a nadie. Una Ucrania floreciente haría pensar al electorado de Pútin si realmente están por el camino correcto. Y para no correr riesgos, lo mejor es poner de rodillas a Ucrania y establecer un gobierno títere, o sacarle al menos gran parte de su territorio.
En la Argentina, la ciudad de Buenos Aires está sufriendo hostilidades continuas por parte del gobierno nacional, destinadas a subyugar a su dirigencia. Desde finales de 2007, el PRO gobierna la capital del país, y desde ese entonces sus candidatos han ganado todas las elecciones. Gracias a su gestión exitosa, Mauricio Macri fue después elegido para la Casa Rosada. Siguiendo sus ideales, Horacio Rodríguez Larreta sostiene las principales políticas de estado. Dentro de lo posible, en aquello que la autonomía del distrito se lo permite, se marcan grandes diferencias con el gobierno de Alberto Fernández (A quien felicito por la llegada de su hijo Francisco). Priman la transparencia en la administración pública, el fomento de la actividad privada, y el lineamiento con los líderes mundiales que están del lado de los buenos. Estas tres simples cosas hacen que hoy, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires parezca una capital del primer mundo, y no de un país con el 60% de sus niños desnutridos. Y esto a don Fernández no le conviene, obviamente. No le estaría siendo posible, por más que lo desee con toda su alma, ordenar al ejército matar a Rodríguez Larreta. Entonces fue buscando formas para hacerle a los porteños la vida más difícil. Empezó por reducir su partida presupuestaria, con el pretexto que debía dársela a la Provincia de Buenos Aires, que estaba atravesando una crisis de seguridad. Como no puede mandar soldados, fomentó la invasión de piqueteros. Y así la avenida 9 de Julio, la más linde del planeta, algunos días de la semana se parece a un campo de refugiados sirios. Pero lo peor está por venir, y es el as en la manga del marido de Fabiola Yánez. Haciendo alarde de federalismo, impulsará que la sede administrativa poder ejecutivo nacional sea rotativa, estando dos años en una provincia distinta. O en caso de ser esto inviable, como creo que es, irá directamente por el traslado de la capital. Si esto ocurre, no tendría sentido la autonomía de Buenos Aires, por lo cual sería, a modo de reparación histórica, reintegrada a la provincia homónima. Recordemos que la federalización de Buenos Aires tuvo lugar en 1880 por orden del presidente Nicolás Avellaneda. Va a ser un municipio más, bajo la órbita, suponiendo que esto se de en el corto plazo, del gran economista Axel Kicilof. En un lapso estimo menor a una década, ya no habría capital y GBA. Todo sería un gran conurbano bonaerense. ¿Se lo imagina señora? Yo también. Dios nos libre y nos guarde.