De ahí también se sale

Sandra acaba de romper con su pareja.

Bueno, en realidad, su pareja ha roto con ella.

No es lo mismo.

Y se siente hundida, sumergida en un apestoso estercolero.

Pero de ahí también se sale.

Aunque ahora mismo ella no lo crea.

Aunque sus amigos y familia estén poniendo todo de su parte para que se anime, para ofrecerle luz en su oscuridad.

Nadie quiere dejarla sola, para que nos ahogue en sus lágrimas.

Pero también hay que dejarla llorar.

Hay que dejarla que acepte su situación.

Que sienta y experimente las emociones que le invaden.

Y luego, que las respire y las saque.

Muchas veces, el problema radica en que no nos dejamos sentir.

No nos dejamos estar tristes, nostálgicos, desesperanzados, melancólicos, abatidos…

No. Parece que siempre tenemos que estar alegres y contentos.

O al menos, parecerlo y mostrarlo al público.

Nos encomendamos cientos de actividades para seguir activos, para no pensar, para no llorar.

Y si lo necesitamos ¿por qué no nos lo permitimos?

Si queremos deshacernos del dolor, primero habrá que sentirlo e identificar de dónde procede.

Y a partir de ahí, respirarlo y dejarlo marchar. 

Pero si ni siquiera lo identificamos, ¿cómo lo vamos a dejar ir?

A veces, intentar olvidar el dolor provoca más estrés y ansiedad que identificarlo, aceptarlo y trabajar para despedirlo.

Tienes a los amigos y a la familia para que te ayude en los momentos en los que no quieres estar sola. 

Para los momentos de estar contigo y tus emociones, tienes el yoga y el Club de Conectadas, que te ayudará a gestionarlas.

Feliz día, Feliz vida.

Luisa Figueroa.