Despedida de un trabajador despedido
Miguel trabajó durante una década en la Administración Pública Nacional. Un 1ro de Enero, se dispuso a pasar su tarjeta por el puesto de control, pero en lugar de desplegarse su nombre, apareció una leyenda que decía “contactarse con Recursos Humanos”. El guardia de seguridad, que lo saludaba todos los días e intercambiaba algunos comentarios para opacar el silencio, esta vez, sólo se dignó a prestarle el teléfono. Miguel se contactó con un 0800 y una voz grabada le solicitó su legajo. La única respuesta que obtuvo fue” su contrato no ha sido renovado para el siguiente período”. Nunca más pudo ingresar a su trabajo. Fin de la historia.
Como Miguel no tuvo la oportunidad de despedirse de sus compañeros, ni de su jefe, y ni siquiera pudo pasar a buscar sus pertenencias, decidió escribir una carta de despedida, la cual nos pidió que publicáramos en la sección del artículo de la semana en LinkedIn. La transcribo a continuación:
Estimado señor que tomó la decisión de rescindir mi contrato:
No tengo el gusto de conocerlo y presumo que a usted a mí tampoco. Lamento mucho la decisión que tomó, no tanto porque de un día para el otro me dejó sin trabajo y sin pagarme un peso, sino porque la Organización para la cual dediqué diez años de mi vida, se perdió un “pedacito de conocimiento”. No me refiero específicamente a teorías, hipótesis u otro tipo de conocimiento abstracto, sino al “saber hacer”, eso que distingue a cada una de las Organizaciones. Cada vez que usted decide rescindir un contrato, la organización cojea.
Por otra parte, me han quedado muchas dudas en el camino. ¿Era muy difícil explicar los motivos de tal decisión? No intento aquí defender mi reputación ni mi desempeño porque no tengo un sólo elemento de juicio de su parte que me permita sacar una conclusión. Usted sabrá, dado que es su especialidad, que quedarse sin trabajo es en la actualidad una verdadera tragedia. Pero peor aún es no recibir siquiera un agradecimiento por los servicios prestados, ni una orientación, ni una mirada complaciente o un gesto de preocupación ni empatía. Es curioso (¿será una señal?) que en la era de la automatización, cuando los empleos están cada vez más amenazados por los robots, que una máquina me haya comunicado mi despido. La tecnología facilita la vida.
Otro gran interrogante es por qué no solicitó la opinión de mi jefe o de mis compañeros, que me conocen un poco más que usted. Es probable que no importe demasiado mi desempeño. Después de todo, si la premisa es achicar el gasto, todos tenemos que ceder…
Como le decía en el primer párrafo, cuando se desvincula a los trabajadores, quien fracasa es la Organización. Descubrir y orientar el talento (que le garantizo hay de sobra) es responsabilidad del máximo nivel de Dirección. ¿Cómo piensa alcanzar los objetivos institucionales si no es liberando el potencial que las personas tienen para ofrecer?
A mi jefe quisiera decirle que “hacerse cargo” es parte de su responsabilidad. No importa lo que digan los papeles ni quien tiene la autoridad conferida por los estatutos. Evidentemente, usted no está preparado para liderar con el ejemplo.
A mis compañeros, que quizás se quedaron preocupados por mí, quiero decirles que no sólo estoy muy bien, sino que estoy agradecido que esto me haya pasado. Era el empujón que necesitaba para encontrar, al fin, el trabajo de mis sueños. Nos enseñaron que el trabajo es sacrificio, dolor, algo que hay que hacer para vivir. Les aseguro, por el contrario, que el trabajo ideal sí existe. No descansen hasta encontrarlo. No se conformen con ganar un sueldo. Pierdan el miedo y liberen todo su potencial. Alguien, en este mundo, lo sabrá reconocer.
Hasta siempre,
Miguel