Cuestión de presión
Hace algún tiempo, cenando con unos amigos, la conversación tornó hacia los negocios que teníamos en marcha y en mente. Mi socio de entonces y yo, jóvenes y entusiastas, comenzamos a disparar las muchas ideas que teníamos en planificación.
Defendíamos con pasión cada uno de ellas, mientras nuestros amigos, más experimentados y sabios, escuchaban con interés. Entonces uno de ellos alzó la mano y, captando nuestra atención, expuso la siguiente teoría:
– “Chicos, ya sabéis que yo soy ingeniero, y defiendo que todo en el universo está regido por la física. El mundo empresarial también, y en él es muy importante la relación que existe entre presión, fuerza y superficie. Me explico: la presión es igual a la fuerza que ejerzamos con un objeto sobre una superficie. Por ejemplo, si apretamos con un plato sobre una mesa, necesitaremos mucha fuerza para atravesarla. Pero si lo hacemos con un cuchillo, ejerciendo la misma fuerza en una menor superficie, conseguiremos clavarlo.”
Ante nuestra mirada, entre anonadada y reflexiva, resumió su teoría de forma práctica:
– “Quiero decir que si centráis vuestros esfuerzos en una selección de proyectos menor, ejerceréis mayor presión sobre ellos, y seréis más efectivos.”
Vamos, el clásico “quien mucho abarca, poco aprieta”, expresado de forma catedrática e irrefutable.
CUESTIÓN DE PRESIÓN
Quiero compartir con vosotros esta anécdota porque creo que mi amigo tenía mucha razón. A menudo, al emprender, nos sumimos en una constante lluvia de ideas interna. Nuestra mente se acostumbra a crear (¿qué es emprender si no crear?) y comienza a arrojarnos inspiraciones que, comparadas con otras de etapas de menor actividad empresarial, parecen brillantes. Sin embargo, ¿qué posibilidades reales hay de que todas sean geniales?
No nos engañemos y evaluemos cada una con objetividad. Analicemos su posible éxito. ¿Responde a una necesidad real o es un “ataque de entrepreneur” más? Pongamos el foco en aquellas que nos resulten más sólidas y más susceptibles de lograr un mayor impacto.
Evidentemente, puede suceder que haya varias ideas que parezcan exitosas, y no queramos renunciar a ellas. ¿Qué debemos hacer entonces? Lo que yo hago: definir equipos de trabajo y buscar socios, para repartir los esfuerzos entre un mayor número de personas. El mundo de hoy está lleno de jóvenes talentosos y con espíritu emprendedor, deseosos de formar parte de proyectos innovadores. Así, cada uno puede enfocarse en un número menor de proyectos, y es más fácil que la presión ejercida sobre ellos sea la adecuada para que prosperen.
Porque, como bien nos explicó mi amigo, si repartimos demasiado nuestra fuerza, no conseguiremos penetrar en ninguna superficie, pero si la focalizamos, no habrá material que se nos resista.
Si queréis saber más sobre emprendimiento y marketing digital, os invito a seguirme en Twitter (@jcarlossoto) y a leerme en mi blog (jcarlossoto.com).