¿Cuánto cuesta el progreso cuando el conductor es la tecnología?
En un mundo obsesionado con la velocidad, la inteligencia artificial parece ser el piloto que pisa a fondo el acelerador sin mirar demasiado al retrovisor. Pero, ¿y si el destino no es tan prometedor como pensábamos? Según el Nobel de Economía Daron Acemoglu, estamos invirtiendo en un viaje cuya meta, a corto plazo, podría ser menos espectacular de lo que prometen los grandes titulares.
De promesas a números reales: ¿una revolución modesta?
Pongamos los datos sobre la mesa: mientras algunos auguran que la IA será el "milagro económico" que duplicará el crecimiento, Acemoglu estima que en la próxima década el impacto en el PIB rondará entre el 1,1% y el 1,6%. ¿Significativo? Claro. ¿Revolucionario? Bueno… eso depende de las expectativas. Es como pedir una paella para 10 y recibir una ración decente, pero sin el "socarrat".
Las empresas están automatizando procesos a toda velocidad, pero, según el economista, esta carrera tiene un problema: en lugar de herramientas que potencien a los trabajadores, estamos apostando por tecnologías que intentan reemplazarlos. Una evolución que recuerda más a la industrialización del siglo XIX que a un futuro brillante y equilibrado.
¿Una IA para todos, o solo para unos pocos?
Acemoglu plantea una pregunta clave: ¿quién se beneficia realmente del crecimiento impulsado por la IA? Si seguimos el patrón histórico, los grandes avances tecnológicos no suelen distribuirse de manera equitativa. En la Revolución Industrial, los beneficios no llegaron a los trabajadores hasta que se luchó por derechos laborales. Hoy, parece que la historia puede repetirse, pero con algoritmos en lugar de máquinas de vapor.
La IA se está centrando en ser rentable, no necesariamente en ser útil para mejorar nuestras vidas. Por ejemplo, reemplazar un servicio de atención al cliente por una máquina que "más o menos" entiende lo que dices no es un avance, es un ahorro. Y eso, como diría Acemoglu, no es innovación; es un truco barato.
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¿Velocidad sin frenos o progreso consciente?
El problema, según el economista, no es la tecnología en sí, sino la prisa por adoptarla sin medir bien los riesgos. Estamos atrapados en un ciclo de hype donde el único objetivo parece ser llegar primero, sin importar si la carrera tiene sentido. Es el equivalente tecnológico a abrir regalos de Navidad sin mirar las etiquetas: emocionante, pero probablemente ineficaz.
Adoptar tecnologías de forma deliberada no es anticuado; es sensato. Como diría Acemoglu, cuando conduces a 200 km/h, es casi imposible dar un giro brusco si te das cuenta de que vas en la dirección equivocada.
El gran debate: ¿cómo equilibramos innovación y humanidad?
En un entorno en el que cada semana aparece una nueva aplicación de IA que promete cambiar el mundo, la pregunta no es solo qué puede hacer la tecnología, sino cómo podemos asegurarnos de que su impacto sea positivo para todos. Quizás, como sociedad, es hora de dejar de correr hacia un futuro incierto y empezar a caminar, pero con un mapa.
💬 ¿Qué opinas? ¿Deberíamos pisar el freno en la carrera por la IA, o confiar en que la tecnología encontrará su propio equilibrio? Te leo en los comentarios.