Clientes saludables: los hay y cada vez más
El jueves pasado, inmersa en una semana más que difícil por tener que gestionar dos clientes “complicados”, escribí este post sobre “clientes tóxicos” y cómo se perjudican a sí mismos con esa actitud frente a “proveedores” (lo entrecomillo porque odio esa relación de cliente – proveedor cuando debería ser siempre “un equipo”). Dejé plasmado todo lo que pienso y he aprendido tras años y años trabajando primero como clienta de servicios de marketing y también “jefa” (y de las intensitas) y después estando al otro lado, en el que estoy ahora.
Pienso y me suscribo de cada línea que escribí pero todos sabemos que los días nos dan otra visión con más perspectiva de las cosas. He estado “preocupada” por lo que pudiesen pensar los demás de mi texto. De si tendría consecuencias al verse alguien reflejado… Hasta que, fíjate por donde, una de mis clientas me dio la clave para despojarme de ese sentimiento de “preocupación” que de nuevo, nos generan los clientes tóxicos y que no nos dejan trabajar a gusto y aportar creatividad a sus proyectos. Mi clienta me dijo: "María, he leído tu post y lejos de sentirme ofendida (yo le dije que no tenía por qué ya que ella no estaba incluida en esas actitudes) me ha servido para repasar su actitud desde un punto de vista autocrítico para mejorar y crecer". ¡Me encantó! Qué inteligencia (a todos los niveles: de la intelectual, de la emocional…) me demostró esta clienta el viernes cuando me dijo esto.
Añadió: "no tienes que preocuparte de las posibles consecuencias de tu post. Primero porque son tus redes sociales y podemos expresar aquello que consideremos (y además, mientras que no añadas nombres ni ofensas personales… que por supuesto no lo hice). Además, por supuesto, tu post es un ejercicio para todos para que revisemos cómo nos comportamos con aquellos que participan en nuestros proyectos, que reman con nosotros, que nos aportan y que suman". “A mí, (continuó mi clienta), me ha servido y mucho para hacer una revisión de mi misma y es que según yo me comporte, así se verá reflejado en mi proyecto y en mi negocio”.
Esta reflexión me encantó. Fue una clienta que vino a verme a la oficina el viernes, caja de croissants en mano para compartir juntas un buen rato de aprendizaje sobre linkedin y otros asuntos de marketing “para su negocio”. Sí, ella vino a mi oficina y sí, ella llegó con unos croissants para compartir. De ahí, de esas dos horas juntas, salieron cosas súper interesantes que ella pondrá en práctica y que le ayudarán a crecer como marca. Pero ella hizo su parte en esto de construir un escenario cómodo, creativo y saludable. Y por supuesto, ni que decir tiene que esas 2 horas de mi tiempo que dediqué a ella… ¡Las pagó! Nada tiene que ver. Es como cuando vamos a un supermercado y pagamos por los productos que consumimos pero eso no nos da derecho a exigir de malas maneras o ser desagradables.
Por último, mi clienta sumó un último aporte y fue que “si algún cliente se marcha de trabajar contigo por tu post, agradece esa situación porque entonces, es que es lo mejor para tu crecimiento y felicidad”. Y eso, que es algo que siempre hablamos de que quien resta mejor lejos, me hizo volver a pensar. Es algo que le dije a un cliente no hace mucho: Mi negocio, ni se va a ir al fracaso ni tampoco al éxito por un cliente más o menos. Y yo creé mi negocio para trabajar feliz, para aportar, para sumar a otros y ayudarles con sus proyectos desde la ilusión más absoluta. Y eso sale de mí cuando me tratan bien, cuando todos remamos en la misma dirección… Y es que todo esto viene porque al igual que hay clientes tóxicos, también los hay (y afortunadamente yo tengo muchos) clientes súper saludables.
¿Qué es un Cliente Saludable?
Pues uno bueno. Uno que aporta. Uno que suma. Uno que sabe que tú eres parte de su equipo y que juntos, podéis hacer grandes cosas. Ese que se considera líder y no jefe. Ese que sabe sacar de su equipo lo mejor, que lo motiva y que acepta que lo bueno y lo malo que hagan (su equipo) es su responsabilidad. Ese cliente que sabe que no te hace ningún favor por darte trabajo ni tú a él por hacérselo sino que ambos ganáis.
Un cliente saludable es ese que sabe que los errores son para aprender y que si un “proveedor” lo comete, no hay que taladrarlo y llevarlo a la lapidación (prescindir de él) sino que hay que corregir esos errores para seguir creciendo. ¿Por qué? Porque cambiar de equipo cada vez que alguien tiene un error sólo perjudica a la empresa y al proyecto.
Un cliente saludable es ese que aún habiéndote contratado, te enseña, te aporta valor, te ayuda a que tú también crezcas con el proyecto porque sabe que tu crecimiento como profesional le va a aportar grandes beneficios. Un cliente saludable hace todo lo que pueda porque tú estés contento (esto implica pagar en fecha, no pelear presupuestos, valorar tu trabajo, hacerte partícipe)… Y es que un cliente saludable es inteligente y construye, no destruye. Por supuesto, un cliente saludable también respeta tu tiempo, tu espacio y sabe que no trabajas para él en exclusiva. Aprendió hace tiempo que las cosas llevan eso precisamente, tiempo y más cuando hablamos de cosas creativas. Que apretando y asfixiando solo se consiguen malos resultados.
Y es que clientes saludables, afortunadamente, cada vez hay más porque estamos en la era de la toma de conciencia emocional. Estamos en el momento del despertar… Quien quiere. Y queremos y por eso digo que ciertos clientes tóxicos, si tienen ese punto de inteligencia emocional, pueden convertirse (con muchísima humildad y autocrítica) en clientes saludables. ¿Y qué ganarán con ello? Primero como personas un gran paso hacia delante en muchos aspectos de su vida cotidiana y segundo como profesionales, dar un salto muy significativo y que cambiará su paradigma laboral. De eso, estoy convencida porque ya lo he comprobado ante todo, en mí misma.
Y tú, ¿qué eres y qué quieres ser: cliente tóxico o cliente saludable?