¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Judith Castillo
No entiendo porque mi hermano se está poniendo tan tonto con la herencia. ¡Si no necesita ese dinero en absoluto…! Sólo quiere fastidiar, me dijo un amigo en navidades.
Para abordar situaciones de roce, de desacuerdo o conflicto existen diferentes herramientas y métodos completos. En este post, que no da para ser abarcador, quiero centrarme en algo más sencillo, una distinción:
Necesidades ≠ Estrategias.
La distinción es de Marshall Rosenberg, creador de la Comunicación No Violenta (CNV).
¿Qué son necesidades?
Las necesidades son universales, todos los seres humanos tenemos las mismas, por ejemplo: conexión, bienestar físico, aceptación, alimento, seguridad, silencio, amor, reconocimiento, celebración, autonomía, integridad, transparencia, creatividad, para mencionar algunas. Aquí una lista más completa de necesidades.
Cubrir las necesidades es vital. No son buenas o malas, simplemente son. Cuando hablamos de necesidades no hay espacio para juicios o para debates de quién tiene razón.
¿Y qué son estrategias?
En el intento de cubrir nuestras necesidades, desplegamos estrategias. Las elegimos dependiendo de nuestra cultura, contexto social, preferencias personales, etc., por ejemplo:
Necesidad: conexión. Estrategia: quedar con amigos, llamar a alguien de la familia, ayudar al vecino en la mudanza, chocolate, Netflix, acariciar al gato, correr, ir al yoga, ir de compras, leer, rezar …
Una necesidad no está ligada a una sola estrategia, existen opciones infinitas con las que podemos intentar dar respuesta a una misma necesidad. Algunas son más acertadas que otras. Algunas satisfacen la necesidad y otras sólo nos hacen olvidarla mientras dure la estrategia. Pero ese es otro tema.
Nuestras emociones nos indican si nuestras necesidades están cubiertas o no.
¿Qué emoción está viva en mí? Si todo está cubierto, los indicadores deberían estar todos en verde. ¿Y esa bombilla roja/amarilla se ha encendido… para indicarme qué necesidad?
Rosenberg recomienda pasar por la emoción para llegar a la necesidad. Aun así, meramente identificando la necesidad puede aportar gran alivio personal y abre nuevas posibilidades de acción y en la relación.
¿Cómo nos puede ayudar la distinción en situaciones de conflicto?
Nos enredamos en el conflicto porque confundimos necesidades y las estrategias para cubrirlas, según Rosenberg. Las necesidades nunca entran en conflicto, pero sí las estrategias.
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Una pareja está debatiendo sobre el destino de las vacaciones. “Yo quiero ir a la playa.” “¿Playa? ¡Ni hablar, yo quiero ir a la montaña!”
Playa y montaña son estrategias. Para abrir el abanico de opciones y quizás coincidir, podrían preguntarse ¿Cuáles son las necesidades a las que quiero dar respuesta con estas vacaciones? Quizás descubren que la necesidad de uno (relajación, conexión con la pareja, silencio) y la necesidad de otra (diversión, descubrimiento) se pueden cubrir con un destino o una combinación en la que hasta ahora no habían pensado, es decir estrategias aceptables para ambas partes.
A veces, la costumbre de satisfacer una necesidad siempre con la misma estrategia, hace que estemos encerrados en hábitos de los que nos cuesta salir.
Cuando cada parte se aferra a su estrategia preferida, el conflicto puede ser eterno. Las personas “mono”- estrategia, “crean” conflicto y ocupan a menudo un rol o de víctima o dominante, o “perder o ganar”. Aquí nadie me hace caso/aquí se hace lo que yo quiero.
Las necesidades nos conectan y las estrategias nos separan
Una hija habla con su padre mayor en un tono serio: “No comas tanto dulce que no es bueno para ti. ¿Todavía no has hecho el paseo? Si sigues así pronto vas a perder la forma.” El padre, por su parte, se enfoca en la estrategia de la hija (qué le dice y cómo) y empieza a defenderse “déjame tranquilo, yo ya sé lo que tengo que hacer. Ocúpate de tus asuntos”. Frustración y enfado mutuo.
Ambos tienen necesidades, pero no encuentran las estrategias adecuadas. Si pudiéramos levantar la estrategia de la hija para ver lo que se esconde por debajo, quizás encontraríamos: “Necesito tu cercanía. Te quiero mucho y tengo miedo de que sufras, tengo miedo de sufrir”. U otra cosa diferente: “Necesito descanso y espacio para dedicarme a mi trabajo. Me preocupa que cada vez seas más dependiente.” El padre podría hablar de su necesidad de autonomía, de libertad de tomar sus decisiones. O, sin dejarse encender por la hija, preguntarle “¿qué te preocupa realmente?”
Aunque no acertemos a la primera, interesarnos sinceramente por la necesidad de la otra parte (¿Qué te preocupa?) puede abrir la situación y facilitar dar con estrategias alternativas. No es fácil y significa ser capaz de pasar por alto “el comportamiento que nos fastidia” de la otra parte.
Distinguir los dos conceptos, a aquel amigo le arrojó luz sobre la posibilidad de que su hermano quizás no sólo quería fastidiar. Por ahora, eso no ha cambiado la situación, pero sí su mirada sobre el asunto. Y puede que le abra otras posibilidades de relacionarse con su hermano. Entender nuestra propia necesidad/la necesidad de la otra parte, diluye el enojo, el miedo y podemos sentir conexión.
A mí me gusta pensar en la distinción como una linterna de bolsillo: pequeña, práctica e ilumina parte del camino para tropezar algo menos.
Y tú, ¿haces la distinción?
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¡Feliz semana!