Buscando el rumbo

Buscando el rumbo

Reflexiones en ratos muertos (1)

Tengo un buen amigo, además de profesional muy cualificado en la comunicación, que me asegura que esto de LinkedIn se ha convertido en la plataforma preferencial para la difusión de conocimiento y contacto profesional. Carezco de argumentos al respecto, mis dos años de ausencia por causas ajenas a mi voluntad (cosas de la técnica) me han alejado de la actividad de la plataforma tanto como para arrebatarme el criterio al respecto.

Siguiendo las recomendaciones reiteradas de esta persona, mucho más versada que yo en la materia, me he decidido a intentar compartir algunas reflexiones que trasciendan la temática en la que me centro día a día, la información del sector de la automoción. Me apetece dedicar algo de tiempo, tampoco demasiado porque carezco de él, a plasmar mis impresiones sobre el periodismo especializado en el mundo del motor. Nada sesudo, ni mucho menos, tan solo mi particular visión de las cuestiones que rodean a una profesión de la que vivo (atención al dato, que no he dicho malvivo) hace 35 años.

En primer lugar, reitero que se trata de mi percepción personal de un asunto que creo pueden tener un mínimo interés. Es decir, completamente independiente de la empresa para la que trabajo, de su línea editorial o de sus intereses específicos. En este caso, mi segundo apellido, el que corresponde al del medio que me paga mes a mes, se esfuma. No soy Raúl Romojaro, de Prisa; ni Raúl Romojaro, de El País. Aquí me desvinculo de esa identificación para que nadie confunda lo que yo pienso con lo que piensan otros.

Un entorno cambiante

Aclarado este detalle esencial, vamos a por la primera entrega de estas ‘Reflexiones de un periodista casi en las últimas’. O algo parecido. No es que me considere en decadencia profesional (aunque podría), tan solo quiero ironizar sobre lo mucho que he podido vivir, ver, escuchar e incluso sufrir durante más de tres décadas dando la matraca sobre cuanto tenga que ver con coches y motos, además de cómo se fabrican, se venden y se mueven.

Pongo el acento en esto de la veteranía porque creo que me otorga una perspectiva de la realidad que es difícil de disfrutar en el cortoplacismo. He tenido el privilegio, por ejemplo, de vivir desde la trinchera la revolución de los medios de comunicación y sus variantes. Aún recuerdo cuando los periodistas que nos considerábamos serios nos mofábamos de los blogueros; también nos reíamos por lo bajini de los que aterrizaban en las presentaciones de nuevos productos diciendo que lo contarían en no sé qué de una web. ¡Dios nos libre! Sin una hoja de papel que dejará constancia para los restos de que había estado allí… ¡Qué frivolidad!

Después llegaron los creadores de contenido, de la mano de los youtubers. Y antes o después, mi memoria ya no da para tanto, los que presumían de una gran comunidad de seguidores en Twitter, poco antes de que el fenómeno de la legión de incondicionales se trasladase a Instagram. Y nos quedaba por enfrentarnos a la amenaza de TikTok (con payasos colegiados jugando a informadores) o de Twitch, que la verdad es que todavía no sé muy bien de qué va…

 ¿Y qué hacemos ahora?

Así que en esas estamos los periodistas clásicos. Los que le damos a la tecla porque no sabemos hacer otra cosa: ni gritar, ni conquistar al honorable con bailecitos, ni inventar historias, ni poner poses originales delante de una cámara… Intentando sobrevivir en nuestra mediocridad, aprendido lo que podemos (y nos deja la edad), buscando distinguir el espectáculo de la información. En definitiva, siendo nosotros mismos, aunque nos huela el traje (o lo que elija cada cual como vestimenta laboral) a naftalina del Pleistoceno.

Si aquello de mal de muchos, consuelo de tontos tiene sentido, podemos sentirnos mínimamente satisfechos. Porque al otro lado de la barrera, en el callejón de las marcas de automoción, el despiste diría que es el mismo. Incluso superior, vamos a ser sinceros. Porque del lado de los periodistas, cada cual se busca la vida como puede, elige un camino y defiende sus garbanzos de la mejor manera posible.

Sin embargo, los departamentos de comunicación, prensa o asuntos públicos (como cada cual prefiera) de las empresas del sector deben contemporizar con los perfiles mencionados, repartir la mano de cartas entre todos ellos y esperar para saber cómo les sale la jugada. Complicadísimo, no se lo cambiaría ni por una presentación en Polonia en noviembre, con tres vuelos para llegar al destino, otros tantos de vuelta, y durmiendo en tiendas militares porque vamos a probar un todoterreno de lo más aventurero…

Y, claro, ante semejante desafío llegan los líos. Difícil saber quién es quién; si suman o si restan; si su audiencia es real o llega de una granja de bots en Indonesia; si los dos millones de seguidores de las fotos de ese chico tan mono se fijan en el coche que muestra con tanto garbo o solo en sus abdominales de gimnasio. Hay que identificar perfiles, presupuestar inversiones y calcular riesgos. Así que cometer errores, en ocasiones más que aciertos, se antoja inevitable.

Nosotros, los de este lado del burladero, también la cagamos, si se me permite la confianza y vulgaridad escatológica. Despreciamos a quienes no lo merecían y nos deslumbraron otros que eran tan solo fuegos de artificio. Cierto es que ha pasado mucho tiempo y hemos ido cogiéndole el truquillo al asunto, así que tenemos menos prejuicios, pero también atisbamos en el horizonte con más claridad a los vendedores de humo. Al menos un servidor.

Así que tengamos paciencia y comprensión con nuestros opuestos (lo digo solo por posicionamiento) en las marcas. Periodistas, o no, que defienden cómo mejor pueden y saben los intereses de sus empresas y meten la pata, claro que la meten. Lo importante al respecto, en mi modesta opinión, son dos matices: que conviertan en lección lo que es un error y que, sobre todo, lo hagan desde el desconocimiento y nunca desde la mala intención.

Siendo así, creo que podremos seguir caminando juntos hacia un horizonte tormentoso en la misma sintonía que hasta el momento. Toca remar en la misma dirección y luchar contra los elementos, aunque no sepamos bien por dónde sopla el viento.

PD: creo que como debut de tertuliano linkediano ya me he pasado. Quizá este intento de desahogo virtual muera antes de lo previsto, seguramente habré aburrido más de lo que he interesado. Mal asunto en estos tiempos de las audiencias al poder. 😊

Alfonso Pérez

Asesor Comercial en Grupo Breogán ✅

1 año

Go ahead!

Florián Reyes Sampablo

Deadline editor | Editor de cierre en 📰 EXPANSIÓN y redactor de Motor (🏍️🛵) en EXPANSIÓN, FUERA DE SERIE, EL MUNDO y MARCA.

1 año

Mola amigo 🤗

Acertado escrito que me ha complacido leer atentamente como lector habitual de prensa. Adelante Raul, bienvenido a esta plataforma desde donde también te seguiremos.

Iñigo Trasmonte García

Jefe de Marketing y Prensa BYD Turismos España

1 año

Sabias palabras Raúl, no lo dejes!

Pablo Gómez

Socio fundador en Boosters Group - experto en Marketing y Comunicación

1 año

Raul Romojaro Martin-Caro yo tampoco soy muy activo en las redes, sea por desconocimiento o por falta de tiempo, pero por la parte que me toca decirte que me he sentido plenamente identificado y comparto totalmente tu opinión. El respeto a nuestro trabajo y compañeros de profesion, aprender de nuestros errores y ser comprensivo con los de los demás es parte fundamental tanto en lo profesional como en lo personal. Un abrazo fuerte y bienvenido a esta plataforma. Estaremos atentos a los próximos capítulos

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