Conversaciones Difíciles (Parte I)
La mayoría de las personas nos enfrentamos a situaciones en las que debemos de sostener una charla que nos resulta difícil, ya bien por que el tema lo consideramos delicado, por miedo a que el resultado no sea el que queremos, por temor a la reacción de la otra persona, herir sus sentimientos, dañar la relación…
Consideramos que una conversación es difícil cuando por cualquier motivo lo es para cualquiera de las partes involucradas. Hay tres tipos de conversaciones difíciles: las que salen bien, las que salen mal, y las que evitamos, las cuales al final derivan en una de la segunda categoría.
Como fiel creyente de que la calidad de las conversaciones determina la calidad de tus relaciones, y la calidad de estas determina tus resultados, es que es importante el aprender a manejarlas a fin de obtener el mejor resultado de ellas.
Debemos de entender que en toda conversación difícil existen dos conversaciones: la más obvia, la que sostienes con la otra persona; la segunda y más importante, aquella tienes contigo mismo(a), la cual ocurre antes de la conversación con la otra persona.
Respecto a esta segunda conversación, a la que tienes contigo mismo, te presento algunos puntos que puedan serte útiles:
1. A partir de cuando empieza: Es importante que hagas consciente desde cuándo sostienes esta conversación respecto a la situación con la otra persona. Tal vez has dejado que pase mucho tiempo, quizá hayas permitido que la situación se prolongue demasiado. Demasiado, en cualquier contexto que lo pongas, implica algo negativo. Aún si hablas de amar demasiado a alguien, estás implicando, sin querer, que amas a dicha persona de más, es decir más de lo que deberías. Tal vez sería prudente no permitir a que un tema ocupe tu mente por demasiado tiempo antes de atenderlo;
2. La historia que te cuentas: La Escalera de Inferencia fue referida por primera vez por el psicólogo organizacional Chris Argyris y usada por Peter Senge en La Quinta Disciplina para referirse al proceso que ocurre en nuestra mente ante los eventos de la vida y la forma en que respondemos ante estos. En el primer escalón encontramos los Hechos, es decir lo qué pasó realmente. Desafortunadamente nuestro cerebro, en un afán por protegernos y permitirnos responder de una forma rápida, selecciona sólo algunos datos, los cuales los procesa e interpreta, con base en lo que decidimos contarnos de lo que nos ocurrió previamente y tomando como marco los juicios y valores que nos inculcaron y que hemos venido reforzando toda nuestra vida, sean estos ciertos o no, y con todo esto empezamos a contarnos la historia que está ocurriéndonos. Es aquí, donde será necesario el empezar a reflexionar respecto a la historia que nos contamos, ya que puede ser que estemos omitiendo algunos datos que nuestro cerebro en las prisas omitió considerar.
¿Y si lo que yo creo que pasó no fue todo lo que en realidad pasó?
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Te cuento una breve historia: Llega una mujer a la estación del tren, y tras acudir a la ventanilla de información se entera que su tren viene retrasado dos horas. La señora se retira molesta del mostrador y va al pequeño kiosco en la estación y compra un par de revistas y una caja de galletas y se sienta en una banca cerca del andén. De pronto un joven se sienta a su lado (la señora apenas toma registro de que el joven se sentó a su lado). Al poco tiempo, mientras ella lee su revista, nota por el rabillo del ojo que el joven abre la caja de galletas y extrae del mismo una para luego comérsela. La señora se indigna, pero no tiene humor para discutir con el joven y por lo tanto tan sólo extiende la mano, toma una galleta y se la come. Pasan los minutos y el joven vuelve a tomar una galleta, con la misma reacción por parte de la señora. Así pasan los minutos, hasta que la señora se percata que queda sólo una galleta en el empaque, la señora piensa para sí “Este joven no será lo suficiente caradura para comerse la última galleta”, cuando ve que el joven extiende su mano, toma la última galleta, se la muestra sonriendo a la señora, la parte a la mitad y le ofrece una de ellas. La señora indignada toma con molestia la parte que le ofrece el joven, se pone de pie… pero en ese preciso momento llega el tren de la señora. La señora se pone de pie molesta, agarra sus cosas, sube a su tren, llega a su asiento, abre su bolso y ve dentro “su caja de galletas intacta”.
3. Las conclusiones a las que hemos llegado: Tomando la historia que hemos decidido contarnos, hemos llegado a algunas conclusiones respecto a la otra persona, pero… ¿Y si lo que yo pienso que es cierto respecto a la situación/persona pudiera ser de otro modo? ¿Qué otras conclusiones pudieran ser posibles?
4. Las decisiones que tomamos: Si ya hemos revisado que quizá nuestra mente pudo habernos jugado sucio y no haber recopilado toda la información disponible, si con base en esa información hemos llegado a interpretaciones y conclusiones que pudieran no ser del todo fiables, ¿será posible que nuestras decisiones tampoco sean lo más acertadas?
Es por eso que lo más importante en una conversación difícil es revisar aquella que tenemos con nosotros mismos, y ver si es posible que haya otras formas de ver el tema.
Con esto no te estoy invitando a no tener la conversación difícil (No tener una conversación difícil produce los peores resultados), tan sólo te invito a que reflexiones primero respecto a esa conversación que tienes pendiente.
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