DARSE CUENTA
El título de estas reflexiones está tomado del de una película Argentina de 1984, dirigida por Alejandro Doria y protagonizada por Luis Brandoni, Dora Baret, Luisina Brando, Darío Grandinetti y China Zorrilla.
Esa estremecedora película narra la recuperación del sentido de la vida por parte de dos seres que por diferentes razones se sentían acabados, en un contexto de desesperanza y frustración.
En estos momentos inéditos para todos, nos encontramos con que cada uno de nosotros está viviendo situaciones únicas en lo personal, lo familiar, lo laboral… lo humano en todas sus dimensiones. Y es una ocasión que, si estamos dispuestos a reflexionar, nos permite darnos cuenta de muchas cosas.
Algunos tomamos consciencia –o re-confirmamos- que somos “privilegiados”. Hoy es un privilegio contar con relaciones humanas amables, sanas, cordiales, con unos pocos metros cuadrados donde caminar, hacer ejercicio, trabajar cómodos, con tecnología que nos permite seguir conectados con nuestros seres queridos y con nuestro trabajo. Con la posibilidad de mantenernos informados. Es un privilegio estar rodeados de plantas y acompañados por una mascota. Disponer de espacios para mirar el cielo. Poder alimentarnos y contar con elementos básicos de higiene. Con agua corriente, energía eléctrica, gas. Elementos básicos de confort que hoy resultan un verdadero lujo. Y con buena salud.
También vemos aflorar iniciativas solidarias como la fabricación en impresoras 3D de insumos para respiradores, confección de barbijos y de sanitizantes para el equipo de salud, acciones de voluntariado para ayudar a otros a atenuar sus dificultades de los más diversos modos, el emotivo aplauso colectivo de cada noche... Y lamentablemente también emergen algunas manifestaciones de egoísmo y desapego por los demás.
Algunas personas tal vez se vayan dando cuenta de que ciertos aspectos de sus vidas requieren de algún “ajuste” para lograr una armonía que –no sabían que- no tienen.
De poco vale deprimirnos por un pasado irrecuperable (que se llevó un estilo de vida que tal vez no llegamos a valorar suficientemente) ni estar ansiosos por un futuro impredecible.
No obstante, a pesar de que ni los gobernantes de los países más poderosos, ni los dueños de las más grandes corporaciones, ni los líderes de las diversas religiones estén en condiciones de predecir cuándo y cómo seguirá la vida una vez que salgamos de este inesperado “pandemónium”, podemos aferrarnos a una verdad incontrovertible: esto también pasará. Y en ese sentido, hay algunas decisiones fundamentales, que estamos en condiciones de tomar.
Es muy probable que en el orden de nuestras prioridades le demos un lugar preferencial a los aspectos espirituales, afectivos y de supervivencia. Entre las demás dimensiones de la vida, casi con seguridad el elemento más importante será el lugar donde vivimos. Tal vez tomemos consciencia de que somos meros ocupantes de un domicilio y mereceríamos habitar un hogar. Estos tiempos alocados nos permitirán tener claro como nunca antes si ese espacio vital es parte de nuestro bienvivir o conspira silenciosamente contra la calidad de nuestra vida, si nos sentimos cómodos, amparados, protegidos.
Podemos hacernos algunas preguntas básicas, para saber si estamos a gusto. Y sería aún más enriquecedor si las compartiéramos con las personas con las que convivimos:
¿Cuál es el ambiente (o “rincón”) que más disfruto del lugar donde vivo? ¿Por qué?
¿Es agradable el lugar donde duermo?
El baño (o los baños) ¿permite la higiene, la ventilación y las comodidades convenientes?
Las (o la) personas que cocinan, ¿cuentan con el espacio, el mobiliario, la ventilación y los elementos necesarios?
Si en la casa o departamento viven niños, ¿tienen los espacios convenientes para desarrollar sus actividades fundamentales (juego y estudio)?
Cuando salgo a hacer las compras esenciales, ¿me siento cómodo con el entorno? ¿Disfruto de mi barrio?
Algunas personas hemos aprendido a valorar como nunca antes el “aire libre”: balcones, terrazas, patios, jardines. Otras notaron cuánta falta les hizo. ¿Cómo me siento en ese aspecto?
La luz natural es sin dudas fuente de energía y bienestar. ¿Cuenta mi vivienda con la luz natural suficiente?
Estas preguntas y otras por el estilo pueden llevarnos a tomar consciencia de que necesitamos un cambio. Y ese cambio no requiere fatalmente de contar con fondos extraordinarios o de una economía pujante en la que abunden los créditos hipotecarios. Quizás ni siquiera precise de una inversión importante. Incluso hasta podría dejarnos una ganancia inesperada.
Esta coyuntura nos permite, como nunca antes recorrer los principales sitios inmobiliarios y buscar y “visitar” incontables casas o departamentos en los barrios que se nos ocurran hasta dar con la de nuestros sueños, dentro de los parámetros que nuestra situación económica admita. Incluso, gracias a la tecnología, podemos avanzar hasta el paso previo a la concreción de una operación.
Y cuando esto pase y nuestra vida se “normalice”, estaremos en condiciones de concretar ese sueño y de hacer realidad y poder palpar ese trillado concepto de “crisis = oportunidad”.