De anécdota e historia

La anécdota es una sucesión de acontecimientos que generan un efecto inmediato y de corta duración en un lector o escucha. Es atractiva como las luces artificiales, pero después de un minuto empieza a agotar y al perderse la novedad se vuelve parte de un paisaje que encandila.

La historia en cambio deja en el escucha o lector una huella sensorial duradera; su estructura está cargada de símbolos y significados complejos que permanecen en el tiempo, ya que es portadora de un conflicto y una develación que la legitima, que se gesta al interior del autor: es su experiencia y se plasma con toda su fuerza en el texto. Por esta causa cuenta con un alcance que puede llegar siempre con un aire renovado, con nuevas versiones a los lectores del futuro.

Para contar una historia es necesario comprender y aprender a la misma. Si no se la conoce y se la lleva por dentro será imposible culminar la narración hasta sus últimas consecuencias.

No es tan fácil capturar la historia como creen la mayoría de quienes empiezan a transitar por el mundo de la escritura. Sin embargo, se debe trabajar con paciencia, hay que sobrevivir al mundo de los personajes que se gesta en la propia cabeza, y cuya existencia es el medio más indicado a la fecha para narrar y así cumplir con el cometido; al fin y al cabo son ellos quienes llevan con su voz, tanto al escritor como al lector, por los acontecimientos; estos son quienes muestran con su gran variedad de pensamientos, con sus posibles gustos y preferencias (muchas veces caprichosas), con su profunda e inestable psicología que les otorga el don de ser una creación del humano.

Solo así se puede llegar a captar lo ancho y ajeno que resultan ser todos estos mundos.

Estas son cosas que apenas se pueden vislumbrar en el plano de las apariencias y están a gran distancia de la piel del narrador, quien termina despellejado en muchas ocasiones, todo por llegar a concebir la ficción que es para el artista su mayor deseo, su tierra prometida.