Carta a Los Reyes Magos
De la serie: Cartas al Infinito
Vera Milarka
Querido Reyes:
Es difícil escribirles por aquello de los hackeos, se ha vuelto complejo al menos desde que me di cuenta que seres infames se meten a mis redes y se encargan, de muchas maneras, de acallar mi voz haciendo que no haya ni un like, ni un comentario en las plataformas donde publico, sea de Instagram, Tik Tok o Facebook (que ya desistí de usarlos) así como también en X y en mis dos canales de YouTube. Básicamente creo que se trata de gente cobarde que suele envidiar y obstaculizar por default todo lo que no provenga de ellos, digamos que son una pandilla de haters que “no puede ver ojos en otra cara”, y les irrita mi trabajo a tal punto, que cercan la posibilidad de que mis publicaciones lleguen a más gente.
Por eso no resulta extraño que yo le apueste a publicar mis contenidos digitales en mi Newsletter de LinkedIn, donde si bien también he tenido dificultades porque los nerds ociosos y odiadores 24 x 7, también han hecho de las suyas en esta plataforma y con el mismo afán destructivo, pero por fortuna, al parecer, quienes administran esta red no son tan permisivos como lo son en Facebook y X, la redes favoritas de los narcos y los haters profesionales.
Allí sí son casi tan letales como Netanyahu con los pobladores de Gaza quien a título de su propia enfermedad como el sociópata que es, está dispuesto a arrebatarles la vida a quienes nacieron en Palestina y construyeron sus casas (y las han vuelto a reconstruir mil veces con piedras y lodo luego de décadas de ataques a su nación), con toda la inmensa potencia del ejército israelí a su mando. Uno de los ejércitos más equipados y potentes según el Global Military Strength Ranking, en una clasificación que ennumera los países con mejor ejército del orbe, pues Israel ocupa el puesto número 18 en poder militar de todo el mundo y “cuenta con un presupuesto militar anual de más de 20 mil millones de dólares”. Israel, dicho sea de paso, es el país que más ayuda bélica recibe de Estados Unidos, luego de Ucrania, que ocupa el primer lugar desde el comienzo de la guerra con Rusia (en su segunda fase) desde febrero de 2022.
La organización Global Firepower, que monitorea la información relacionada con la defensa de 145 naciones, hizo un ranking de los ejércitos más fuertes del mundo en 2024. Estados Unidos, Rusia, China, India, Corea del Sur, Reino Unido, Japón, Turquía, Pakistán, Francia, Italia, Brasil, Indonesia, Irán y Egipto. Si bien el ejército de Israel no es el más poderoso, si es lo suficientemente eficaz como para tener a millones de seres en el mundo en estado permanente de shock y sintiéndonos cada vez más hundidos en nuestro propio sentido ontológico de existencia buscando respuestas a estas y otras inmundicias vividas globalmente. Y estamos consternados por ver que ningún país integrante de tantas organizaciones internacionales que ya no hace falta mencionarlas, porque todos sabemos a estas alturas que son una vil caricatura de lo que deberían ser, y dado que no hacen nada para impedir semejante genocidio. Como si la destrucción que vemos a diario se tratara de una saga de la Guerra de las Galaxias que hemos ‘normalizado’ ver en los medios, tal y como se mira una película de suspenso político en Netflix, que cada vez más se basan en hechos reales, y si bien no se realizan precisamente para hacernos más conscientes, pues su fin es el entretenimiento, algunas producciones sirven para reflexionar sobre una especie de hiperrealidad ficcional que debería, cuando menos, evitar que seamos tan indiferentes sobre lo que acontece en nuestro día a día.
Queridos Reyes Magos, ¿cómo empezar a entender y sobre todo aceptar la miseria humana y política en la que vivimos sin que nos mine profundamente?, sobre todo porque es poco lo que podemos explicar convincentemente a nuestros hijos cuando ellos han nacido, crecido y acaso están en proceso de madurar, en el seno de un mundo gobernado principalmente por el odio.
Odio entre naciones, odio entre las distintas clases sociales, odio entre personas nacidas en una mismo país, odio entre integrantes de una misma familia; odio entre hombres y mujeres, odio entre las parejas (vivan en matrimonio legal, unión religiosa o libre, en amasiato legítimo, bajo un mismo techo o separadas) lo que prima al final es el odio y el rencor. No hay cabida para la razón, ni siquiera la comprensión, mucho menos el respeto; tampoco abunda el perdón ni el olvido; ni la concordia, ni una relación civilizada y congruente entre las partes, sí, me refiero inclusive entre aquellas personas que un día estuvieron interrelacionadas o unidas en vínculos filiales, amorosos, amistosos, laborales, escolares, en fin, sociales, en ámbitos aparentemente “civilizados y cordiales”.
Aquí y en China…
¿Cómo mostrarles el camino indicado a los jóvenes si todo en su entorno apunta a que el odio triunfa en los gobiernos y en los partidos, y sus facciones políticas? El odio es una bomba de tiempo que arrasa en las escuelas (con el bullying o entre los abusos de los maestros y la rabia acumulada de los alumnos). Sucede igual en los colegios de mayor prestigio o en las escuelas públicas, y también en las asentadas en pueblos donde no circula el agua corriente, pero sí ríos de odio y sangre por los cientos de asesinatos y feminicidios; odio sembrado por generaciones donde se estanca el lodo y la pus derramada por las guerras intestinas que se disputan el poder y las tierras en rancherías y presidencias municipales.
El odio se respira en el hedor que dejan los muertos tirados al pie de los caminos de terracería donde los nuevos ‘Mis Reyes’ son los narcos y sus sembradíos; los narcos y sus territorios; los narcos y sus guerras; guerras que a huevo las hacen nuestras en esos vaivenes del narcopoder y sus alianzas políticas. Odio desparramado por senderos, colonias, parajes y garajes; ¡carajo! odio hasta en la irrupción en las capillas ardientes y la profanación de los cadáveres en sus tumbas en los cementerios de los narcos y sus familias, y de los que supuestamente estaban vinculados a ellos o no quisieron formar parte. Y dentro de esa narcocultura aparecen en sus casas y mausoleos sus leyendas estilográficas de oro e incrustaciones de diamantes. Se ha vuelto normal la música de banda que acompaña una estética y una prosaica narca de armas esmeriladas de alto calibre con las que se sacan las selfies que publican en sus redes. Y también sus novias youtuberas que presumen sus caderas aprisionadas con apretados y breves cinturones de rubíes y esmeraldas, esas sí, las ‘Reinitas chulas’, a las que apodan coloquialmente “buchonas” (no sabemos si por la pechuga o el buche alimentado por el forraje alucinógeno con el que alimentan los narcos a su ganado vacuno). Sus cuerpos muestran su volumetría plástica enfundadas como embutidos dentro de ropa deportiva o vestidos escotados por todos lados de licra semitransparente, esa moda tan masiva que hasta han cambiado la fisonomía de las muñecas con las que juegan ahora las niñas que aspiran no a ser sino a estar así de “buenas”. Las muñecas son infantas precoces maquilladas con bocas rojas e inflamadas de colágeno, vestidas como vedettes o prostitutas que sexualiza a las niñas desde los tres años y hasta sus primeros pasos por la adolescencia, y todo para enseñar a las morras cómo seducir a los Mens (los nuevos muñecos ‘Ken’) que son como aquel narco de la DEA apodado irónicamente: La Barbie.
Cómo desatar el nudo de la garganta que nos ahoga con más indignación que miedo, para poder seguir hablando de lo importante, cuando lo urgente es atender heridos en los campos de batalla de la guerra de Ucrania y Rusia que ha sido opacada por la desmedida violencia de los bombardeos en Gaza. Se corta la respiración al ver a esas madres que lloran a sus hijos que siempre son como escudos humanos ante los que nadie parece inmutarse, incluso se ha llegado a decir que son los propios padres quienes los sacrifican (lo que es la negación fanática de la compulsión de algunos grupos sionistas). No sabemos si eso les dicen a sus huestes bélicas y sí es por eso que los soldados se lanzan contra ellos con peor saña, porque tal parece que el mundo de los adultos es sinónimo de inyectar a diestra y siniestra esta clase de odios, casi siempre contra las infancias en primera instancia. Nada parece importar más en el mundo del poder, que ocultar los fines de los depravados, sean o no pederastas, ¿qué político o política no ha besado casi a la fuerza a un niño o niña para reforzar la imagen de bondad en su campaña?; por siglos los niños han sido moneda de cambio para los depredadores más terribles del mundo, empezando en la propia familia en ese anonimato del patriarcado donde se ha escudado y solapado el abuso del machismo; sin distingo de clase social o cultura, y se ha atentado contra los niños a quienes se les viola ( en sus garantías individuales y en su cuerpo y psique) sin medida ni clemencia.
A los infantes se les ha golpeado por siglos como un signo ‘educativo’; existe hoy en día un mercado negro donde se venden sus órganos, por eso el número de desaparecidos de los últimos años (2019 y 2020) según el FBI fue de 421,394 y 365,348 respectivamente (los que fueron reportados) porque se asume que la cifra es más de triple. Y de acuerdo con la UNICEF tan solo en 2024 hay casi 50 millones de niños en situación de desarraigo y necesidad vital; y lo que sucede con esos niños es que los prostituyen, torturan, esclavizan y usan como carne de cañón en conflictos armados y para toda clase de negocios ilícitos. Por otra parte, según los números del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO) en México, hasta el 6 de noviembre de 2024, 16,378 niñas, niños y adolescentes han sido reportados como desaparecidos o no localizados y según la OCDE más de 4 millones de menores son víctimas de abuso sexual, lo que hace a nuestro país el número uno en el mundo por este delito.
Reyes queridos, ¿cómo hacerles saber a nuestros hijos que con esta realidad tan cruenta nosotros, que tenemos más de 50 años, también crecimos en el origen de este mundo siniestro y terrible; y que algunos de nosotros, de nosotras, también fuimos maltratados o formamos parte de una estadística que ha “normalizado” la violencia contra las infancias y las adolescencias en aras de lo que nos enseñaron como “correctivos” eficaces para comportarnos correctamente. El maltrato, los gritos, el autoritarismo patriarcal ha creado seres adultos dañados psicológicamente quienes, al convertirse en padres de familia, también han repetido patrones insalubres y tóxicos de comportamiento con su propia progenie. Han sido padres insultantes que han humillado a sus propios hijos, sea a través de descargar sus propias frustraciones con violencia verbal, o con un maltrato sutil y tan pernicioso como el que más al negarlos o ignorarlos; o al no “darse por enterados” de que atraviesan problemas severos de sociabilidad, autoestima, inseguridades físicas o psicológicas, o que padecen depresión, y otros efectos relativos a la salud mental que derivan en problemas de conducta, adicciones, falta de rendimiento académico, confusión en su identidad sexual y vocacional, o simplemente problemas de inadaptación a los sistemas estructurados familiares, escolares y sociales.
¿Cristales o diamantes?
Los adultos nos refugiarnos en la sorna constante contra las nuevas generaciones que están rompiendo con los paradigmas de violencia sistémica, me refiero a ese grupo de jóvenes a los que se ha dado en llamar la “generación de cristal,” quizá por temor a hacernos cargo del daño que nosotros mismos hemos prolongado al seguir apegados a la lealtad de un sistema familiar del que heredamos una disfuncionalidad violenta. Tal ha sido lo que hemos introyectado (le llamamos eufemísticamente “estoicismo”) pero ya más bien somos cómplices de la también terrible dureza cristalina que las nuevas generaciones (algunos grupos) han externado con la doble moral adulta y sistémica. Es como si tuviéramos el síndrome de Estocolmo, seguimos los preceptos de quienes no nos cuidaron durante la infancia o la adolescencia; amamos incondicionalmente a quienes nos maltrataron y nos dejaron en un estado psicológico de permanente indefensión; puesto que dichas lealtades familiares infunden más taras en adultos que hacer crecer seres emocionalmente autosuficientes y por eso viven sin poderse emanciparse de esa filia, aún si es la propia familia la que al final (o desde el principio) expulsa al miembro no reconocido del círculo, que en teoría debería ser el primero en arroparlo en caso de necesidad.
Hay que ver cómo la mayor parte de las adicciones en jóvenes tiene que ver con un abandono de figuras paternas, resultado de abusos autoritarios, omisiones e incluso sobreprotección, que también es otra clase de violencia, pues existe la llamada “alineación parental cuando un progenitor intenta modificar la conciencia de sus hijos para que no tengan vínculos con el otro progenitor”. Es una forma de violencia familiar que presenta un conjunto de síntomas en los que la hija o hijo siente un rechazo injustificado hacia uno de sus padres y esto promueve a la larga conflictos emocionales severos. Y muchas de estas desviaciones derivan de “comprar” el afecto y la lealtad de los hijos con regalos costosos, dinero, chantajes emocionales o subvenciones que satisfacen de inmediato sus ‘carencias y necesidades’ afectivas, en una compensación que pretende suplir el tiempo no dado a los hijos, con objetos y otros recursos que brindan tranquilidad a corto plazo, pero que generan un gran vacío a la larga, creando asimismo una ansiedad eterna por insatisfacción. Nada es suficiente para quien siente el vacío del afecto genuino y vive en carencia emocional buscando suplirla con “masturbaciones compensatorias” (así le llaman los psicoanalistas freudianos a los que compran muchos libros, objetos varios, o son acumuladores en general) pues intentan llenar las necesidades más primarias con lo que puede mitigar su permanente angustia y ansiedad por heridas de abandono o rechazo.
El machismo en las familias, asumido con sumisión por las mujeres, también humilla la dignidad de los niños en sus casas, sobre todo cuando los padres, presas también de sus propias frustraciones y traumas no resueltos fustigan a sus hijos con golpes físicos o psicológicos a nombre de “corregirlos” o de “que no se la crean tanto”. Les pisotean la autoestima y desalientan sus gustos, sus elecciones o preferencias (no solo académicas sino también sexuales) o rechazan sus aficiones y entretenimientos favoritos. Los padres ofenden la inteligencia de sus hijos al imponer su lógica autoritaria del “que paga manda” y de la “ley del más fuerte”, lo que incluye sometimiento económico hacia la madre y los hijos, por lo general, promoviendo la marginación social de la familia, sus miembros son incapaces de sentirse merecedores de un afecto no condicionado (y se busca paliar la baja autoestima a través del éxito profesional, laboral, económico, intelectual, deportivo, etc.). Incluso cuando el padre concibe el adulterio como parte de su hombría (así se cotizan muchos varones en la bolsa de valores del mercado de la carne y del patriarcado) pretenden demostrar que, lo que en realidad es inmadurez personal, es sinónimo de “libertad sexual”, una cómoda posición de doble moral socialmente aceptada.
Son conductas ancestrales que gratifican al sexo masculino reforzadas por el entorno social que no solo facilita en colectivo el engaño, sino que lo premia; suele felicitarse a los polígamos y a los infieles tanto como a los que forman familias en paralelo y fundan dos y tres concubinatos, porque dicho poder machista y patriarcal mantiene el orden en la casa donde habita la mujer principal (“la catedral”, le llaman, porque las otras mujeres, como dice el refrán, son “las capillitas”), dado que la madre (o la mujer engañada) --arguye convencido el colectivo: “no cumple las expectativas sexuales” del macho. Y se infiere que casi siempre, las necesidades sexuales del varón son muchas e incluso mayores al de las mujeres porque “biológicamente” así son…etc. (lo cual casi siempre contrapone la realidad, por cierto, dado que las mujeres son las que comúnmente son poliorgásmicas). Esto no deja de ser una ironía, pero estas mitomanías culturales tienen más que ver con el poder que con el sexo, como sucede con la misoginia, las violaciones, la pederastia y los feminicidios, así como con los crímenes de odio contra personas homosexuales. No obstante, esta ha sido la educación sentimental, entre otras salvajadas, que se han normalizado en las familias apoyadas por las sociedades “libres” donde la violencia es un círculo vicioso que refuerza conductas agresivas porque se privilegia que: “así es la vida, que vivimos en la ley de la selva, y que cada quien debe rascarse con sus propias uñas”. Esto incluye que a la víctima de abuso no se le juzgue desde la sanidad mental del colectivo o la ley de los derechos humanos, sino desde la supervivencia en solitario y personal, que paradójicamente fomenta el egoísmo y la revancha bajo un dejo de resentimiento que presupone que la persona “se deja abusar porque quiere o le gusta”, no por sometimiento y maltrato sistemático. Es así como los hijos llevarán a otros ámbitos estas mismas conductas (o son víctimas o se convierten en victimarios) repitiéndolas como respuesta a situaciones de incomprensión y falta de autocrítica de lo que falla en los hogares.
Se confunde el silencio y la discreción con lo que es mas bien cobardía, colusión y ausencia de afecto honesto y corresponsabilidad emocional. A falta de apoyo afectivo de la familia nuclear o extendida, la situación de violencia o abandono de un menor suele ser notada por algunos miembros ligados socialmente a la familia, pero normalmente no hay una solidaridad real por temor a ser ‘entrometidos’, así como por miedo a las represalias. Y es que la propia comunidad cosifica a los hijos (no solo a las mujeres) se interpreta que son “propiedad de sus padres” y la ausencia de denuncia se debe a que las autoridades tampoco crean verdaderas instancias de asistencia social, que se ocupen a fondo de los casos más relevantes de violencia intrafamiliar y suelen juzgar como culpables, por evidencias confusas, a los padres o madres que manifiestan evidentes desajustes emocionales, no a los verdaderos depredadores.
Hablamos que esa cultura ha sido repetida por más de medio siglo en nuestros hogares contemporáneos, ésa en la que se ha ‘formado’ o debemos decir ‘deformado’ a personas también totalmente asimiladas a los sistemas y sus dogmas donde todo se “arregla” a “chingadazos”, es decir, no a través de la solución colectiva de los conflictos vía la conversación y la autocrítica y el apoyo psicológico. Y aquí en estos ejemplos entran personas cultas o analfabetas, ricos o pobres, lo mismo de izquierda como de derecha, porque las taras familiares se dan igual en regímenes totalitarios que en los ‘democráticos’. Porque incluso en estos últimos, también las personas actúan a través de comportamientos residuales de sistemas más amplia y absurdamente totalitarios que las mismas dictaduras, pero a través de métodos diluidos en la supuesta ‘corrección política global’ que da la ilusión de la ‘libre elección’, de vivir en un ‘libre albedrío’ que también es una especie de ‘trampantojo’ sistémico.
Dentro de esos esquemas que se auto elogian de vivir en un sistema que respeta las libertades de los individuos, también se fabrican--y por hordas-- seres serviles a leyes políticas, religiosas e ideológicamente inmorales o de doble moral cuando menos. Justifican, desde sus propios mecanismos productivos y comerciales, fenómenos inhumanos y económicamente atroces para colectivos enteros. Hablamos de estructuras vistas desde una fenomenología hermenéutica en ‘planta’, que también se han encargado de esclavizar a personas por generaciones sin que haya, de facto, movilización social de las clases oprimidas y haciéndoles creer a quienes siguen sus preceptos, que son ‘libres’ de elegir ese modo de pensar y esa manera de vivir que los mantiene en el estancamiento económico y social por generaciones.
Así que se torna escurridiza la imaginaria tinta con la que está escrita esta carta que intenta poner de manifiesto la enorme dificultad de hacer una lista de peticiones que sirva, en efecto, para paliar los males del mundo, y sobre todo los desafectos de las infancias y adolescencias, en especial brindadas como regalo del Día de Reyes. Qué más quisiéramos que encontrar la piedra filosofal como Harry Potter para ofrecer pócimas mágicas capaces de lidiar con éxito sobre los males del mundo. Por eso quizá el arte y la creación de la ficción es la única “salida” emocional que atempera el dolor de las nuevas generaciones a veces tan sumidas y ensimismadas en una visión que está completamente desencantada. Los jóvenes no creen en nada, porque no hay hechos que les comprueben que las cosas han cambiado, incluso desde las utopías sesentayocheras que hoy en día viven más de la melancolía política, con triunfalismos pírricos, más que mostrar el éxito desde verdaderas propuestas asentadas en la realidad, en un presente que lidia con nuevos problemas que nada tiene que ver con la vida y las personas de los años 70. Y tal parece que esas soluciones no están sirviendo ni convenciendo a muchos jóvenes no alineados a los partidos hegemónicos, y tampoco lo están escogiendo como un sendero de realidad mejorada para erigirse como una generación de relevo que proponga algo superior a lo vivido hasta ahora.
Tal vez esa generación que acusamos de “cristal,” tiene la lucidez y la trasparencia de muchas faces iridiscentes y translúcidas como la de un diamante: quizá necesitan pulirse más puesto que son “duros de roer y a ratos eternamente indestructibles” tal como se muestran en su incredulidad crítica, al negar las posibilidades estadísticas y algorítmicas de poder vivir en un mundo más afable, más consciente y con mayores posibilidades de crecimiento colectivo en un ámbito de justicia y equidad social y económica. Muchos jóvenes que van por la libre discurren con frialdad y sin emocionalidad sobre una vida por la que no sienten la más mínima nostalgia como lo hacen sus padres, salvo los que se han acercado sobre todo estéticamente al llamado “retro futuro,” mismo que experimentan como una suerte de nociones ‘newstálgicas” de lo no vivido, pero con cierta pulsión por recuperar ese pasado “idílico” de mediados del siglo XX que no les tocó, aunque ese es tema de otra reflexión sobre los jóvenes de hoy.
Las nuevas generaciones se ríen de las religiones sin excepción, porque también las han visto fallar terriblemente al observar cómo desde las propias cúpulas de sus líderes, a cual más, también retrata seres sin escrúpulos a los que no les basta delinquir sosteniendo la ley en una mano y al mismo tiempo pecar, cargando con lo otra mano La Biblia (o los libros sagrados de sus creencias). Ven, a estos líderes religiosos sin recato y sin sentir la mas mínima vergüenza de sus actos nefandos, ser perdonados una y otra vez desde el Vaticano y las cúpulas de los concilios religiosos. Hay que ver al Dalai Lama metiéndole la lengua a un niño a plena vista del mundo, sin que haya pasado a mayores más que simplemente crear chistes y memes sin consecuencia de ninguna especie. Y todos los abusos de las congregaciones religiosas de diverso calado, se transmiten en tiempo real o diferidos en canales de YouTube con millones de seguidores, sin que parezca que nada de lo que hacen con y en contra de los niños es realmente nocivo como para alterar los planes del llamado: “Nuevo orden mundial”.
En el fondo esto alienta la idea de que se puede esclavizar a quien sea más vulnerable, y a aceptar indefectiblemente esa ley de la selva del más fuerte, a la que deberán acostumbrarse y aprender a defenderse al precio que sea. Entonces aceptemos las consecuencias de que los jóvenes hagan lo propio, al pie de la letra, y no me refiero a los que padecen espectro autista que suelen llevar todo al horizonte de la literalidad, sino a todos los chicos que se educan en casas y escuelas donde lo que prima en la retórica demagógica de las buenas costumbres donde precisamente se aprende en la práctica lo contrario. Las propias instituciones los vuelven locos con toda clase de contradicciones que lo adultos sabemos bien, pero que estamos también tan dañados que las aceptamos como ”normales” haciéndonos tontos.
Es decir, que dentro de la mega ficción de las agendas tipo la 2030 global, donde se anuncian medidas y proyectos progres y civilizados que más bien a algunos les suena a mundo orwelliano, lo cierto es que no hemos salido de la supervivencia de los hombres de Neanderthal, que dicho sea de paso aún no se ha demostrado que produjeran arte, lo que hoy redime a muchas culturas del salvajismo contemporáneo e inhumano en el que vivimos gracias precisamente a sus manifestaciones artísticas.
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Como especie hemos mamado y vivido la violencia hasta la ignominia y con la mano en la cintura, puesto que no hay en realidad consecuencias tan nefastas que impidan que esa clase de comportamiento hoy en día se detenga tampoco: Sobre todo en un mundo que vigila pero que no impide la injusticia más allá del ‘castigo ejemplar’ inadaptativo, es decir, que el individuo no se mejora en las prisiones, no eleva su consciencia por el daño causado, tampoco se le faculta para reintegrarse socialmente, porque además de que las cárceles son como campos de exterminio y nociva esclavitud, también profundiza la corrupción y la degradación humanas, porque es la sociedad la que está enferma en su conjunto y no el individuo como ente aislado.
Hablamos de resolver lo que es asunto político o tema de derechos humanos del colectivo, de la Polis; no del ser individual que debe demostrar que “está más allá del bien y del mal”, y por lo tanto debe asumir –si o sí-- resolver solo o sola lo que le incumbe al grupo: llámese familia, escuela, vecindad, barrio, pueblo, ciudad, región, país, etc. Si la gente termina haciendo ‘justicia’ por propia mano, en principio suele suceder por no encontrar un camino organizado y justo en el sistema que debe poner orden al disturbio o a los crímenes que se están cometiendo a plena luz.
En una tesis doctoral de Romain Le-Cour-Grandmaison titulada: “Drug Cartels, Autodefensas, & the State: from Political Brokerage to Patronage Wars in Michoacán, Mexico, no publicada, de la Universidad de la Sorbona, Paris, se llevó a cabo una investigación en México por 15 meses en Michoacán, entre 2012 y 2017 (zona de la tierra caliente y de la sierra principalmente), donde el autor realizó más de 70 entrevistas a autodefensas, miembros de la organización criminal Los Templarios, autoridades locales, activistas políticos y periodistas, así como llevó a cabo extensas conversaciones con habitantes en donde se concluye que los grupo de civiles llamados “Autodefensas” no pretenden sustituir a las autoridades gubernamentales, sino que se convertían en aliados desde el momento en que son claves para entender el complejo mapa de violencia de México. El país se encuentra rebasado por grupos que dominan zonas y regiones donde no existe en la praxis la ley, y requieren apoyos adicionales por parte de la sociedad. La tesis asegura cómo estos grupos dada la necesidad de sobrevivir y cuidar su patrimonio, se dispusieron “a colaborar para erradicar la ‘gobernabilidad subrepticia de los grupos delictivos que operan a la sombra del Estado”. En los testimonios de este estudio, se incluyen también los resultados de las investigaciones realizadas desde 2018 en el estado de Guerrero, que también aportan elementos que hacen suponer que se debe implementar una nueva estrategia de coparticipación entre la población y las autoridades, a fin de no identificar como grupos de rebelión a quienes al verse solos, en medio de las guerras entre narcos por ganar territorios, se ven consuetudinariamente sometidos, extorsionados y despojados de sus tierras y sus vidas; y no pueden esperar a que los gobiernos (local, municipal y federal) resuelvan todo, por considerar que hasta ahora su respuesta y protocolos han sido ineficientes y no pueden dejarse avasallar por los delincuentes esperando que les “llegue su turno” como en el IMSS, porque eso supone morirse antes de ser atendidos.
Los países fractales del mundo
Las guerras intestinas de gran trascendencia en el mundo han tocado y corrompido lo mismo a magnates de la industria tecnológica, que a la realeza en el Palacio de Buckingham. Han sido y son parte de la debacle social y política actual estrellas de cine y consorcios mediáticos, como también grupos de oligarcas y líderes mesiánicos de todo calado. Son personajes casi churriguerescos que han lanzado sus arengas políticas desde púlpitos fascistas o comunistas; desde sus estrados liberales o neoliberales, sociales-cristianos y lanzado preceptos políticos democráticos y manifiestos populistas revolucionarios y transformadores a nombre de los pueblos desde posturas republicanas, nacionalistas, separatistas o patrióticas, y eso alberga hasta a los grupos radicales anarquistas, kamikazes y fanáticos islamistas dispuestos a todo por reivindicar sus mandatos religiosos a nombre de todos sus adeptos, pero cabe decir que ninguna comunidad ha podido frenar la escalada de todas las guerras que nos han atravesado desde la Primera Guerra Mundial hasta la fecha.
Hoy, queridos Reyes Magos, hasta donde se sabe, estamos ante nuevas amenazas donde las armas nucleares parecen cosa de nada ante las armas tecnológicas, biológicas y climáticas, que parece que están a la vanguardia en medio de las campañas de sometimiento ideológico basado en el terror que provocan la infodemia y el fenómeno de la posverdad. La cúspide como quien dice de lo que Fukuyama llamó: “el fin de la Historia” donde plantea aunque no lo decreta, que el “Estado que surge al final de la historia es liberal porque reconoce el derecho universal del hombre a la libertad, y es democrático porque cuenta con el consentimiento de los gobernados” y tan, tán…, no hay más qué alegar.
Octavio Paz, dice Salvoj Zîzêk, “tenía una preocupación distinta a este respecto”, señala el politólogo y filósofo eslavo: “Su preocupación era que el triunfo de las sensibilidades liberales modernas ligadas al capitalismo de consumo, que se despojaban de toda tradición histórica y fe en el futuro mientras santificaban la búsqueda individual de la felicidad en el presente”, derivaría en una especie de indiferencia moral. “El verdadero mal de las sociedades capitalistas liberales, --me dijo Paz--, “es el nihilismo predominante que toma la forma de ‘una indiferencia pasiva hacia los valores. Sin una unidad superior sólo toleramos la diferencia porque somos igualmente indiferentes a todo y a todos”.[1]
ZÎzêk apunta que la globalización nos ha venido a decir que el capitalismo es una verdad irrefutable porque no tiene ya significado y “puede adaptarse a todas las civilizaciones, desde la cristiana hasta la hindú o budista, desde Occidente hasta Oriente”.
La IA en manos de los menos inteligentes
Lo verdaderamente aterrador de la Inteligencia artificial es que no sabe de matices, ni de ironías, ni tiene sentido del humor; y corre el mismo riesgo de ser una bomba de alto calibre en las manos de un grupo de descerebrados con poder y sin inteligencia emocional ninguna. Esos mismos que han decidido, entre tantos experimentos fallidos, terminar con el planeta y sus especies, paisajes, océanos, ríos, llanuras, bosques, selvas, desiertos, patrimonios culturales y desde luego etnias y grupos humanos que ellos consideran que no son parte del selecto grupo de los ‘elegidos’ o los de la nueva raza cósmica o cualquier otra denominación del nuevo ser o de los alienígenas de la insurgencia sideral pleyadiana o cualquier otra jalada enunciada en una nueva ‘lengua’ correctiva que, como decía Stalin, debía incluso impedir al ciudadano común pensar en otra cosa que no sea lo que Estado totalitario recomiende. Ya sea que ahora resulte en un concepto funcional de neutralidad biológica (indiferencia de género más allá de la sexual, la indefinición social, ideológica, mental, cultural, psicológica, etc., etc.).
La sabiduría del Absurdo
Es curioso que hoy exista un retorno en el arte capaz de reconsiderar con exactitud el valor de protesta crítica del Teatro del Absurdo como nunca antes. En su época fue bastante desdeñado y luego, una curiosidad de grupos de aficionados y universitarios sin mayor consecuencia ni política ni estética. Y en este sentido es que retomo una pieza como El Rinoceronte (1959), de Eugéne Ionesco, una obra en tres actos que crítica a los ciudadanos obedientes del fascismo y sus esbirros que llegan al culmen de la brutalidad y que en la escena embisten como los rinocerontes lo hacen en los densos bosques y las sabanas africanas. Ionesco nos muestra a personajes como Botard que es un comunista, Dudard un oportunista, Jean un conformista, Papillion un burócrata y Daisy simplemente una chica agradable, como personas que siguen sin pensar las modas del momento, mientras que el protagonista, Bérenger, no es que esté dotado de gran inteligencia, de hecho “bebe mucho y es bastante desaliñado en sus hábitos”, pero se sale del marco obligado y está fuera de contexto, porque finalmente es fiel a sí mismo. Bérenger se expresa como es y no se mimetiza, no renuncia a lo que cree ni se convierte en un siervo del orden social, aunque en su terrible soledad en el fondo desea ser más trivial como los demás, pero es incapaz de adaptarse a la ‘rinoceridad’ (es un planteamiento y término abierto dentro de la obra). Es decir, que se resiste a esa uniformidad del fascismo (todos los rinocerontes que pasan velozmente en las escenas están vestidos de color beige). Se trata de una forma de ser y pensar al que sus colegas y amigos han accedido sin cuestionarse nada. Ionesco ha dicho que la obra trata sobre “el tema de la contaminación intelectual y a la vez sobre el lenguaje, y también de cómo a través del lenguaje es que uno, la gente, “comienza sin reflexionar a repetir cosas que hemos escuchado”. Y sí, la obra termina con el monólogo de Bérenger, el único que se resiste a la transformación…denunciando la normalización de tal uniformidad tal como la podemos ver hoy incluso en las democracias estables que tienen características tan propias y tan increíblemente aceptadas, como los síntomas sociales que creó la inercia ciega de obediencia humana que causó la pandemia del Covid 19, sobre todo en quienes la defendieron como una verdad incuestionable tal como lo exhibe el personaje de Ionesco, que se cuestiona y trata el tema político y social prácticamente como una enfermedad viral y contagiosa.
Es decir, que todo esto que trato de explicarles mis Reyes Magos, es para comprender que estamos ante un fenómeno mundial (de nueva cuenta) que plantea la idea de que somos seres humanos como masa de plastilina (neutros) que debemos estar dispuestos a ser moldeados al gusto de las nuevas estratificaciones de grupos que pugnan por libertades, a veces tan espurias como defender animales de compañía mejor que a los propios hijos, incluso con la posibilidad de no solo vestir a perros y gatos como humanos, sino ser como ellos mismos. Hoy en día hay grupos de personas que se han sometido a intervenciones quirúrgicas para modificar sus rostros para re-formatearse con aspectos felinos o perrunos, cirugías “estéticas” tan caras como ridículas e inhumanas, que son tan onerosas que quizá eso justifique que tanta gente se integre a las mafias del tráfico de drogas duras: coca, heroína y fentanilo, para poderse pagar esos “gustitos”.
Uno entiende que dichos gastos de la nueva ‘barbarie’ contemporánea suponen que esas juventudes que ya viven para sus fans en las redes y para formar parte del crimen organizado se manden hacer rifles y pistolas en oro, que luego ostentan en Facebook, sin que nadie los reprima, porque es curioso cómo nos bloquean contenidos de cultura y arte a unos, mientras a los asesinos y a sus novias, se les ve en los gimnasios mostrando sus enormes glúteos de esteroides, anillos y ropa de pésimo gusto literalmente balconeando la clase a la que pertenecen, mostrando sus fuerza física y su violencia como quien muestra sus virtudes cardinales o su gran corazón, al lado de casonas, antros, armamentos y algunos hasta junto a sus víctimas de secuestro.
Queridos Reyes, ¿algo está podrido en Dinamarca no?, y me resulta muy difícil escribir la lista de los deseos por cumplir tan solo para que paren los asesinatos por asalto y los imprudenciales, sino los narcocrímenes políticos de síndicos, presidentes municipales, representantes de los congresos locales y hasta candidatos a gobernadores; sino también a los representantes de organizaciones ambientalistas, a mujeres buscadoras de sus propias hijas asesinadas por ser mujeres, o a sus hijos por haber sido levantados para ser empleados en los cultivos de amapola; o a los cientos ya de periodistas que han matado casi en tiempo real en sus transmisiones, o decenas de médicos, o simplemente a los transeúntes y personas que sin deberla ni temerla, andaban por ahí, simplemente caminando rumbo a su escuela o dirigiéndose a sus casas a los que alcanzó una ráfaga bélica a fuego cruzado, o a quienes fueron a una entrevista de trabajo y nunca regresaron, o se atrevieron a tomarse con sus amigos una copa en un bar y fueron alcanzados por balas tan perdidas como la seguridad en México.
La perversidad del mundo actual radica en que son los victimarios de las cúpulas del poder los que entrenan a las organizaciones extremistas que atentan contra su propia población inocente y la victimizan. Al fin y al cabo, el libre mercado eso demuestra también, que los ejércitos de mercenarios matan a sueldo y ya casi ‘nada’ es personal o en aras de un ‘ideal’ por el que luchar, sino que ahora ya no hay ese significado simbólico del que habla Zîzêk, pues se pueden ‘alquilar’ servicios de exterminio sin problema incluso de ser ‘juzgados’ por las organizaciones mundiales en “favor de la paz”. Sin que a los líderes más poderosos del mundo se les arrugue el corazón, porque se está ante una guerra en el que una vez dictaminado “el fin de la historia” en contrapeso le sigue la “guerra de las civilizaciones” y ahora como nunca, hay un afán de exterminio colectivo vía –otra vez --, un nuevo enemigo porque pasamos del fantasma del comunismo, al del terrorismo para llegar al del choque de culturas, esas que a nombre de una nueva Guerra (ya no fría sino sobrecalentada globalmente) se quiere apropiar no solo del presente, sino del pasado y hasta del futuro, donde a decir de los conspiranóicos: “los del Estado profundo dicen que ya somos muchos en el planeta y se requiere dar de baja a algunos millones de seres humanos vía catástrofes programadas y obsolescencias generacionales donde principalmente los adultos mayores y los pobres estorban”.
Es increíble que todo se base en la retórica de un poder que se ostenta tan cínico que no resulta nada extraño que un día, un excelente estudiante se arme de valor y decida matar con singular alegría a un magnate, tal como pasó en Nueva York con Luigi Mangione, el joven de 26 años acusado de asesinar a Brian Thompson, el CEO de UnitedHealthcare, la mayor aseguradora farmacéutica de Estados Unidos. De acuerdo con las evidencias de las cámaras del sitio donde se videograbaron los hechos el pasado 4 de diciembre, Mangione mató a sangre fría y casi a quema ropa, fuera del hotel Hilton de Manhattan, con una pistola de fabricación casera en 3D y un silenciador, a uno los altos ejecutivos de la mayor aseguradora de la Unión Americana, que no llevaba ni un escolta de seguridad.
El joven fue capturado por la policía en un McDonals, y al parecer habría escrito un manifiesto en contra de la industria farmacéutica, y al ser llevado a los tribunales pasó de una actitud altanera donde se declaró inocente, para luego salir sonriendo por las expresiones de adhesión de muchas personas en las redes antes de ser encerrado en una precaria prisión federal en Brooklyn. Hoy, hay cientos de personas que lo apoyan por erigirse en un “superhéroe” que lucha contra las injusticias de un sistema de salud que privilegia la rentabilidad de las empresas privadas que dominan el sector. El apuesto galán de cómic, sin expresar temor sino más bien sintiéndose orgulloso de tirarle a matar no solo al CEO de los seguros sino también simbólicamente a todo un sistema hospitalario y farmacéutico que a ojos de muchos, resulta criminal por lucrar con la desgracia de los enfermos, puesto que la salud estadounidense se cotiza a precios impagables, ha dado lugar y sugerido que dicho crimen, no es más que un ‘acto de justicia poética’.
Mangione luce como un superhéroe de Marvel que vive su fantasía en carne propia, apoyado por miles de fans, y gracias a que proviene de una familia acaudalada todo indica que sus abogados buscarán librarlo de una larga condena tras las rejas. Esto no es ficción, esto sí que es lo de hoy, un suceso que se vive como una celebración entre la multitud aficionada a ver series de la industria del True Crime que tanto gustan en las plataformas de streaming tipo Netflix, de la que se abreva una paradójica actitud política crítica y de mucho riesgo, con la que la juventud de hoy se rebela, a su manera, contra es establishment desde la comodidad de su vida del consumo de los mass media y con las nuevas herramientas tecnológicas que procura el mismo establishment, y con la pericia de quien nació en la era digital y desconoce la mayor parte de los recursos de los sistemas analógicos.
Esta carta mis querido Reyes Magos, que forma parte de mi serie: Cartas al infinito, que por eso mismo no llegarán nunca a ninguna parte, muestra apenas que esto es el pico del iceberg de todos los males que deberíamos erradicar, si tan solo hubiera un poco de justicia en el mundo. Solo atisba a evidenciar aquellos puntos por resolver que quisiera poner en un listado para enviárselos para que nos hicieran el ‘milagro’ de dar aliento a los niños, a los jóvenes y al resto de los que a veces nos sentimos vencidos para seguir adelante y por ello nos aferramos a lo que queda de nuestra poca fe en la humanidad pero con muchísima esperanza, afín de lograr nuestros propósitos de vida y llegar hasta el final de nuestros días con el suficiente amor, paz y dignidad que merecemos como seres humanos valiosos no por lo que tenemos sino por lo que somos.
Por ahora solo queda pedirles querido Reyes Magos, que hagan aquello que sea necesario para que los más pequeños y los jóvenes encuentren dentro de un nuevo paradigma que regirá el nuevo mundo, su propia señal, una estrella que los guíe con la suficiente luz como para que sean capaces de discriminar las prácticas nocivas de las benéficas, que sepan distinguir entre la realidad trascendente y la ficción inocua, entre lo que impulsa una cultura solidaria y consciente, frente a una que pretende cosificar cada vez más a los seres humanos; con la mira a preservar un pensamiento libre e independiente, más allá de los dogmas, más allá de los fanatismos que orientan a los grupos a prácticas ‘sociosuicidas’, criminales y hasta genocidas.
Espero también que sepamos ver esa esperanza al fondo de todo este infausto panorama, como cuando se abrió la Caja de Pandora, tras padecer todas las calamidades del mundo, como una forma alternativa para aspirar a poder vivir en un planeta más evolucionado, con más amor que terror, con más creatividad que rapacidad, donde se premie y se reconozcan las virtudes más que los crímenes, donde gane la inteligencia emocional por sobre el maquiavelismo irredento, dispuesto a depredar a su misma especie y a sus propios vástagos a fin de ganar más poder y dominación sobre los más vulnerables.
Gracias
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3 díasBuenas tardes ya todo lo vemos tan normal o se nos hace tan normal que no nos preocupa de que alguien lo esté lastimando o a qué mujeres estén en bulnerabilidad. Es desesperante y volteas para todas partes y te das de topes contra la pared sin saber a quién acudir. Sigamos luchando por lo que nos hace felices.