¿Cómo aprender a manejar nuestro presupuesto cognitivo?
Dra. Química y Coach María Claudia Degrossi - apasionada or la cultura organizacional y la inocuidad

¿Cómo aprender a manejar nuestro presupuesto cognitivo?

Vengo de las ciencias duras: estudié Lic. en Química primero y luego llevé adelante el doctorado. Necesité aprobar Álgebra, Análisis I, Análisis II y III. Me consideré buena en estas asignaturas. Mi manejo de Excel es, al menos, decoroso…

Sin embargo, a la hora de llevar adelante la administración de la energía de mi cerebro, debo reconocer que no he tenido tanto éxito. En ocasiones he sido algo inflexible en el manejo de mi presupuesto cognitivo.

Esto significa que no he presupuestado de manera eficiente en distintos momentos de mi vida. Casi diría que, durante mucho tiempo, el uso que di a la energía de la que dispone mi cerebro no fue del todo productivo.  Es decir, mi forma de llevar adelante ese presupuesto ha sido más bien un verdadero despilfarro, llegando en ocasiones a un tremendo agotamiento “mental” en cuestiones totalmente improductivas.

 Y ahora creo entender por qué… ¿Me acompañan?, se los cuento…

Administración eficiente: el camino para una vida feliz

Ya sabemos que nuestro cerebro necesita glucosa y oxígeno para trabajar. Por ende, en cada momento, tal como lo explica Bachrach, sólo puede “prenderse” (o estar en funcionamiento), un 2 % del total de nuestras neuronas. Esto significa, dicho de manera sencilla, que, si se prenden unas neuronas, no se prenden otras…

Y, además, tenemos que considerar algunos temas importantes.

1)    La incertidumbre es parte de nuestra vida. No podemos controlar las cosas, aunque por momentos tenemos la ilusión de que sí lo hacemos. Por eso, nos quedamos enganchados con aspectos que no podemos cambiar (ni controlar) … Lo que nos lleva a invertir nuestra energía mental en cuestiones poco productivas que nos impiden avanzar a nuestras metas.

2)    ¡Ni mencionar lo que nos cuesta mostrarnos vulnerables, genuinos, auténticos! Y es allí cuando recurrimos al uso de corazas, lo que también requiere de nuestra energía mental…

3)    Además, resulta obvio que nuestro cerebro no funciona como una hoja de cálculo en la cual podemos tan sencillamente decidir a qué cuestiones asignamos el uso de la energía disponible a cada momento. Mucho menos si estamos funcionando desde el piloto automático.  Hoy sabemos que necesitamos prestar atención (que no es otra cosa que estar PRESENTES) para cambiar la forma en que nuestro cerebro asigna esta energía.

¡La buena noticia es que podemos aprender a administrarla! ¡¡Vamos!!

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La vaca rumia

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La vaca rumia, yo rumio, en casa rumiamos… Y vos, ¿rumias?

En el caso de las vacas, que pasan un tercio del día rumiando, la rumia facilita la digestión y también estimula la secreción de saliva, lo que puede mejorar la función del rumen. ¡Y esto está buenísimo para las vacas!

En el caso de los seres humanos, se aplica el mismo término a un proceso totalmente improductivo que ocurre en nuestra mente. Por ende, los invito a declarar el basta a la rumiación mental.

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La psicóloga Amy Summerville señala que, a diferencia del ciclo repetitivo de las vacas (y beneficioso para ellas) de masticar, tragar, regurgitar y volver a masticar su comida, en los seres humanos, la rumia es un tipo de pensamiento que no proporciona más “nutrición”, no nos beneficia.

Este tipo de pensamiento no nos permite progresar, ni nos brinda nueva información. ¡La imagen que viene a mi cabeza se parece mucho más a estar empantanados! Nuestros juicios internos están a full...

Repetidamente reproducimos ciertos eventos en nuestra mente, lo que consume una parte importante de la energía mental. Y no se trata de cualquier pensamiento, sino de pensamientos negativos que nos generan sufrimiento… Es un proceso de cavilación, pasivo, que no contribuye a la solución de un problema, sino más bien, nos conducen a miradas y explicaciones fatalistas…

Quizás te suene familiar una conversación interna de la siguiente naturaleza: ¡No puedo creer que me equivoqué al mandar el mail! ¡¡Chau!! ¡Se acabó mi carrera en esta empresa…! ¿Cómo no me di cuenta? ¡Si hubiera revisado que en lugar de reenviar puse responder…!!! ¡No lo puedo creer!!¡ Esto es un verdadero desastre! ¡Siempre me pasan estas cosas a mí! Y vuelvo sobre lo ocurrido. Y vuelvo. Y vuelvo.

La sensación es que, al rumiar, estamos logrando “controlar” algo, lo cual, obviamente y como ya mencioné más arriba, no es real… La sensación es que cuanto más sostengo ese pensamiento, más controlo.

Sin embargo, este tipo de pensamiento no nos lleva a ninguna salida y resulta, incluso, adictivo en ocasiones…

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Pensar o no pensar: ¡esa no es la cuestión!

La solución no es dejar de pensar. Tampoco es dejar de lado aquello que nos llevó a la rumiación. Y no es tan simple como decir “¡dejo de rumiar!” y ya está.

Sí puedo, como primer paso (y nuevamente, de la mano de la presencia) aprender a identificar cuándo estamos rumiando para así poder ponerle un alto. Esto significa cambiar nuestro “foco atencional” de manera intencional. Y allí conectamos con nuestro rediseño personal…

Recuerden que somos cuerpo, lenguaje y emoción. La rumiación nos conecta con emociones como tristeza, ansiedad, de la mano de frustración, que se reflejarán rápidamente en el cuerpo. Nuestro cuerpo habla, ¡necesitamos aprender a escucharlo para dar este primer paso de identificar que estamos rumiando!

¿Qué nos puede ayudar a identificar qué me lleva en automático a esas rumiaciones? Podemos autoindagarnos acerca de qué es lo que pensamos que nos hace sentir peor cuanto más lo pensamos… Vuelvo sobre este punto más adelante.

También podemos identificar aquellos temas a los que regresamos y nos quedamos cavilando, sin ningún tipo de progreso. ¿Con qué momentos dolorosos de nuestro pasado reconectamos frecuentemente para no sacar nada en absoluto, más que malestar, enojo y/ o dolor? Una vez que lo tenemos en claro, podemos tomar acción para reorientar el uso de nuestra energía mental.

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¿Quién es el héroe en este proceso de cambio en las inversiones cognitivas?

Sin dudas, es el pensamiento reflexivo: el tipo de pensamiento más valioso que podemos hacer, porque de él obtenemos el mayor rendimiento de la inversión de nuestra energía mental. 

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El pensamiento reflexivo nos abre la puerta a bucear en nuestra mente alternativas, distintas perspectivas… Nos invita a reencuadrar eso que nos está pasando... Nos convoca a conectar con la empatía (incluso o especialmente con nosotros mismos), la alegría, la gratitud, el perdón, con poner límites, con el compromiso, entre otros aspectos significativos.

Podemos sentirnos vulnerables, pero esa vulnerabilidad también nos puede conectar con nuestro coraje, con aceptar la incertidumbre, con nuestras imperfecciones y con la compasión para con nosotros mismos y con los demás.

Presupuesto cognitivo

El primer punto a considerar al hablar de presupuesto cognitivo, tiene que ver con que es absolutamente personal, ¡es mío! Y es fundamental hacernos responsables de su diseño, actualización y cumplimiento, tanto en lo personal como en lo laboral.

¿Para qué nos sirve armarlo? Para elegir dónde invertir mi energía mental, dejando de despilfarrarla. Esto significa que necesitamos ser proactivos, dejar de reaccionar.

En este punto, es importante considerar qué es lo quiero en el largo plazo. Para así ser los mejores inversores mirando al futuro, sabiendo que habrá momentos de displacer. ¿Cómo superarlo? Conectando con nuestra humanidad, es decir, sabiendo que ese malestar nos ocurre en distintos momentos a todos los seres humanos. ¡Necesitamos trabajar nuestra perseverancia!

Y desde esa mirada, necesitamos ser flexibles con ese presupuesto…Por ende, podemos bajar a papel aquellos aspectos en los que queremos enfocarnos, sabiendo que habrá reajustes…

Auto observarnos nos permitirá tener la lista de situaciones que nos llevan a rumiar, para así rápidamente, buscar salidas:

-       Tener alguna palabra, frase, imagen, aroma, acción, o combinación de todo lo anterior, que nos conecte con el aquí y ahora para elegir en qué queremos enfocarnos.

-       Darnos un tiempo de no más de ¿1 minuto? ¿2? para rumiar y pasado ese tiempo, ¡PARAR!!! Y tener en claro que no hay más tiempo de rumiación.

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-       Podemos diseñar algún ritual para bajar esos espacios de rumiación.

-       Incluso, escribir sobre aquello que rumiamos puede permitirnos ser más conscientes de lo que hacemos y de su impacto.

 Tener nuestro presupuesto cognitivo bien armado también significa ¡¡¡ponernos en acción!! Accionar es fundamental. Por ello es necesario incorporar ese presupuesto a nuestra rutina diaria, es necesario tenerlo presente y revisarlo con frecuencia.

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Si de #culturadeinocuidad se trata, es importante ponerse en acción. No es lo mismo que venías haciendo...es un paso más para alcanzar el propósito de elaborar alimentos inocuos, con verdadera pasión en todos los miembros de la organización. Te acompaño, escribime...

WALTER FERNANDO RAMALLO

Auditor de Calidad e Inocuidad Alimentaria, Capacitador y Consultor.

2 años

Muy bueno Claudia!

Pablo Barbuto

Experto Calidad e Inocuidad Alimentaria - Más de 25 años facilitando procesos de transformación cultural en la industria de alimentos - Consultor - Formador - Speaker - Auditor

2 años

Super interesante Claudia. Me encantó esto de identificarnos en situaciones de rumiantes. Sin duda muy buenos tips para poner en práctica

Andrea Verónica Geada

Especialista en Formación y Desarrollo - Consultora en Recursos Humanos - COACH PCC ICF - Facilitadora de procesos de Desarrollo de Liderazgo profesional y personal.

2 años

Excelente abordaje para reflexionar sobre nuestra energía! Gracias Claudia!

Sebastian Celery

OWNER/CEO en Sebastián Celery Grupo de Servicios Nuestra organizacion: REAL ESTATE SEBASTIAN CELERY BROKER INMOBILIARIO SEGUROS STEIR BROKER DE SEGUROS CONSTRUCCIONES PROXIMAMENTE EL NOMBRE

2 años

Excelente artículo, muchas gracias, justo estaba necesitando info sobre el tema !!!! Muchas Gracias ! ! ! 😀

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