¿Dejar la confianza relegada en un segundo plano? Nunca.

¿Dejar la confianza relegada en un segundo plano? Nunca.

El otro día me encontré con una compañera de colegio que hacía que no veía más de diez años. Y sí, incluso nos reconocimos hasta con mascarillas en el Metro. Mi compañera era la típica chica aventajada en clase, con las mejores notas y, he de decirlo, con el ego demasiado subido, liderándonos a todos y cada uno de los compañeros cuando jugábamos en el patio.

Mientras que íbamos contando nuestra vida, le iba diciendo "¿te acuerdas cuando jugábamos en el patio? tenías tal afán por ser la mejor, la que nunca quería "ligársela" en el escondite, la mamá cuando jugábamos a mamás y a papás y los demás éramos los que nos tocaba "ligárnosla" en el escondite o los criados en mamás y papás?. Creí que la reacción iba a ser diferente. Pero no, me dijo "Lucía, cuando era pequeña, ya mis padres me enseñaron a ser la líder en todo, la mejor, creándome una confianza y coraza que, con el tiempo, me he dado cuenta que no, que yo no era así. He tardado tiempo en descubrirme a mi misma. A saber relegar en otros. Con el tiempo he dejado de confiar en mí". Cuando escuché su testimonio, me atreví a darle mi opinión, "qué importante era lo que tus padres te enseñaron. A creer ser la mejor, a ser la líder en todo. Pero qué confundidos estaban en no saber que su hija no era tan feliz como nos hacía creer. La coraza que tenías, vuélvela a sacar. Cree en ti misma, aprende a valorar que, aunque hayas tropezado, hayas sacado la mejor de las lecciones para aplicártela en la vida". Inmediatamente, sus ojos se humedecieron y dijo "Lucía, he necesitado escuchar eso toda mi vida". Qué pena no poder dar abrazos en estos momentos, porque le hubiera dado uno muy grande, pero creo que el poder de nuestras miradas lo dijeron todo.

Me encontré a una chica diferente, a una futura abogada con poca fuerza, insegura, en definitiva, a un perfil muy distinto al que recordaba cuando teníamos 5-6 años. Antes de bajarse del tren, nos prometimos, la una a la otra, que nos volveríamos a ver. Cuando se cerraron las puertas del metro, tuve una sensación bastante extraña. Por un lado estaba feliz porque me encontré a una chica que hacía mucho que no veía. Pero por otro, me sentí mal, pero reconfortada, porque, espero que, aunque se viera con falta de confianza, mis palabras le sirvieran para algo.

Con ello aprendí a que nos tenemos que querer más. Tenemos que tener una plena confianza en que lo que estamos haciendo sea lo mejor, que el tiempo que tardemos, es lo de menos, pero siempre hay que ser felices y positivos. Y si nos equivocamos, sacar lo mejor de ello.

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