De nuestro tiempo y los deseos
Vienen de amigos y contactos…en cantidades. Están en LinkedIn y en FB, en IG, me llegan por whatsapp- ¡¡y hay muchos sitos dedicados a ellas!! Son las frases inspiradoras, los posts con los pasos necesarios para convertirnos en mejor persona, alcanzar la felicidad, conseguir el peso ideal, ir por el éxito económico, llevarnos bien con nuestro jefe, pareja, compañeros de trabajo, etc. etc. etc.
Me gustan, las comparto a veces, como hacemos todos, creo; hasta me invento las propias pero me surgen por lo menos dos preguntas: Una es más o menos qué hacíamos antes de que existieran las redes para encontrarnos con “nuestra mejor versión” y otra sería algo así como preguntarnos si finalmente nos hemos convertido en mejores personas que cuando no dedicábamos tanto tiempo a suscribirnos a frases inspiradoras que nos iluminan el día o a engancharnos en el subte o colectivo a leerlas. También me parece importante que reconozcamos que hace ya un tiempo que lo primero que hacemos cuando abrimos los ojos es “ver” qué pasó en el celular.
“Inventate algo para hacer que te entusiasme más que chequear el celular cada cinco minutos.”
Es incómodo escribir sobre esto, digo en una ronda de café con amigas; además no estaría transmitiendo nada accionable, que es lo que me motiva, la responsabilidad del individuo ante lo que le pasa.
No, -dice una de mis amigas- las frases no nos sirven simplemente porque no profundizamos, nos quedamos en la superficie de las palabras.
Sí, -dice una segunda- sobrevolamos los temas y no los miramos en profundidad. No elegimos en qué concentrarnos.
Y a mí me huele a perfección y no a humanidad. Queremos todo rápido, la felicidad a cinco pasos de distancia, tres clicks y dos recetas buscadas en Google porque el tiempo pasa y no vuelve, y no queremos que se nos escurra de las manos, queremos ver que hicimos algo.
Entonces el tema de la charla cambió a las elecciones. Elegir qué, porque no tenemos tiempo para tanto. ¿Qué es importante para mí: adelgazar, ser mejor madre o padre, conseguir ese ascenso que me desvela, llevarme bien con mi jefe, que me quede tiempo libre para salir con amigos? Una cosa. En general los individuos sujetos a algún tipo de esquema laboral y comprendidos dentro de una generación que no es la millennial no tenemos tanto tiempo para más de un objetivo por año, a lo sumo dos. Esto es importante saberlo porque si no no hay profundidad ni compromiso, sencillamente porque no hay tiempo.
Todo muy claro pero, ¿cómo elegir? ¿Cómo elegir en qué enfocarme? ¿Qué tendría que hacer para que este año fuese inolvidable? A esta altura la conversación se puso difícil porque la respuesta que a mí me gusta es quedarnos quietos, esperar y ver lo que aparece. La quietud tiene poder, es tan poderosa como la acción.
¿Quién se atreve a quedarse quieto hasta tomar la decisión de lo que quiero hacer realmente? ¿Quién se anima a no perderse en el maremoto de cosas que “tengo que hacer este año” que aparecen justamente cuando nos quedamos en silencio?
Pero el cafecito estuvo rico, el vínculo de amistad es una de las acciones más reparadoras que existe entre dos personas, y hasta aprendimos que las frases que aparecen en nuestras redes sociales pueden jugar a nuestro favor si solamente les prestamos un poco de atención.