La “bendita locura” de querer cambiar el sistema educativo español
Antes de verano, terminaba otro artículo con esta pregunta: “¿Con quién hay que hablar del recién estrenado Ministerio de Educación y Formación Profesional para cambiar los currículos?”. Me he pasado julio y agosto intentando dar respuesta en mi cabeza a esta pregunta y, al final, curiosamente, yo no he hecho nada para conseguirlo, sino que otros lo han hecho por mí: por una casualidad detrás de otra, la respuesta ha ido apareciendo sola. Serendipia… Esto me ha recordado algo que me trajo el mes de marzo: que tengo que aprender a quedarme quieta y dejar de empujar, o –como viví plenamente durante una semana en Tilcara (Argentina) con un grupo de personas extraordinarias–, a entrar de lleno en el Wu Wei de la filosofía taoísta, dejando que las cosas ocurran sin forzarlas, de forma natural, en armonía con lo real.
La vuelta de septiembre me ha traído varias conversaciones con personas que me importan mucho y en cuyo criterio confío plenamente –mentores, de cuyo acompañamiento llevo años teniendo la suerte de disfrutar–, que se resumen en una sola conversación: averiguar si he enloquecido en los últimos meses por tener en mi cabeza una visión muy clara de cómo debería ser la educación en nuestro país y de qué pasos habría que dar para conseguirlo. En esas conversaciones, llegado un punto concreto, siempre me veo en la necesidad de preguntar: “Desde el cariño que me tienes y con total sinceridad, por favor, dime si me he vuelto completamente loca”. Porque soy muy consciente de que ir por la vida diciendo “tengo un plan para arreglar la educación en España, a ver si consigo que alguien me escuche” suena muy muy neurótico.
En un primer momento, me encantó la respuesta de uno de esos mentores, profesor en la Universidad Complutense de Madrid, maestro y buen amigo: “Sí, suena a locura, pero bendita locura, como la de santa Teresa”. ¡Qué bueno! Para mí, santa Teresa es un referente por muchas razones, en las que se mezclan el feminismo, la literatura, la espiritualidad y la voluntad de cambio social. Pero, pasados unos días, me di cuenta de que mi neurosis iba en aumento: la comparación, en el fondo, me aterroriza. ¿Adónde voy yo por la vida, queriendo cambiar la educación en mi país?
Pero anoche me encontré con un fragmento de José Antonio Marina en El bosque pedagógico que me dio mucha paz y me iluminó:
“Quienes nos interesamos por la educación, debemos tener una actitud profesionalmente orgullosa, que podría calificarse de soberbia si no implicara un continuo esfuerzo de superación, es decir, de reconocimiento de nuestras carencias y de determinación para eliminarlas. […] La situación nos exige ser lúcidos y ambiciosos.”
Reafirmando la sospecha de mi neurosis, ni corta ni perezosa, he decidido que este fragmento “me habla” a mí, y que Marina lo ha escrito para tranquilizarme y permitirme continuar con mis sueños de cambio, en paz y sin angustias.
Más señales: justo esta mañana, me han puesto sobre la pista de una asociación que no conocía, Educación Abierta, y en cuyos fines se lee:
“La Asociación Educación Abierta es un espacio de relación y debate en torno a la transformación educativa como elemento para construir una sociedad más democrática, más solidaria y más justa.”
¡Así que no estamos solos! Solo hace falta que nos juntemos a hablar, cada uno desde su realidad y su conocimiento, desde sus limitaciones y sus miedos, desde el respeto a los miedos de los demás, y empezar a construir un plan de acción que no debe, de ninguna manera, seguir demorándose. Porque, por lo que voy escuchando, las soluciones que cada uno va pergeñando en su cabeza, desde su experiencia y su deseo, son de sentido común; en palabras de José Antonio Marina en el mismo ensayo:
“Los niños que están ahora en la escuela van a vivir en un mundo difícil de prever y van a trabajar en trabajos aún no inventados. En esta situación, ¿cómo podemos asumir responsablemente la tarea de educarlos?”
Si la realidad nos está demostrando que no tenemos ni idea de cómo será la sociedad del futuro, no podemos seguir educando a nuestro alumnado de la misma manera: habrá que ofrecerles las herramientas para que ellos mismos aprendan autónomamente a aprender y a ser capaces de construir su propio conocimiento y, también, de deconstruirlo y reconstruirlo cuando sea necesario. O, como dice Daniel Innerarity mucho más elegantemente que yo en La democracia del conocimiento:
“En una sociedad del conocimiento, la gestión de los procesos de aprendizaje es más importante que la administración de los saberes.”
El punto de inicio, siempre, para mí, pasa por la modificación radical, sistémica, de los currículos que proceden del Ministerio de Educación y Formación Profesional: porque lo que hay que redibujar de forma urgente es “el para qué” de la educación, y eso se fija en el diseño curricular.
En ese “para qué” me parece imprescindible que aparezcan ámbitos como la educación afectiva y emocional, el autoconocimiento y la autogestión (incluyendo, aquí, todo lo que la neurodidáctica nos puede enseñar: funciones ejecutivas, plasticidad cerebral, motivación intrínseca y extrínseca, autorregulación, etc.), las habilidades sociales y de comunicación, la capacitación en creatividad e innovación (que sí, que esto también se aprende y se practica), la ética y la espiritualidad.
Seguro que cada uno tiene su lista de imprescindibles, porque cada uno viene de su propia historia, pero, también, seguro que somos capaces de llegar a esos “dos folios” que me reclamaba hace poco uno de esos mentores, en los que todos estemos de acuerdo y que todos queramos firmar para poder arrancar. Y ya vendrá luego la negociación política con las Comunidades Autónomas, y la interpretación que hagan las editoriales de libro de texto, y las carencias de la formación al profesorado, y la presión de las familias, y todo lo demás.
Me pasé un buen rato riéndome en voz alta al leer este párrafo de José Antonio Marina, en el que describía lo que él denomina el “imaginario pedagógico líquido” o posmoderno, es decir, esa especie de caos de teorías sobre la educación que hay actualmente, en el que cada uno, al estilo de Francisco Umbral, ha venido a hablar de su libro:
“Cada psicólogo ha enarbolado una idea, que defiende con aura de gurú, sin preocuparse de integrarla con las demás. Ken Robinson y el elemento, Daniel Goleman y la inteligencia emocional, Howard Gardner y las inteligencias múltiples, Mihály Csíkszentmihályi y el flujo, Martin Seligman y el “ flourishing”, Angela Duckworth y la determinación, Marc Prensky y los nativos digitales, Michael Fullan y el aprendizaje profundo, Daniel Siegel y la “ mindfulness”, Arthur Costa y los hábitos de pensar, Carol Dweck y la mentalidad de crecimiento.”
Me reí mucho con este párrafo porque, además, me conectó con otra risa, la que narra el filósofo francés Michel Foucault en el prefacio de Las palabras y las cosas. Ahí recuerda cómo un cuento de Jorge Luis Borges acerca de una taxonomía imposible, El idioma analítico de John Wilkins (Otras inquisiciones, 1960), le ha provocado siempre una risa no exenta de vacilación hacia nuestra forma de pensar las cosas, de clasificarlas y ordenarlas. La anécdota le sirve para sentar las bases de lo que pretenderá en su ensayo, realizar una arqueología del saber, un recorrido por esa especie de región intermedia situada entre los códigos culturales y la filosofía que los justifica y explica, a la que denominará “episteme”. En palabras de Foucault:
“Los códigos fundamentales de una cultura –los que rigen su lenguaje, sus esquemas perceptivos, sus cambios, sus técnicas, sus valores, la jerarquía de sus prácticas– fijan de antemano para cada hombre los órdenes empíricos con los cuales tendrá algo que ver y dentro de los que se reconocerá. En el otro extremo del pensamiento, las teorías científicas o las interpretaciones de los filósofos explican por qué existe un orden en general, a qué ley general obedece, qué principio puede dar cuenta de él, por qué razón se establece este orden y no aquel otro. [...] esta región ‘media’, en la medida en que manifiesta los modos de ser del orden, puede considerarse como la más fundamental: anterior a las palabras, a las percepciones y a los gestos que, según se dice, la traducen con mayor o menor exactitud o felicidad […]. Así, existe en toda cultura, entre el uso de lo que pudiéramos llamar los códigos ordenadores y las reflexiones sobre el orden, una experiencia desnuda del orden.”
Esa experiencia desnuda del orden de la realidad, o episteme, es la que ha cambiado. Y tenemos que educar desde esa nueva episteme y para esa nueva episteme, aun cuando uno de sus rasgos sea la inestabilidad, la inmediatez y el cambio permanente, aun cuando nos resistamos y nos duela y nos sintamos perdidos, y echemos de menos el orden y la estabilidad, y nos dé la risa porque aquí, cada uno, intenta dar soluciones que parecen locuras.
Que no nos paralice la risa o la vergüenza de soñar con un cambio sistémico en España. Permitámonos la “bendita locura” de imaginar un sistema educativo radicalmente nuevo, porque no estamos solos, y si otros países han podido avanzar, nosotros también.
Asesor Independiente de Consejos de Administración y CEOs en Desarrollo Organizativo, Transformación Cultural y Gestión de Talento | Consejera Independiente | Liderazgo | Futuro del Trabajo
4 años#wuwei para evitar pelearse con la realidad y #liderazgointeligente para cambiarla!!
Manuel Zapata, Graduado Social por la Escuela Industrial de Barcelona. Redactor, compositor, arreglista y publicista.
6 añosDesestimulante por lo claro y cierto.Pero.... ( siempre hsu un pero ) por suerte o desgracia (( suerte, creo) habemos muchos y muchas a quienes desestimulante nos estimula ( nos pone a cien, vale ?...nos empuja y es difícil pararnos) .,Y perdonad tanto paréntesis. Por cierto la autora del articulo merece el nombre, en mayúsculas,
Aprendiendo de la vida; coach; docente; desarrollo personal; valores y destrezas como palanca de evolución
6 añosEl pasado 5 de mayo, en San Lorenzo de El Escorial tuvo lugar la III edición de Escoeduca donde se debatió, a lo largo de toda la jornada, el “para qué educamos” desde distintas dimensiones. Un tema realmente interesante.
Psicóloga . Terapeuta EFT . Coach ICC. Disciplina Positiva . Hipnosis
6 añosUna locura maravillosa y compartida por much@s!!! Pilar no estás sola☺️ hace años cree neuromotiva para dejar de quejarnos y empezar a actuar. A veces me entra el bajón y pienso que nos hemos adelantado medio siglo en nuestra forma de ver la educación y creo que lo hago simplemente porque este “muro” es grande y necesitamos ser más “obreros para construir lo bueno”. Resueno contigo y agradezco mil tu artículo. Gracias y a por ello!!!👏👏👏
Profesor y gestor universitario. Acreditado Prof. Cont. Doctor y Prof. Univ. Privada. Director Cátedra Mercados Circulares Ayto. Madrid - UFV (ufv.es/catedra-mercados-circulares)
6 añosEn estas estamos, Pilar. A lo mejor podemos charlar con los alumnos de estas cosas...