Descubre si eres un emprendedor genuino (o no) con una sola pregunta

Un amigo me comentó su deseo de iniciar una compañía de capacitación como la mía.

El decía que lo “único” que necesitaba para iniciar era algo de ayuda. Alguien que le diera un paso a paso.

“Si te digo lo que tienes que hacer ¿Lo harás? ¿Eso es lo que me estás diciendo?” Le pregunté mientras levantaba una ceja. “Si, claro,” me respondió.

No lo vi como un rival, sabía que aún y cuando le dijera todo, desde como conseguir clientes grandes hasta como reclutar y entrenar profesores, no lo haría.

Así que se lo dije. Etapa por etapa sin ocultarle nada.

Al pasar tres meses regresó pidiéndome trabajo.

Ni siquiera le pregunté que sucedió con sus planes, sabía perfectamente lo que había pasado.

SU EGO no le permitió hacer lo necesario.

Cada persona lleva dentro de si un fuego que solo él/ella conoce. Ese objetivo con el que tanto sueñan pero del que poco hablan por miedo a ser juzgados.

El “Qué dirán los demás” es un virus letal que está destruyendo la vida de muchas personas silenciosamente. Se esconden tras el “No sé como empezar” o “Me falta dinero” en vez de reconocer la verdadera razón del por que nunca intentan algo.

No quieren ser vistos iniciando de cero.

Le dije EXACTAMENTE lo que tenía que hacer para iniciar su compañia.

Le dije que él mismo debía ir y hacer su registro en notaria, que debía ser el primer profesor, que tenía que hacer las llamadas en frio a clientes potenciales, que tenía que tocar de puerta en puerta a las empresas para intentar obtener una cita, que tenía que vender su Xbox y dejar de comprar sus “Air Jordan” para invertir en el negocio.

Y luego después de dos años quizás podía comenzar a cobrar un sueldo.

Al emprendedor falso le aterra la idea de minimizar su estilo de vida mientras inicia. Lo ve como un paso en la dirección incorrecta.

Cuando para el genuino es solo un impulso para una vida mejor.

¿Prefieres fallar o no haberlo intentado nunca?

Solo un emprendedor falso no sabría como responder a esta pregunta.

Juan J. Churión.

Gracias por leer, comentar y compartir.

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