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Cuando era un hippie de verdad, es decir, cuando pasaba las horas de mi día frente al Word en lugar del Excel, me dedicaba a escribir historias con la peregrina fantasía de llegar hasta el último rincón del mundo.
Spolier alert: lo logré
Fueron años hermosos, con probabilidad, los mejores de mi vida. En aquel momento los sentí eternos, en retrospectiva: un suspiro.
Vivía en una ciudad (en realidad un pueblo) amurallada y con vista al mar. La prisión perfecta para ser libre.
Del 2007 al 2009 fueron años prolíficos; por ende fue cuando más lectores tuve y más medios digitales e impresos me publicaron.
Con el transcurrir del tiempo descubrí algo: estaba presente en casi los 32 Estados de México, en prácticamente todo el Caribe, Centro y Sudamérica, también en España.
No te culpo por sospechar que soy un mentiroso, AQUÍ puedes escrolerar mirando hacia la derecha de la pantalla para corroborar que no exagero.
Ojo, no vine aquí para alardear de nada, ahora vivo preso en celdas de Excel. Lo que quiero decir, es que mientras más editoriales de provincia me publicaban, más feliz era.
¿Qué llevó, por ejemplo, a Gaceta Ucayalina, Noticias de Amazonas, Ojo Pelao, Ha… Che Reta Paraguay, La mesa de Guanipa, Xornal Galicia, Crónicas de Lanzarote, Diario Andino, El Cordillerano o La Grandota a creer que era una buena idea publicar a un pueblerino mexicano?
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O mejor dicho: ¿Qué me llevaba a mí a indagar durante horas en las fachadas desvencijadas de esos pasquines en sus sitios web?
Supongo que la misma punzante curiosidad que me abalanza al Google Maps cada que aparece un insospechado código postal en la bandeja de compra de Killer Quake.
¿Vivirá sola o con sus padres? ¿Sera nini o Godinez? ¿Con qué oficio se ganará la vida? ¿Estrenará la playera en un evento importante o será un regalo? ¿Es feliz o su depresión la hizo comprar impulsivamente? ¿Será una maldición o una bendición tener de vecino a un taller mecánico? ¿A cuántos grados a la sombra estará en verano? ¿Tendrá mascotas?
Las interrogantes son infinitas y sus hipotéticas respuestas van desentrañando relatos breves en mi cabeza. Todos cambian y se reconfiguran según la geografía, la vegetación, el barrio.
Conclusión: qué milagro (o privilegio) que algo que hacemos con tanta pasión y libertad motive a personas a cientos de miles de kilómetros a querer poseerlas; ya sea en la colonia Cocodrilo el chico o en el mismísimo Vaticano (no es broma, lo juro por el Papa argentino).
Por eso el domingo pasado a todos los que están suscritos a mis mailings en la tienda Killer Quake les envié este escrito para conocerlos mejor, o mejor dicho, para premiarlos.
Todo aquel que respondiera con la palabra clave: SORTEO, en automático entraba al sorteo de una playera KQ, sin importar si viviera en Xbox o Sierra Leona.
OJO: nada de robots sorteadores, la promesa es que yo mismo escribiría los nombres de los participantes en papelitos, los doblaría y metería en un vaso, agitaría y sacaría al ganador; todo este arcaico proceso lo publicaré en el transcurso de esta semana (en vivo) en la cuenta de Instagram de KQ.
El que quiera unirse a presenciar el sorteo, invitado está.
Los mailings no tienen porque ser aburridos, la centena de respuestas dan fe de ello.