Cómo transformar la descarbonización en una oportunidad para liderar el mercado industrial
La industria desempeña un papel fundamental en la productividad, la competitividad y el crecimiento económico de los países, no solo por su capacidad para generar innovación y fomentar el progreso tecnológico, sino también por su efecto multiplicador sobre el resto del sistema productivo.
Pero actualmente, la industria europea y española se encuentra en una encrucijada histórica. Los retos de la transición energética y la descarbonización, combinados con la transformación digital, no solo redefinirán los cimientos de la economía, sino también las estrategias que las empresas deben adoptar para mantenerse competitivas.
La clave está en encarar estas transiciones de forma inteligente, evitando que las exigencias medioambientales comprometan el crecimiento industrial. Porque estos retos no son excluyentes, sino interdependientes; y en lugar de ser vistos como barreras, pueden transformarse en oportunidades de crecimiento económico y mejora medioambiental si se abordan con estrategias inteligentes.
La transición energética y digital como motor de innovación
La transición energética, impulsada por el compromiso de la Unión Europea con la neutralidad climática para 2050, plantea una revisión integral de los modelos energéticos tradicionales. Y la industria debe liderar este cambio, adoptando fuentes de energía renovables y promoviendo la eficiencia energética en sus procesos.
Por su parte, la digitalización no es solo un complemento, sino una herramienta esencial para la descarbonización, ya que tecnologías como la inteligencia artificial, el Internet de las Cosas (IoT) o el big data pueden optimizar la gestión de recursos, reducir desperdicios y mejorar la eficiencia operativa.
Por ejemplo, la implementación de sistemas de monitorización digital en tiempo real permite a las empresas identificar puntos críticos en su consumo energético y tomar medidas inmediatas. En el ámbito logístico, las soluciones digitales también están reduciendo las emisiones mediante la optimización de rutas y la adopción de vehículos eléctricos.
El potencial renovable de España
España destaca en el panorama europeo por ser el país con mayor capacidad de desarrollo en energías renovables, gracias a sus abundantes recursos solares, eólicos e hidroeléctricos. Además, la disponibilidad de suelo, una ventaja que no comparten muchos países del sur de Europa, permite generar energía a precios estables y competitivos. Este contexto ofrece una oportunidad única para que hasta el 70 % de la industria nacional se descarbonice mediante la electrificación.
Sin embargo, las limitaciones en la conexión de las empresas a las redes eléctricas están ralentizando este avance, lo que exige una planificación más flexible y una inversión significativa en infraestructuras energéticas. Para las industrias donde la electrificación resulta menos viable, como aquellas con procesos donde se requieren calor extremo, los combustibles renovables emergen como una solución prometedora.
Por ejemplo, sectores como el cementero o el químico están explorando el uso de hidrógeno verde como una solución para reducir emisiones. En España, el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) ha asignado recursos significativos para fomentar el desarrollo de infraestructuras que permitan integrar estas tecnologías. Este es un momento único para que las empresas inviertan en investigación y adopten tecnologías que aseguren una ventaja competitiva a largo plazo.
Descarbonización sin perder competitividad
Porque el temor a que la descarbonización pueda erosionar la competitividad de las empresas es comprensible, pero equivocado si se gestiona correctamente. Integrar la sostenibilidad como parte del modelo de negocio no solo reduce riesgos regulatorios y operativos, sino que también fortalece la posición de mercado.
Un enfoque clave para lograrlo es adoptar una perspectiva a largo plazo. Las inversiones en energías renovables, tecnologías limpias y digitalización pueden tener un coste inicial elevado, pero generan beneficios significativos a medio y largo plazo en forma de ahorro de costes, acceso a nuevos mercados y mejora de la reputación corporativa.
Además, los consumidores y los inversores están cada vez más comprometidos con la sostenibilidad. Según un estudio reciente de Deloitte, el 60% de los consumidores europeos prefiere marcas que demuestren un compromiso activo con la reducción de su huella de carbono. Y esta tendencia está en alza.
Pero el camino hacia una industria descarbonizada y tecnológicamente avanzada no está exento de riesgos. Sin embargo, una estrategia basada en cuatro pilares fundamentales puede convertir estos retos en motores de desarrollo sostenible. Estos pilares son:
1- Un marco regulatorio estable para una transición efectiva
La transición energética necesita apoyarse en un marco regulatorio robusto y predecible que ofrezca certidumbre a todos los actores implicados. Este marco debe estar alineado con los objetivos climáticos y energéticos definidos para las próximas décadas, proporcionando un camino claro y viable hacia la descarbonización.
Para lograrlo, es esencial que las normativas sean consistentes en el tiempo, evitando cambios abruptos que puedan desincentivar la inversión o ralentizar el avance de proyectos estratégicos. La estabilidad regulatoria no solo favorece la planificación a largo plazo, sino que también refuerza la confianza de los inversores nacionales e internacionales, clave para movilizar los recursos necesarios en esta transición.
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Al mismo tiempo, este marco debe ser inclusivo y adaptable a las distintas realidades del tejido industrial, promoviendo la incorporación de soluciones tecnológicas más limpias y energías sostenibles sin comprometer la competitividad de las empresas.
La regulación debe tener en cuenta las especificidades de cada sector, estableciendo incentivos claros para aquellas industrias que apuesten por la innovación y la sostenibilidad, al tiempo que se diseñan mecanismos para evitar la deslocalización hacia países con menores exigencias ambientales. De esta forma, se garantiza que la transición no solo sea respetuosa con el medio ambiente, sino también justa y equilibrada desde una perspectiva económica y social.
2- Una fiscalidad inteligente
En el ámbito fiscal, España necesita una reforma profunda de la imposición energética y medioambiental, que debe simplificar la estructura actual de impuestos y tasas, aplicando el principio de quien más contamina, más paga, para fomentar un consumo responsable. Sin aumentar la carga fiscal global sobre la energía, esta reordenación debe generar señales de precio alineadas con los objetivos de descarbonización para 2030 y 2050, apoyando la sostenibilidad sin perjudicar el desarrollo económico.
Países como Suecia han demostrado que un impuesto al carbono bien diseñado puede reducir las emisiones sin comprometer la competitividad industrial. En paralelo, las desgravaciones fiscales para la compra de maquinaria eficiente o la contratación de personal especializado pueden acelerar la adopción de tecnologías limpias.
En el caso español, sería oportuno reconsiderar el actual sistema de fiscalidad medioambiental, que genera menos del 2 % del PIB, por debajo de la media de la UE (2,4 %). Reorientar esta fiscalidad hacia un enfoque más incentivador podría tener un impacto transformador.
3- Nuevos instrumentos financieros
El coste de la descarbonización es significativo, especialmente para las pequeñas y medianas empresas (pymes), que representan el 99% del tejido empresarial español. Y es necesario diseñar instrumentos financieros innovadores que faciliten el acceso a capital para acometer la transformación energética y digital.
En este contexto, las pymes no deben quedar rezagadas. Es fundamental que los gobiernos y los grandes actores industriales promuevan ecosistemas digitales colaborativos que permitan a las pequeñas empresas acceder a tecnologías avanzadas sin asumir costes desproporcionados.
Instrumentos como los bonos verdes y los fondos de transición justa están ganando protagonismo. Según datos de Climate Bonds Initiative, la emisión global de bonos verdes alcanzó los 500.000 millones de dólares en 2023, marcando un récord histórico. En España, iniciativas como el programa Next Generation EU están aportando financiación crucial para proyectos sostenibles.
A nivel local, también es fundamental que los bancos comerciales y las instituciones de crédito creen productos financieros adaptados a las necesidades de las empresas que deseen invertir en tecnologías limpias o en la digitalización de procesos.
4- Inversión en ciencia y conocimiento avanzado
La transición hacia una industria descarbonizada requiere avances tecnológicos que solo pueden lograrse a través de la investigación y el desarrollo (I+D). Actualmente, el gasto en I+D en España se sitúa en torno al 1,4 % del PIB, muy por debajo de la media europea (2,3 %) y lejos del líder global, Corea del Sur, con un 4,8 %.
Incrementar esta inversión permitirá desarrollar tecnologías más eficientes, como sistemas de captura y almacenamiento de carbono, o el uso de energías renovables en procesos industriales. Además, la formación continua de los trabajadores en estas tecnologías será crucial para cerrar la brecha de competencias.
Un ejemplo notable es el sector del acero, donde la investigación en el uso de hidrógeno verde para sustituir al carbono como reductor en los altos hornos está marcando un antes y un después en la industria pesada europea. La colaboración entre gobiernos, centros de investigación y empresas es esencial para impulsar proyectos piloto que luego puedan escalarse.
Tenemos grandes oportunidades para el cambio
La descarbonización y la transformación digital no deben verse como amenazas, sino como catalizadores de un cambio necesario, ya que representan dos caras de una misma moneda: el futuro de la industria. En lugar de resistirse al cambio, las empresas deben abrazarlo como una oportunidad para innovar, diversificar y fortalecer su posición competitiva.
Con estrategias adecuadas, apoyo institucional y una visión clara, la industria española y europea tiene el potencial de liderar un modelo económico global más sostenible y tecnológicamente avanzado. Este es el momento de actuar, de repensar la descarbonización para defender, e incluso reinventar, nuestra industria para garantizar el bienestar de las generaciones venideras.