Del anonimato a la colaboración: del «ghostwriting» al «collabwriting»
Durante años la labor del ghostwriter ha sido atacada por algunos frentes. Todavía encuentro artículos que siguen entregándole un toque «fantasmal» a la profesión. Parece que solamente ven una perspectiva desde la ética y la generalización, lo que ubica a esta labor en una encrucijada muchas veces. En este artículo no voy hablar de ética, pues en algunos casos, comprendo que existen válidas preocupaciones, no solamente acerca del ghostwriter, sino también sobre la inteligencia artificial. En este artículo hablaré del concepto y de la profesión en casos específicos; de cómo podemos desmitificarla cuando se trata de ayudar a otros a contar sus historias de vida.
Para ponerlos en contexto, un ghostwriter o escritor fantasma es a quien se contrata para escribir por encargo. Desde artículos y guiones, hasta libros. Quien escribe se queda por completo en el anonimato. Para empezar, preguntémonos ¿por qué llamarlos así, cuando podemos utilizar otras formas? Una de las razones es que algunos escritores fantasma prefieren quedar en el anonimato, es decir, la invisibilidad es una decisión propia y respetada. En otros casos, se trata de un deseo de la contraparte. Esta tendencia proviene de muchos años atrás, cuando la inseguridad de grandes personalidades que contaban sus historias de vida, al no verse provistos de todas las habilidades o del tiempo para escribirlas, decidían encargarlas a otra persona para convertirlas en libros con la condición de que sea una labor en anonimato. Al querer ser dueños y señores de su obra, preferían mantenerlo en silencio, oculto, como si se estuviera haciendo trampa. Hoy en día encontramos a quienes tienen dificultades para contar su historia de vida porque se trata de algo muy complejo y doloroso, entonces buscan a una persona ideal que les ayude a contarla y que la escriba por ellos.
En realidad todo este secretismo no lo siento necesario. Desde mi punto de vista, la labor del ghostwriter, para el caso específico de historias de vida, no debería ser tan «fantasmal» como se lo pinta. El dueño o la dueña de esa historia siempre será protagonista, es quien la ha vivido y eso nunca cambiará. El escritor fantasma viene a aterrizar de la mejor forma posible esa historia. No solamente escribir por escribir. Este perfil se convierte en un escucha extraordinario, hace las preguntas correctas, adapta el tono y la voz del dueño de la historia y hasta se sumerge en el otro para poder narrarlo. En el proceso se construye una relación tan personal e íntima entre el escritor y el protagonista de la historia, que se convierte en un arte sutil de ponerse literalmente en los zapatos del otro (en su sentir y en su pensar) para que el resultado resuene con el protagonista y dueño de la historia. Esto aborda un aspecto terapéutico. Pero no vamos a entrar en ello.
Hoy en día no necesitamos desafiar al ego solamente porque él quiere aparecer como único creador en su portada del libro. Esas colaboraciones invisibles no tienen por qué ser así en un mundo en el que lo colaborativo está bien porque nos nutre de diversas formas a todos los involucrados. El ghostwriter no sería sin la historia y la historia no se daría a conocer sin el ghostwriter.
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¿Por qué cuando contratamos un copywriter en una empresa, no lo vemos tan fantasmal? Es lo mismo. Este profesional escribe con el tono y la voz de una marca porque sabe absorber la esencia de ella. El ghostwriting en las historias de vida, debería adoptar otro nombre. Para mí se trata de escribir en colaboración con el otro: «collabwriter» o escritor colaborador, así prefiero llamarlo. Creo que el término actual es a menudo mal interpretado. Siento que es una profesión que va más allá de las sombras; es un canal narrativo excepcional para las historias de otros. Aquí la empatía como herramienta de trabajo es fundamental para capturar la esencia y para hacer inmersión en la perspectiva del protagonista de la historia. No es quien escribe la historia el especial, sino la historia en sí misma y quien la vivió. Entonces no tenemos por qué darle ese toque fantasmal. Un ghostwriter es una especie de guía en este viaje de contar la historia. Es un término y una labor que necesita ser redefinida. Mutar del anonimato que puede resultar tan incómodo —para ambas partes—, a la colaboración.
Aunque se han visto avances sobre la percepción de esta labor, creo que el secretismo debe terminar para pasar a la transparencia, en donde se especifica con naturalidad: autor y colaboradores. El trabajo de un escritor fantasma debe verse como una forma de colaboración artística, similar a la relación entre un director y guionista en el cine.
En resumen, la imagen del escritor fantasma es multifacética y no podemos clasificarla como una profesión ética o no ética, es necesario que analicemos todos los escenarios. Es una actividad profesional establecida y esencial en muchos campos, las cuestiones éticas alrededor de la «propiedad y autoría» siguen generando discusiones, al igual que la era digital y la inteligencia artificial. Lo mejor que podemos hacer es dejar de asumir y de promover generalizaciones, para comprender a profundidad estas labores desde cómo puede beneficiarme, cómo podemos hacerlo mejor y, sobre todo, cómo podemos hacerlo sin perdernos en el miedo a lo desconocido.