Comprendiendo el para qué: las organizaciones "teal"​
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Comprendiendo el para qué: las organizaciones "teal"

Hace diez meses, terminaba mi último artículo haciéndome una pregunta que nacía de la más dolorosa intuición después de la tormenta perfecta: “¿Y si lo he hecho todo al revés? ¿Y si la clave consiste en no tener plan y solo caminar, intentando no despistarse demasiado por el camino de las baldosas amarillas, pero sin mayor pretensión?”.

La respuesta llegó pocos días después, escondida tras una hermosa e imprevista oportunidad laboral. Sin haber hecho nada para provocarlo –es decir, desde un posicionamiento vital radicalmente contrario al que venía desarrollando desde hacía tres años, gobernados por el puro deseo de ejecutar un plan cuidadosamente concebido y amorosamente ejecutado hasta el más mínimo detalle–, la vida me ofrecía una solución al callejón sin salida en el que me encontraba, perdida y tiritando bajo la lluvia.

Decidí aceptar la oportunidad sin pensar, sin evaluar pros y contras, sin buscar otras opciones entre las que elegir: simplemente decir “sí”, bajar la cabeza y agradecer el regalo, aceptando. También decidí no comprender nada, no luchar por encontrar sentido a lo que parecía un absurdo retorno a un lugar por el que ya había pasado antes, nada que ver con todo aquel esfuerzo gigantesco que había desplegado durante esos tres años, impulsada por la ilusión de un proyecto enorme y nuevo. Decidí aceptar sin más, sin cuestionar, sin analizar si aquella oferta era realmente lo que yo quería (¿adónde me llevaba querer, en cualquier caso, cuando había querido antes con tanto empeño y tanta intención?). Y decidí, por último, poner un pie detrás de otro y obedecer a aquella llamada del final de mi artículo anterior:

“Andar, andar, pasar, atravesar.”

Aquel “sí” coincidió con la lectura de un libro que me llegó de la manera más casual posible durante el tiempo de espera antes de iniciar la nueva vida no elegida: una comida de esas de ponerse al día, de reencontrarse con alguien a quien guardas mucho cariño, pero que pertenece al pasado; un comentario al vuelo de una agradable conversación sin más objetivo ni rumbo que compartir el rato del café; una cita más, entre otras muchas. “¿Has leído Reinventar las organizaciones, de Frederic Laloux?”. Aparentemente, un libro más de gestión de empresas, de esos que leo de vez en cuando, intentando comprender el mundo laboral que me ha tocado vivir.

Igualmente, la decisión de compra de aquel libro fue aleatoria, pura intuición, cierta necesidad de retomar un ámbito empresarial que había abandonado hacía tiempo, lectura paralela a la nueva ley educativa que, sí o sí, iba a necesitar comprender para desempeñar bien mi futuro trabajo. Compré el libro como quien no quiere la cosa, igual que aquel otro libro encontrado por puro azar en una caseta de arquitectura, durante un paseo por el Retiro, una Feria del Libro cualquiera, y que increíblemente se convirtió en la clave para mi tesis doctoral sobre teoría de la literatura: La ciudad postmoderna, de Giandomenico Amendola. Libros que caen en tus manos porque sí, sin orden ni intención aparente, simplemente porque toca.

Hay libros que abren mundos; otros que reconfortan y consuelan; otros contra los que te peleas (porque duelen, porque enfadan y molestan); y otros, como este de Laloux, que funcionan a modo de sorprendente confirmación, de muleta que acompaña al miembro herido mientras avanza la cura y permite que continúe caminando hacia nadie sabe qué nueva ruta. Dolorido, pero aún así, caminando. De nuevo, resuena:

“Andar, andar, pasar, atravesar.”

Apenas llevaba unos días instalada en mi nueva organización, cuando leí esta cita de Richard Buckminster Fuller en la introducción del libro de Laloux:

No es posible cambiar las cosas luchando con la realidad. Para cambiar algo, construye un modelo nuevo que deje obsoleto el modelo existente. (Pág. 29)

Después de leerla, somnolienta en el autobús a primera hora de la mañana, dibujé una carita sonriente al lado y apunté en el margen: “Escrito para mí…”. Ahí empezaron las coincidencias entre el contenido del libro y la vida que me había tocado empezar a vivir, porque el nuevo modelo organizativo que plantea, lo que el autor llama “teal-evolutivo”, es exactamente la nueva manera de trabajar para la que me he estado preparando desde marzo de 2018, cuando compartí una intensa semana de búsquedas con un grupo de personas maravillosas en Tilcara, en la Quebrada de Humahuaca (Argentina). Allí se abrió un camino que hoy siento no tanto que se cierra, sino que se concreta, se materializa: el para qué, casi cinco años después. Y ese para qué tiene todo que ver con la descripción que hace Laloux del nuevo modelo organizativo teal-evolutivo:

“Existe otra manera de entender los logros de las organizaciones teal: no están alimentadas por el poder de la voluntad humana, sino por el poder mucho mayor de la evolución, el motor de la vida misma. La evolución es un proceso formidable, de una belleza y una complejidad insondables, y no funciona a través de un diseño, sino a través de la experimentación paralela e incesante a pequeña escala. La evolución no ocurre de arriba abajo. Todos están invitados a contribuir al todo y todos son necesarios. Cada entidad en el ecosistema de la vida (cada célula, cada ser sintiente) percibe su entorno, entra en armonía con otros y explora nuevos caminos. Las soluciones se suceden con rapidez; lo que no funciona se descarta con rapidez y lo que sí funciona se expande velozmente a lo largo del sistema. La vida inexorablemente llama a más vida, a más belleza, a una mayor complejidad, a un mayor orden dentro del caos. Podemos llegar mucho más lejos si nos asociamos con la vida y dejamos de intentar imponer nuestra voluntad.
Hasta ahora, hemos dirigido organizaciones con patrones rígidos, con miedo a la naturaleza desordenada e incontrolable de la evolución. Quizás estemos preparados para dar el gran salto. Para desistir de nuestros intentos de controlar la vida y de canalizarla en los estrechos planes que hemos diseñado para ella. Para abrirle las puertas a la vida. Para invitar a la evolución, el proceso más poderoso de la vida, a que impulse nuestros esfuerzos colectivos.” (Pág. 433)

Aprender a bailar bajo la lluvia tiene todo que ver, por fin lo sé, con aplicar lo aprendido, y no tanto por estudiado, sino por experimentado en el cuerpo; con encontrar un lugar donde poder contribuir a un proceso de transformación que quiere hacer evolucionar una organización hacia otros parámetros. Ofrecer lo aprendido y ponerme al servicio de la organización: no lo que yo quiera hacer, no lo que yo sueñe o pretenda diseñar, imponiendo mi esquema, sino escuchar lo que la organización necesita para poder desarrollar su propósito y, desde ahí, identificada con ese propósito, desplegar lo que mejor se me da hacer.

La tormenta pasó y la corriente me ha traído a un lugar que me está permitiendo poner en práctica lo que he ido aprendiendo lenta, dolorosa, intensa y atropelladamente:

-Ser yo misma, sin máscaras ni protecciones.

-Escuchar para comprender, y no para responder.

-Manejar el silencio como arma cargada de futuro.

-Quedarme quieta, esperar y no caer en la trampa del hacer.

-Decir no sin miedo y con generosidad.

-Ofrecerme a ser luz y brazos abiertos, y protegerme al mismo tiempo.

Lo increíblemente sorprendente, de nuevo, es que el libro de Laloux me ha ido acompañando los últimos cuatro meses para apuntalar cada uno de los elementos de la lista anterior, incluso cronológicamente. Porque, en realidad, esta lista no es nada más (ni nada menos) que la confirmación de lo que Laloux señala como los tres avances revolucionarios de las organizaciones teal:

“1) El poder se multiplica cuando no solo unos pocos en la cima pueden ser poderosos, sino todos (autogestión);
2) El poder se usa con más sabiduría en la medida que las personas ponen más de sí mismas en el trabajo (plenitud);
3) De alguna forma, las cosas cobran sentido cuando las personas alinean su poder y su sabiduría con la fuerza vital de la organización (propósito evolutivo).” (Pág. 432)

Dice Laloux más adelante:

“En Teal-Evolutivo, buscamos la plenitud por encima del ego y consideramos las vidas internas (la vida emocional, intuitiva y espiritual) como valiosos campos de aprendizaje. Son los estándares internos y no los externos los que nos llevan a definir una vida bien vivida. Consideramos la vida como un viaje que se despliega y buscamos vivirla desde la confianza en la abundancia, no desde el miedo a la escasez. Somos capaces de trascender la forma de pensar moderna de esto-o-lo-otro mediante la habilidad de razonar con polaridades y paradojas.” (Pág. 452)

He tenido que pasar por organizaciones y situaciones profesionales de todas las tipologías que describe Laloux (rojas, ámbar, naranjas y verdes) para poder evolucionar y llegar a la posibilidad de colaborar en el proceso de transformación de una organización hacia parámetros teal, e intentar dar lo mejor de mí misma. Veremos si la vida decide que se concrete dicha posibilidad. Mientras tanto, trataré de disfrutar del camino, como describí en mi artículo anterior, intentando no despistarme demasiado por el camino de las baldosas amarillas, y sin mayor pretensión.

Bet Dachs Rossell

Director of the Research and Technology Transfer Office at Universitat de Vic - Universitat Central de Catalunya. Leading high-performance work team, with people goal-focused with specialized expertise.

1 año

Hola Pilar, yo descubrí a fondo Laloux hace pocos meses y es muy inspirador. Muy de acuerdo contigo. Gracias.

María Clara Andrade

Senior Editor and Manager Specializing in Education, EdTech, Languages and Literature / Editor Senior, especializado en educación, tecnología educativa, idiomas y literatura.

1 año

Muy bueno, Pilar. Iré a buscar a Laloux, sin duda 😊

Marie Clémentine SODORE

Responsable de proyectos editoriales, Departamento de Edición EDELSA, Grupo Anaya, Grupo Hachette

1 año

Muy bonito, Pilar. Un placer leerte.

Javier Bernabeu Ruiz

Maestro y formador | Creatividad & Matemáticas | Didáctica de las Matemáticas | Singapur | Autor SomoSapyens | Consultoría educativa

1 año

Maravilloso, Pilar. “Abrir las puertas a la vida” GRACIAS 🥰

Marina Escalona del Olmo

Escritora, formadora y experta en innovación educativa. Creadora del movimiento Aprendemos Todos. Profesora de arte en el colegio San Luis de los Franceses. Coordinadora de bienestar familiar en la Fundación Syei.

1 año

Querida Pilar, me he emocionado al leer tu artículo. Yo también acabo de descubrir las organizaciones “teal” a través de nuestro querido Javier Palop y estoy fascinada. Leo tus propuestas para esta nueva aventura que comienza para ti y me las apunto en el corazón para hacerlas mias, pues están en mi pese a no haberlas puesto en tan bonitas palabras. ¡GRACIAS!

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