Cuando la transferencia sobrepasa las líneas del consultorio. Lacan, Beaufret y Heidegger.

Cuando la transferencia sobrepasa las líneas del consultorio. Lacan, Beaufret y Heidegger.

Jean Beaufret en 1946 conoce al más grande filósofo de nuestro siglo; Martin Heidegger. Convirtiéndose en su principal discípulo francés y difusor de su obra. Dicha amistad se inició en el contexto de las consecuencias de su relación con el nazismo. Heidegger asumió el rectorado de la Universidad de Friburgo en plena hegemonía nazi, pasado que tuvo consecuencias funestas, por tal razón se le prohibió enseñar hasta 1951. Coincidencia singular en el tiempo, dado que en ese mismo año Beaufret inicia su análisis con Lacan. Lo hilarante de este embrollo transferencial fue que Lacan analizaba al amante de Beaufret. Si bien es cierto, la homosexualidad nunca fue motivo de exclusión ni mucho menos de normalización por parte de Lacan, Beaufret se interesa en Lacan por tener ese paciente en particular y Lacan por otro lado se interesa en Beaufret por el contacto privilegiado con el filósofo Martin Heidegger. Trascurre el tiempo, el amante deja de ser paciente de Lacan y Beaufret posteriormente concluye su análisis en 1953. Sin embargo, según Roudinesco, Beaufret se dio cuenta de la fascinación de Lacan por la obra de Heidegger, el cual supo capitalizar este interés de Lacan, que en una ocasión donde el silencio analítico lo exasperaba, Beaufret manifestó que Heidegger había hablado de Lacan, sacándolo por un instante de la posición analítica. En 1955 Lacan conoce personalmente a Heidegger, viaja en compañía de Jean Beaufret a Friburgo, sirviéndose de traductor y demás diligencias en los sucesivos encuentros.

En una carta de 1966 dirigida a Medard Boss (psiquiatra existencial y amigo personal de Heidegger) escribe Heidegger: “Sin duda, ya ha recibido el enorme libro de Lacan (Los escritos). Personalmente, aun no logro, por el momento, leer este texto evidentemente barroco”. Finalmente, en 1967, en una nueva carta a Boss le manifiesta: “anexo una carta de Lacan, a mi parece que el psiquiatra necesita un psiquiatra”. ¿Que contenía la carta? Nunca lo sabremos, pero si podemos afirmar que las pasiones y los sentimientos por las personas que admiramos (incluye los analistas) nunca gozan de la reciprocidad deseada, ni mucho se comprenden cuando los vínculos oscilan entre la idealización extrema y la devaluación contundente muchas veces oculta.  

 


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