Desde luego que es ancha Castilla
Afirmaba ese moderno juglar de la Castilla de ayer, de la Castilla de hoy y de la Castilla de mañana, que fue, bajo mi humilde punto de vista, ese enraizado personaje que el mundo conoció con el nombre soberano de Miguel Delibes, que la anchura de Castilla, no sólo depende de la perspectiva con la que la miremos, sino también y muy especialmente, de la parte de Castilla que nos atrevamos a recorrer. No deja de ser una experiencia, cuando menos sutil, saber, que, en ese apasionado afán descubridor, saberse nómada en la variopinta geografía de Castilla, conlleva, también, familiarizarse con unos escenarios novelescos, donde todavía es posible encontrarse, no sólo con esos personajes inmortales -permítaseme, poner como ejemplo al señor Cayo, el del disputado voto o al desgraciado Azarías, el de la ‘milana bonita’- sino también, reencontrarse con sorprendentes y memorables supervivientes de un Patrimonio Cultural, que, fragmentado. Roturado y sediento de justicia, como los propios suelos castellanos, todavía sorprende por la magnitud de su grandeza.
Basta, simplemente, verlos con la cabalística mirada de otro memorable caballero, en este caso, de esa nueva Castilla que tiende la mano a Andalucía y a Extremadura, Don Quijote, para ver en ellos, gigantes de una espiritualidad que adoptaron la sorprendente arquitectura románica como modelo de expresión, convirtiéndose, a la vez, en sepultureros y guardianes de unos deudos, que, desde la caída de los pendones Comuneros, nunca más se volvieron a levantar.
Y más aún: observando la belleza de su compacto ábside, donde llama la atención una fina arquería ciega, que recuerda y mucho, a la lombarda, unidas, además, a la plástica expresividad de unas columnas magistralmente labradas, el viajero soñador e interesado, no puede menos que pensar, que, después de todo, en Castilla, además del popular modelo de Silos, hubo otros modelos que bien merece la pena conocer.
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